Carolina Escobar Sarti
“La verdad es sencilla: si no hubiera demanda, la prostitución no existiría. La prostitución no es un asunto de la sexualidad femenina, es una creación masculina. Si los hombres alrededor del mundo no demandaran sexo pagado no habría necesidad de acorralar, quebrantar y someter a millones de mujeres y niñas en esta existencia deshumanizante”.
Con este epígrafe de Víctor Malareta, autor de TheJohns: Sex for Sale and the Men Who Buy It, se abre el libro Esclavas del poder: un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo, de Lydia Cacho.
En el prólogo realizado por el italiano Roberto Saviano, él cuenta que Lydia Cacho es una mujer ejemplar que tuvo que soportar una estancia injusta en la cárcel, que ha sido amenazada y torturada para amedrentarla, y que finalmente se comprobó que sus acusaciones estaban bien fundadas. La importancia de sus pruebas tiene validez universal, dice Saviano. “Allí donde un gobierno es débil, donde la sociedad acepta el crimen, las mujeres y los niños son las primeras víctimas. La trata y explotación de seres humanos por seres humanos es el más primitivo de los crímenes pero, a diferencia del tráfico de armas y drogas, proporciona un margen de beneficios exorbitantes con unos riesgos mínimos”.
Y cuando se entra en el texto, la Cacho cuenta que antes de emprender ese viaje, un general retirado del ejército mexicano le dijo que un cargamento ilegal de fusiles AK-47 no necesita más que un empaque adecuado, un comprador, un intermediario corrupto del Estado y un vendedor. Una esclava humana, dijo en cambio, necesita ser convencida de que su vida no vale más que para su vendedor y su comprador. Por ello, cuenta este militar retirado, el poder de los tratantes se sostiene al eliminar toda posibilidad de que las víctimas potenciales tengan opciones de vida dignas y libres. La pobreza es no sólo el campo fértil, sino el motor para la siembra de esclavas y esclavos en el mundo. En todo esto, la complicidad de los gobiernos es indispensable.
En este libro están todos los personajes de la tragedia, según la misma Cacho: “las voces de los tratantes, de las víctimas que se convirtieron en victimarias y de las que sanaron su cuerpo y su mente y lograron transformar su vida; y las voces de los intermediarios y los clientes, las madames, los militares y los servidores públicos, honestos y corruptos, de todos los niveles y países. Madres que me ofrecieron venderme a sus hijas y mamás de jóvenes secuestradas por tratantes, que las buscan desesperadamente. También hablaron personajes que participan en redes locales de turismo sexual. Sus voces, sus amenazas y sus esperanzas están aquí”.
Queda claro, luego de esta lectura, que no podemos entender este negocio criminal sin seguirle la pista al dinero. ¿Cómo lavan el dinero y en dónde? Los bancos y la inversión bursátil son actores relevantes. “No hay amor sin interés”, reza un aforismo popular. Por todo lo anterior, para comprender mejor este fenómeno fue necesario que Lydia Cacho realizara un análisis de la postura de varios países respecto a la trata de personas y a la prostitución, examinara las ganancias que la legalización o la regulación representan para los gobiernos, y el valor cultural que hombres y mujeres de distintos países dan al comercio sexual de mujeres.
La respuesta no es sencilla, porque no hay respuestas sencillas para preguntas complejas. Por ello, la voz de Yerena, una niña de 10 años, sobreviviente de Trata, es la primera que nos toca escuchar con atención: “La violencia no es buena porque duele y me hace llorar”. ¿Suena esto sencillo?
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