La Jornada
De la forma en que se
resuelvan las contradicciones en el seno del Partido Demócrata
dependerá en gran parte el éxito o fracaso en su misión para evitar que
Donald Trump gobierne otros cuatro años. Las controversias en esa
agrupación partidista no son nuevas, según cuenta el profesor Peter
Beinart en un artículo publicado en diciembre de 2018 en la revista The Atlantic.
Por lo menos en tres ocasiones anteriores, los actores más progresistas
de ese partido fueron responsables –en cierta medida– de profundos
cambios en la política social y económica en la Unión Americana.
La primera fue en los años 30, cuando los integrantes de una
corriente liberal amenazaron al presidente Roosevelt con abandonar el
Partido Demócrata y crear uno independiente si no accedía a promover una
agenda de gobierno más radical. Roosevelt cedió y sentó las bases para
el New Deal (Nuevo Trato), evitando de esa manera un cisma entre los
demócratas. La segunda ocasión ocurrió en los años 60, a raíz de las
marchas encabezadas por Martin Luther King, cuando forzaron al
presidente Johnson a promover el reconocimiento de los derechos sociales
y políticos de los negros, incluido el derecho al voto. En ese mismo
contexto, Johnson lanzó el proyecto de La Gran Sociedad, en el que se
destacaba la creación de la medicina socializada (Medicare y Medicaid),
la ayuda para la alimentación y el impulso a la educación pública, entre
otros programas sociales. Después de la década de los 60 se abre un
paréntesis hasta que en años recientes se rompe la relativa calma y el
consenso al interior de ese partido, y nuevamente surgen demandas de
cambios en su praxis política impulsados por los sectores más jóvenes y
de izquierda, concluye Beinart.
En años recientes, se advirtió que los preceptos de justicia social e
igualdad que en otro tiempo caracterizaron a los demócratas se habían
erosionado, a grado tal que en ocasiones era difícil distinguir entre
ellos y los republicanos. Como respuesta, surge un movimiento encabezado
por Bernie Sanders, legislador independiente de 70 años cercano al
Partido Demócrata, cuyas ideas de izquierda han inspirado a los jóvenes
que parecen estar llamados a transformar esa agrupación.
La disputa entre los demócratas parece haber llegado a su clímax. El
efecto catártico que la aberrante conducta del presidente ha tenido en
un grupo de legisladores es consecuencia de su llamado a iniciar un
juicio para su destitución. Esa grave decisión parece también tener el
efecto de acelerar los tiempos en la renovación del partido. Al igual
que en el pasado, una situación coyuntural parece ser la que nuevamente
determinará la vía y los tiempos por el cambio que la izquierda apuesta.
Sin embargo, algunos analistas opinan que la destitución de Donald
Trump, por los supuestos delitos que se le imputan, es un problema que
se contiene en los linderos de Washington, sede de los poderes federales
en donde se expresa con mayor virulencia la relación política
partidaria. Fuera de Washington, las preocupaciones de la mayoría de la
sociedad, en particular de la clase trabajadora, tienen poco que ver con
el juicio en contra del presidente. Según los sondeos de opinión,
aproximadamente 50 por ciento de la sociedad no está convencida de ese
trascendental paso.
Acorde con ese diagnóstico, Nancy Pelosi, líder de la Cámara de
Representantes, se ha negado a iniciar el proceso para destituir al
presidente por el riesgo de una reacción de quienes no simpatizan con
tal procedimiento y, en consecuencia, fortalecer al mandatario y a los
republicanos. Sin embargo, para quienes aspiran a un cambio en el
partido es necesario llamar a la defenestración de Trump de inmediato
por considerar que es su obligación demostrar que nadie está por encima
de la ley. Para ellos también es un paso adelante en la transformación
del partido.
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