Una de las fotos preferidas de Patrick Crusius en los medios sociales. No está claro si él la subió o no.
California,
EEUU.- Cuando el presidente racista habla, siempre hay alguien al final
de la línea escuchando. Los triste es que todos los sabemos pero no
todos lo denunciamos públicamente. Si la cosa fuera otra, esta
hipocresía mayor no tendría mucha importancia, pero la cosa es que las
consecuencias son ahora mortales y ese silencio comienza a ser cómplice
de esta sangrienta barbarie.
Los inmigrantes y en especial
nosotros los latinos, estamos siendo atacados directamente por la furia
de la supremacía blanca alimentados por la retórica de odio de un
presidente racista que es capaz de decir cualquier estupidez con tal de
ser reelegido para otros cuatro años más.
Con una rabia
que lo consumía por dentro el supremacista blanco Patrick Crusius cruzó
casi todo el Estado de Texas hasta llegar a la pequeña ciudad de El Paso
en donde el 83% de la población es mexicana/latina. Crusius buscaba el
lugar perfecto en donde pudiera matar la mayor cantidad de latinos en un
solo ataque. El lugar está cerca de la frontera con México y se ha
convertido en la postal de la solitaria lucha de Trump, su muralla y su
retórica y en donde sus funcionarios han separado a las mayoría de las
familias y dejado a miles de niños huérfanos.
Cuando
Crusius entró por primera vez a la multi-tienda Walmart aun se podía
leer en el internet el manifiesto que había escrito para la ocasión y en
donde trata de argumentar su odio por los mexicanos y donde trató de
absolver sin resultados a Trump.
En ese manifiesto Crusius
usa palabras y estilos que lo delatan como copiador de las ideas de
Trump, la propaganda de la cadena FOX y dichos del Partido Republicano.
Cuando el asesino salió a buscar su rifle, dentro de la tienda había
casi 3 mil personas, la mayoría latina y mexicana haciendo las compras
escolares para sus hijos.
Crusius volvió empuñando un
rifle de asalto AK-47 de alta potencia, un silenciador para las orejas,
lentes de seguridad y comenzó una carnicería de una forma casi calmada.
En segundos el desquiciado pistolero había acabado con la vida de 22
personas, la mayoría mexicanos (dos de ellos fallecieron en el hospital)
y dejado 26 heridos. “Estoy simplemente defendiendo a mi país contra el
reemplazo cultural y étnico provocado por una invasión”, escribió
Crusius refiriéndose a lo que Trump ha venido diciendo desde hace mucho
tiempo sobre una supuesta “invasión” proveniente del sur.
Como todos los imperios de la humanidad, el país terminará en una total devastación
En
la receta mortal de los Estados Unidos existen dos cruentos
ingredientes: la xenofobia racista y la violencia. Y si el país es
incapaz de darse cuenta de la raíz del problema, continuará su caída
hasta terminar como lo han hecho todos los imperios en la historia de la
humanidad: en una total devastación.
Pero primero
pongámonos de acuerdo en los términos empleados. La palabra xenofobia se
refiere al odio, aversión, hostilidad, miedo y rechazo hacia los
extranjeros y está compuesta de dos términos griegos; xenos, extranjero,
y phóbos, miedo. La palabra racismo viene también de dos términos; raza
y del sufijo ismo que puede significar ideología. La palabra fue
utilizada para nombrar una ideología que trata de explicar una falsedad;
el por qué una raza es superior a otra, especialmente durante el
periodo del nazismo en Alemania y Europa.
Pareciera ser
que la diferencia está en que el racismo proviene de una elucubración
intelectual mientras que la xenofobia es un sentimiento gutural, un
temor inculcado por ambiciones políticas para lograr efectos específicos
y atemorizar a los votantes. Nunca he leído ambas palabras juntas, pero
si nos atenemos a sus significados las podríamos usar juntas seguros de
que no sería una redundancia. Debido a las últimas tres masacres - que
en menos de una semana asesinaron a 34 personas - ambas palabras se han
usado profusa e indistintamente para tratar de definir lo que Trump
dice.
Por esas conocidas y asquerosas diatribas podríamos
decir que el Presidente es un xenófoba racista, es decir le tiene miedo a
los extranjeros, pero no a todos, a algunos, de determinadas razas y
está haciendo algo al respecto.
La violencia y la xenofobia racista son bloques fundacionales de esta sociedad
La
xenofobia racista y la violencia, hay que decirlo, son los pilares
fundamentales con los cuales se construyó este país. Desde su
desembarco, los ingleses peregrinos comenzaron a hostigar a los indios
Wampanoag, a robarles sus mejores tierras e introducir ganado que
destruía sus cosechas. Desde 1620, fueron variadas las guerras en contra
de la población indígena. Solo en el Siglo 17 se destacan:
Anglo-Powhatan, Pequot, Beaver, Kieft's, Peach Tree, Esopus, King
Philip, King William, solo por nombrar algunas.
El robo de
tierras, los engaños, el rompimiento de tratados, la explotación ilegal
de recursos naturales en tierras indígenas y las masacres contra el
pueblo indígena de América del Norte continuaron hasta el presente
siglo.
La violencia es parte integrante de la sociedad
La
violencia es parte integrante de la sociedad estadounidense, es
cultura, folclor y entretención. Desde el primer día en que surgió la
necesidad de proteger las tierras que habían robado, la violencia se
compenetró en la psiquis de la sociedad como respuesta legítima. Hoy la
violencia de todo tipo; verbal, física, doméstica, la buena y la mala
violencia existe en todos los rincones de la sociedad amparada incluso
por extrañas leyes y resquicios legales, en el hogar, en las salas de
clases, en las pantallas, en la computadoras, en las colapsadas
carreteras, en los juicios, en el mercado, en los precios, en los
discursos políticos, (el hostigamiento verbal, el poner sobre-nombres,
la burla contra minusválidos, la denigración de las mujeres son todas
formas de violencia), en Wall Street, en los debates presidenciales, e
incluso en la moda cuando los chalecos antibalas comienzan a ser
diseñados por famosos sastres.
La violencia es parte de la
cultura popular. Los héroes reciben los premios Oscar por hacer
películas en donde muchas personas son asesinadas. Pero Hollywood saca
del contexto real la violencia, el asesinato, el dolor y el proceso de
la muerte. El matar se hace fácil, no hay lágrimas, no hay dolor, no hay
familiares, en las películas no hay llantos detrás de las víctimas
descuartizadas.
Glorificar la violencia, las armas de fuego y el consumismo
Un
estudio descubrió que la violencia con armas de fuego en las películas
calificadas como PG-13 (menores de 13 años deben tener aprobación de sus
padres) se ha triplicado en los treinta años desde que se inventó el
sistema para calificar las películas de acuerdo a su contenido. Según la
organización Justicia y Exactitud en el Periodismo / Fairness &
Accuracy in Reporting, FAIR, hay más violencia con armas de fuego en las
películas de PG-13 que en las clasificadas R, restringidas.
De
acuerdo con este sistema “está bien mostrarle a los niños a alguien
disparando un arma de fuego alegremente pero no está bien mostrarles lo
qué sucede cuando las balas le dan a una persona... El mensaje, nunca
dicho pero siempre implícito, es que el uso de armas de fuego es algo
natural para cualquier estadounidense, o al menos se convertiría en algo
natural en una situación altamente estresante. Si has sido entrenado
para usar una pistola, bueno, es difícil imaginar un problema que esta
herramienta increíblemente versátil no pueda resolver”, escribió el
periodista J. F. Sargent.
La violencia vende dicen los
productores cinematográficos. A pesar de la sangre derramada en la vida
real, los estudios académicos han demostrado que en Hollywood la
violencia va en aumento. Durante los últimos 60 años de películas,
Hollywood ha duplicado la violencia.
Después de la masacre
en el club nocturno Pulse de Orlando en el 2016, donde 49 personas
fueron masacradas, el crítico de cine Ben Flanagan recolectó en un año,
25 afiches de lanzamientos de películas mostrando armas de fuego. Y
después de la horripilante masacre de Las Vegas en el 2017 cuando fueron
asesinados 58 personas ¿cree usted que este número bajó? ¡No señor! El
número aumentó “asquerosamente”. Flanagan dijo haber encontrado 41
afiches hollywodienses que mostraban armas de fuego. “Es difícil no
notar cómo las armas de fuego se mantienen prominentes en los carteles
de películas, tal vez incluso más que nunca”, escribió el crítico.
La
falta de un serio, profundo, análisis de estos problemas generados por
la sociedad, produce un fenómeno casi parecido al silencio que va mucho
más allá que la hipocresía. Los temas ocultados por este silencio son
muchos: Los mensajes virales de la cultura que nos rodea se caracterizan
por su velocidad. Los temas pasan unos tras otros como una película
acelerada. Lo que está hoy en la mente del consumidor, mañana ya no
está.
Después de una masacre nos escandalizamos, lloramos,
rezamos por las víctimas y hacemos una donación monetaria pero muy
pronto todo se olvida, todo cae en el silencio y así llega la próxima
tragedia y solo los más atentos se dan cuenta que nada se ha hecho para
solucionar el problema. El silencio genera olvido y una sociedad
amnésica es irresponsable; todo se olvida rápidamente.
Las
guerras permanentes son otro factor de la presencia casi imperecedera
de la violencia armada en la consciencia del país. Desde su fundación
como país en 1776, (y quizás desde antes, desde la llegada de los
peregrinos) los Estados Unidos siempre han estado envueltos en guerras
alrededor del mundo; para ser más exactos el 93% de su existencia. Si
hacemos los cálculos; en sus 243 años de vida, los estadounidenses
llevan 226 años en guerra (algunos prefieren llamarlos “conflictos
armados”) con variados países del planeta.
En otras
palabras, el país nunca ha pasado una década sin estar envuelto en algún
conflicto, solo durante la Gran Depresión de 1935-40 estuvo cinco años
sin intervenir en algún conflicto. Según el sitio internet Investigación
Global (globalresearch.ca), el país nunca ha tenido un presidente en
tiempos de paz; técnicamente se puede decir que todos sus presidentes
han sido “presidentes de guerra”.
De hecho los Estados
Unidos es el único país que tiene un ministerio dedicado exclusivamente a
sus veteranos de guerra que se estima son casi 20 millones de
ciudadanos. Muchos de ellos regresan de la violencia de las guerras a
insertarse en la violencia de la sociedad; con variados traumas mentales
y viviendo en condiciones paupérrimas como drogadictos sin-hogar.
El dolor no es parte de la muerte y la violencia es premiada con un pase a la etapa siguiente
La
concepción y relación con la muerte es también una forma de violencia
porque tiene que ver como los adultos y los niños se relacionan con
ella, como se asume la muerte conceptualmente y como la cultura
hollywoodiense, la televisión y los medios sociales del Internet nos
ayudan a relacionarnos y entender nuestra relación con la vida y la
muerte.
¿Cómo le podemos pedir a los jóvenes que no sean
violentos cuando es común ver en la televisión cadáveres desnudos,
descuartizados, destrozados, cuerpos quemados, sexo forzado y todo tipo
de aberraciones humanas?
En las películas de Hollywood, en
los juegos de videos, la muerte y el asesinato se tornan fáciles de
cometer y todo se soluciona con balazos y bombazos. La muerte se separa
del dolor por lo tanto morir es fácil. Los héroes de antaño no mataban.
Hoy estos ídolos de la sociedad, han evolucionado; ahora matan, son
tipos que matan, que solucionan todo con la violencia.
Así,
pareciera que esta misma se divide en dos tipos: la buena y la mala
violencia. Esto eso lo que la gente quiere ver y consumir rápidamente,
directo al grano, directo a la vena. Desde ya hace tiempo el marketing
sabe esto muy bien. Al final todo se soluciona con un vertiginoso viaje
al espacio, a otros universos, y con una buena dosis de héroes
fantasiosos que vuelan y desaparecen.
Los programas de
televisión en horario estelar - cuando toda la familia se reúne en casa
después de un largo día - no escatiman esfuerzos en mostrar lo más
sangriento, imágenes horrorosas de víctimas de asesinatos. En el centro
de toda esta locura está la “señora hipocresía” donde el seno de una
mujer desnuda es mucho más escandaloso que un cuerpo desangrándose en la
calle. Los cuerpos destrozados son cada vez más comunes en las series
de televisión donde al final se resuelven los crímenes pero no así el
dolor.
El dolor que no se puede transmitir por ningún
medio, el dolor que solo se puede sentir. ¿Que pueden pensar entonces
los jóvenes rodeados de una cultura mortal que se desparrama a diario
por una pantalla hacia la intimidad de sus hogares? Los juegos de guerra
en video y computadoras son horribles. La violencia es la única
alternativa premiada con un pase a la etapa siguiente. La solución del
problema, deshacerse de algún enemigo, se puede dar disparándole,
acuchillándolo, prendiéndole fuego o quebrándole los huesos.
Todos
estos programas están al alcance de cualquiera en la televisión
estadounidense y en el Internet, donde usted los puede ver a su
conveniencia. Algunos de estos son: Hannibal, Bones, The Punisher, Game
of Thrones, Law & Order: Special Victims Unit, The Narcos, NCIS: Los
Angeles, The Walking Dead, Al Rojo Vivo, Chicago PD, Cops, Gotham, Caso
Cerrado, Sons of Anarchy, Dexter, Primer Impacto, Hawaii Five-0, y la
lista continua...
En estos, la muerte por lo general es
rápida y sin dolor. El matador concluye su trabajo y rápidamente se
prepara para el próximo. El duelo y la congoja no son parte del proceso
de la muerte. No hay una diferencia entre matar y morir. El dolor
desaparece en la adrenalina de la acción. Todo es fácil. Todo está
desensibilizado. Durante todo el film el bueno persigue al malo y este
goza de sus fechorías por lo que dura la película, hasta que es
capturado o muerto pero solo al final del film. Los malos no buscan
redención y las consecuencias de sus acciones siempre prevalecen por
sobre el accionar de los buenos.
Vivimos en una sociedad
en donde se glorifica la violencia, las armas de fuego y el consumismo.
Donde nuestros datos humanos y nuestra intimidad caen víctimas del
manejo mediático y los algoritmos comienzan a dictar las verdades. Las
películas de Hollywood, las series de televisión, las revistas, las
radios, los carteles, los comerciales, todo lo destinado a la venta
contiene los elementos derivados del marketing, de los millonarios
estudios socio-demográficos que “supuestamente” saben con exactitud lo
que John Doe, que vive dentro del código postal 94119, quiere mirar,
tomar, comer y/o vestirse.
En estos convulsionados tiempos
la tecnología avanza reemplazándolo todo, incluso la realidad. Ahora se
trata de alterar la realidad y reemplazarla con algo llamado “realidad
virtual”. Quizás esa sea una llamada de auxilio, un desesperado intento
de salvarnos de las enfermedades urbanas del capitalismo, una forma de
escapismo, para eludir responsabilidades y escapar de algo que no es
nada agradable.
El país del capitalismo se está suicidando
El
país más poderoso del planeta se está convirtiendo en una ruleta rusa
donde sus ciudadanos viven rodeados por el miedo de ser víctimas de la
próxima masacre. Los estadounidenses se están matando unos a otros. El
país del capitalismo y la sociedad de mercado se están suicidando. La
poderosa industria armamentista está desbocada, no pueden disminuir el
ritmo de las ventas; necesitan vender más y más armas y a través una
millonaria campaña inventan una presunta e imperiosa necesidad de tener
armas de fuego, armas automáticas, armas de guerra con una brutal
capacidad de repetición.
Se está generando una adicción
descontrolada. Se dice que solo las armas pueden detener a las armas,
que a un insano con pistola lo detiene un sano con pistola, que el arma
de fuego no mata, que él que está detrás del gatillo es el matador, que
para detener las masacres en las escuelas hay que armar a los profesores
y al resto del personal escolar.
La industria de las
armas de fuego financia campañas basadas en el miedo, en una necesidad
de protección, en la desconfianza, en el terror. Se inventan presuntos
ataques al llamado “estilo de vida estadounidense” de envidiosos. El
resto del planeta nos quiere atacar porque el resto del planeta quisiera
tener lo que nosotros tenemos.
El capitalismo no tiene
respuestas porque no tiene fronteras, ni autorregulación ni banderas. Es
necesario entonces optar por una sociedad sin violencia ni xenofobia
racista, sin guerras ni armas de fuego, sin amnesia y con una buena
dosis de memoria para recordar a nuestros muertos. Las canalladas de
Trump solo han despertado al monstruo, una vez más. Nada nuevo bajo el
sol.
-Fernando A. Torres es periodista radicado en California EEUU.
https://www.alainet.org/es/articulo/201449
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