Discursos creados por Estados Unidos para favorecer su intervencionismo en América Latina
Fundamentos iniciales del intervencionismo estadounidense.
Aunque nuestros intereses actuales nos obligan
a mantenernos dentro de nuestras propias fronteras
no podemos evitar dirigir la mirada hacia un futuro
lejano en el que nos multiplicaremos más allá
de esas fronteras y nos extenderemos
por la totalidad del norte del continente,
o incluso por el sur, y nos convertiremos
en un pueblo que hablara una misma lengua,
se regirá por las mismas formas de gobierno
y respetará las mismas leyes.
Tomas Jefferson.
Los Estados Unidos en 1820, atenderán como prioridad de su política
exterior, el problema de la tierra y de su ocupación hacia el sur.
Partiendo de una necesidad especulativa y financiera, además de ser el
resultado de una herencia colonial respecto a la preocupación por la
posesión de tierras, ya que, la posesión de la misma significaba el impérium.
Hechos a los que se le sumaran el avance comercial de las potencias
europeas en Latinoamérica, como Gran Bretaña, y poco después, Alemania y
Francia. Quienes operaron en el vacío dejado por la retirada de España e
inician así dichas potencias, el período de transición entre "viejo" y
"nuevo" imperialismo.
Ante lo cual, los Estados Unidos
intentarán a partir de la Doctrina Monroe en 1823, reservar a América
Latina como su campo de acción. Máxime cuando, desde tiempo atrás, Rusia
estaba interesada por la costa noroeste del continente americano.
En contra parte, distintos países europeos responderían firmando
tratados comerciales y de navegación, así como reconocerían a las
nacientes naciones americanas. En el caso alemán, desde que Alejandro de
Humboldt publicara su Ensayo político sobre Nueva España a
principios del siglo XIX, en Alemania era común hablar de la riqueza de
México e intentarían obtener grandes ganancias a partir de invertir en
los sectores de minería y comercio [1].
Afanes europeos,
ante los que Estados Unidos respondería interviniendo en la vida
nacional de las recién nacidas naciones de América, mediante la intriga
política y demás medios.
Dentro de tal entramado, las acciones
del ministro estadounidense Poinsett, en México, tendrían dos momentos:
una propiamente política y diplomática, referente a tratados, fronteras,
construcción de vías de comunicación entre los dos países y otras
caracterizada por el intervencionismo en la vida interna de nuestro
país, con la intensión de contrarrestar las posiciones de ingleses y
franceses.
Así, aparecerían como instrumentos del
intervencionismo político estadounidense en nuestro país, la
organización de grupos liberales y la masonería, la división de las
fuerzas dentro de las cámaras, así como la intromisión en los asuntos de
la sucesión presidencial. Hechos que llevarían finalmente a la
expulsión de Poinsett de México, quien sería sustituido por Antonio
Butler.
Y Butler, al estar relacionado con el grupo
terrateniente estadounidense, emprendería de manera violenta el tema de
los límites fronterizos pendientes con nuestro país. Al respecto, el
periódico El Sol, señalaría que, el coronel Butler había sido
comisionado para negociar con nuestro gobierno la cesión de la Provincia
de Texas, mediante una suma de cinco millones de pesos [2]. Y
bajo la misma tesitura, Butler propondría que se gestionara en los
Estados Unidos un préstamo para México, que tuviera como garantía el
territorio.
Además de que, Butler, tal como Poinsett, para
lograr sus fines recurriría a toda suerte de artilugios, reclamando
peleas de marineros, insultos a la bandera de su país, barcos detenidos,
contrabando de mercancías, falsificación de moneda, faltas de respeto a funcionarios y demás.
Y dentro del mismo ideario, para 1840, con la intención de anexionarse Texas, se pondría en marcha la idea del «Destino Manifiesto»,
que sería mucho más funcional en materia política que el monroísmo. Y
que sería formulada por el editor neoyorquino John O' Sullivan, en 1845 [3], indicando en dicho manifiesto que, los Estados Unidos eran el país escogido para ser la Nueva Israel.
Motivos por los que, se le confiaba
a los EE.UU, la misión histórica de “salvar” al mundo cristiano, la
civilización occidental y la democracia, y en ese mismo año, 1845, el
Congreso aceptó a Texas como el vigésimo octavo estado de la Unión.
Y más toda vía, el presidente Polk, acorde con tal lógica, esgrimirá la
teoría del Destino Manifiesto para reivindicar las zonas ribereñas del
Pacífico, asegurando que los Estados Unidos tenían derecho a todo el
territorio, de Oregón hasta la latitud de 54o40' a California, así como a enviar a sus colonos por Panamá.
Situación que estuvo a punto de producir una guerra con Inglaterra,
pero que se evitó cuando los norteamericanos se avinieron a negociar la
frontera en los 49° de latitud N., ratificada el 15 de julio de 1846.
Mientras que respecto a la cuestión de Panamá, se resolvió mediante el
Tratado Bidlac con Nueva Granada, el derecho de tránsito por Panamá a
los norteamericanos, para ir a California.
Y en cuanto a la
anexión de California, se intentó negociarla mediante compra, enviando
10 de noviembre de 1845, Polk, a México al plenipotenciario John
Slldell, para ofrecer cinco millones por Nuevo México y «lo que hiciera
falta».
Negociación ante la cual nuevamente se niega el
gobierno mexicano, y los norteamericanos, por su parte, se dispusieron a
conquistarlo por las armas. De manera que, el 13 de enero de 1846, el
presidente norteamericano ordenó al general Taylor, cruzar el río Nueces
y ocupar la margen izquierda del Río Grande.
Finalmente, para
mayo, el Congreso declararía la guerra a México y, tras el conflicto,
México reconocería la pérdida definitiva de Texas, Nuevo México y Alta
California. Mismos que formarían posteriormente los estados de
California, Utah, Nevada, Nuevo México, Arizona, Colorado y Wyoming.
Avasalladora victoria sobre México que daría nuevos bríos a la política
del Destino Manifiesto, de forma que, para 1848, los Estados Unidos
volverían a ofrecer la compra de Cuba a Madrid e incluso sostendrían
conversaciones de alto nivel para anexionarse Irlanda y Sicilia [4] .
Transición del imperio terrestre al imperio marítimo y comercial.
Alzad los ojos para contemplar el futuro
del comercio, e inspirados en la idea de que
sois norteamericanos y tenéis que llevar
la libertad y la justicia y los principios
de la humanidad allá donde vayáis,
salid a vender productos que conviertan
el mundo en un lugar más cómodo y feliz,
y convertid
a la gente a los principios de Norteamérica.
Woodrow Wilson.
Una vez terminada la conquista del oeste y al sur, EE.UU, se
convertiría en una potencia industrial y comercial de primer orden,
siendo que, la anexión de los territorios mexicanos daría un gran
impulso industrial a ese país, dado que, el capitalismo norteamericano
encontraría en los territorios que fueron de México, fuentes vastas para
su producción.
Dando origen a una producción amplia y
sostenida, con capacidad de exportación, primero, de materias primas, y
posteriormente de artículos industriales, que en conjunto darían forma
al proceso monopolista [5] .
Situación que se vería plenamente después de la guerra de Secesión,
cuando se da la reconstrucción radical del Sur, así como después de
1867, cuando lograron otro objetivo fundamental del monroísmo, la compra
de Alaska a los rusos, por siete millones doscientos mil dólares.
Con tales bases, durante la presidencia de Andrew Johnson, tras el
asesinato de Lincoln, el Secretarlo de Estado Willlam Henry Seward
impulsaría el remodelaje de la teoría del Destino Manifiesto, para
ajustarla a un expansionismo de tipo económico, que diera salida a la
producción industrial del país, con el menor número de agresiones
directas.
Así, se intentaron canalizar los capitales hacia los
mercados “naturales” (Cuba, México y Santo Domingo), respaldados por la
diplomacia y la armada estadounidenses. No obstante que, en Santo
Domingo fracasaron las negociaciones para comprar una base naval [6].
Dentro de esa lógica, en 1898, en Washington se convoca a la primera
conferencia internacional de los estados americanos. Y durante dicha
conferencia, los autoproclamados “americanos”, intentarán imponer un
tribunal de arbitraje permanente para solucionar los conflictos
regionales, así como proponen a los países de América Latina disminuir
sus tarifas exteriores y crear una unión arancelaria que les garantizará
a los productos estadounidenses un vasto mercado cautivo.
No
obstante, los países más ligados a Europa, particularmente Argentina,
opondrán resistencia a tales propuestas, haciendo fracasar dichas
tentativas comerciales norteamericanas [7].
Aun así, se
continuara desde 1890, con la profundización de los proyectos
estadounidenses, al amparo del pensamiento de AlfredT Mahan, oficial de
la marina y Rector del Colegio Naval de Guerra, que defendió la tesis
según la cual el destino de los Estados Unidos era convertirse en
potencia naval para sustituir a Inglaterra como metrópoli colonial. Y
para lo cual era necesario reforzar la marina de guerra, así como
conseguir bases navales que actuaran como claves auxiliares.
Para tal efecto, se incrementó la construcción de buques de guerra, lo
cual llevaría a que, la marina norteamericana, que era la sexta del
mundo en 1890, se convirtiera en la cuarta una década después, así como
se buscaron bases navales con verdadero frenesí.
Para ello,
Estados Unidos avanzaría bastante en sus ambiciones tras la ocupación de
Hawái, zona de la cual el presidente Mckinley había sentenciado
«nosotros necesitamos Hawai tanto o mucho más que necesitábamos
California; es el Destino Manifiesto».
Política que sería la
misma que guiaría el conflicto con España para conseguir enclaves en
Cuba y Puerto Rico. Pero presentándose la guerra con Cuba [8],
primero como una necesidad moral del pueblo norteamericano por mediar en
un conflicto sangriento entre España y su colonia, y luego claramente
como una necesidad defensiva de los intereses monroístas norteamericanos [9].
Al respecto, Mckinley, en su famoso discurso del 11 de abril de 1898,
señaló que la intervención en Cuba era necesaria, tanto para preservar
la paz en la isla, como para defender los intereses norteamericanos, de
manera que: «en nombre de la Humanidad, en nombre de la civilización, en
defensa de los intereses amenazados de los Estados Unidos, los cuales
nos dan el derecho y nos imponen el deber de hablar y de proceder, la
guerra debe cesar en Cuba».
Aún más, con Cuba se procedió de
igual forma que con México, cuando se le culpo de tozudez porque no
reconocía la independencia texana, y, por consiguiente, porque no
facilitaba la anexión de Texas a los Estados Unidos. Y de forma similar,
se indicó que en la isla existía una mala administración, de
funcionarios poco escrupulosos, así como se habló sobre una preocupación
respecto al régimen político, hasta llegar al hecho de intentar
conmover al mundo respecto al hecho inhumano de la esclavitud [10].
Hechos que llevarían finalmente a que, el 20 de abril, el Congreso
aprobará una resolución en la cual declaraba abiertamente que otro de
los objetivos de la intervención estadounidense -ya se hablaba de tal-
era la independencia de Cuba. Y el mismo día se daría el ultimátum a
España, que derivaría en la guerra.
Finalmente, las tropas norteamericanas, sólo se retirarían de la isla a cambio de la aceptación de la Enmienda Platt, misma
que preveía en su artículo III que: “El gobierno de Cuba consiente en
que Estados Unidos ejerza el derecho de intervenir para preservar la
independencia de Cuba, mantener un gobierno capaz de garantizar el
respeto de las vidas, de los bienes, de las libertades y de las
obligaciones internacionales [11].
Eventos que se
repetirían con la llegada de Woodrow Wilson a la presidencia, al
invadirse Nicaragua en 1912, Haití en 1915, Santo Domingo en 1916 y
República Dominicana de 1916 a 1924, entre otras invasiones. Así como
Wilson llevaría a los EE.UU a la Primera Guerra Mundial [12].
Así las cosas, después de la expansión naval, el mayor detonante para
la expansión comercial estadounidense sería la llegada de la depresión
de 1929. Siendo que esta demostraría que, si bien la industria
norteamericana se encontraba aun relativamente aislada del comercio
mundial – la agricultura y la ganadería en menor medida -, los depósitos
estadounidenses no se encontraban separados de los mercados financieros
internacionales.
De suerte que, ante la crisis, los EE.UU responden revocando la Ley Smoot-Hawley [13],
rebajan de manera selectiva los aranceles y sitúan al frente de la
política exterior a Cordell Hull, ferviente ideólogo del libre comercio [14].
Libre comercio que, desde 1943, a medida que se vislumbraba la
victoria, adquiere un tono político más acentuado en los Estados Unidos.
Pero que avanzara al igual que en Inglaterra, con la preocupación por
la propagación de movimientos de resistencia en Europa, Francia,
Bélgica, Italia, Yugoslavia y Grecia, liderados por distintas corrientes
de izquierda.
Y a las que se le sumaran en la primavera de
1944, el despliegue del Ejército Rojo por Europa del Este. Pero siendo
éste último movimiento el de mayor preocupación para los EE.UU, puesto
que, ante la Unión Soviética no se enfrentaban simplemente a una forma
de capitalismo distinta, sino a la negación misma del capitalismo.
Situación de la cual siempre habían estado consientes dirigentes
estadounidenses como Wilson, quien intenta acabar con el bolchevismo
enviando una expedición para ayudar al Movimiento Blanco en 1919.
De suerte que, para contrarrestar el avance del Ejército Rojo, las
ideas de Roosevelt, así como los ataques a Pearl Harbor, gestan una
oleada de indignación patriótica que marcaran una ruptura histórica en
el ámbito de la política exterior norteamericana.
Debido a que,
hasta el momento había existido una tensión en el seno del
expansionismo estadounidense, ante la convicción del separatismo
hemisférico y la exigencia del intervencionismo redentor. Pero las
condiciones ocurridas hasta 1943, permitirán se puedan fundir los dos
nacionalismos estadounidenses: el aislacionista y el intervencionista,
hasta dar origen en sentido estricto al imperialismo estadounidense [15].
El imperialismo Estadounidense y el discurso de la guerra contra el comunismo.
Con la llegada a la Casa Blanca de F.D. Roosevelt, en 1933, los EE.UU.
adoptaran la política de la “buena vecindad”, que tendría como fin
neutralizar el “antiamericanismo” y poder contar con aliados seguros en
caso de necesidad, en cuanto la guerra estallara en Europa.
A
causa de que, hasta antes de las dos guerras mundiales, las naciones de
América del Sur, padecían poco la influencia estadounidense. Ya que se
mantenían vinculadas a Gran Bretaña respecto a las finanzas y el
comercio, y con Francia o Alemania sobre el armamento y los problemas
militares. Todo con la intención de diversificar lo suficiente a sus
socios exteriores y lejanos, para no ser avasallados.
Y para
modificar dicha situación, la Primera Guerra Mundial coadyuvaría a los
intereses norteamericanos, puesto que, ésta les permitió aumentar su
influencia sobre sus vecinos meridionales, mucho más allá del Canal de
Panamá e imponer a las naciones del continente la entrada a la guerra
contra las potencias del Eje. Así como desencadenar un verdadero bloqueo
económico contra los Estados más recalcitrantes, entre los que se
encontraban Argentina.
Dentro de la misma lógica, cabe señalar
también que, en nombre de la lucha contra el nazismo, y en nombre de la
libertad, Estados Unidos podría fijar unilateralmente los precios de las
materias primas, mismas que pago con dólares inconvertibles.
Situación ante la que, pocos países podrán salir a flote, y en el caso
de Brasil gobernado por Getúlio Vargas, después de haber coqueteado un
tiempo con Alemania, enviaría una fuerza expedicionaria a Italia, que se
incorporó a un cuerpo del ejército estadounidense, así como presta sus
bases aéreas al ejército aéreo norteamericano, en la porción saliente
del nordeste, por lo cual obtendría a cambio un crédito del Eximbank
para la creación de la siderurgia brasileña [16] .
Hechos que, ya al finalizar las dos guerras, se enlazaran con las ideas
de un desarrollo capitalista a partir de la guerra, emanadas de los
círculos políticos estadounidenses, bajo el supuesto de que “La guerra
es la salud del Estado [17] y fortalecerán el desarrollo del imperialismo de ese país.
Máxime cuando, después del rápido auge económico ocurrido durante los
años treinta, Norteamérica, nuevamente se encontraba en una situación de
estancamiento de la que pudo salir gracias a la Segunda Guerra Mundial.
Pero demás, gracias a las dos guerras mundiales, los EE.UU
obtiene otros beneficios como la prosperidad del gobierno, un fuerte
patriotismo y un relajamiento de la lucha de clases. Puesto que, gracias
a la guerra, el gobierno se pudo dotar de mecanismos legales contra los
sindicatos que años antes habían prosperado, como la Ley de Espionaje,
que firmo Wilson, en junio de 1917.
Y que contenía una cláusula
que estipulaba penas de hasta veinte años de cárcel para cualquiera que
– cuando Estados Unidos estuviere en guerra – promoviera
intencionalmente, o intentase promover, insubordinación, deslealtad,
sedición o se negase a cumplir con su deber en las Fuerzas Armadas o
navales de los Estados Unidos, o si intencionadamente obstruía el
reclutamiento o el servicio de alistamiento de Estados Unidos.
Pero además, la Segunda Guerra Mundial debilitaría aún más a los
sindicatos, porque la economía de guerra creó millones de nuevos empleos
con mejores salarios, que permitían el acceso a ciertos bienes a grupos
de obreros mejor calificados y dividió las luchas por mejores
condiciones generales.
Situación que condujo en los Estados
Unidos a crear un clima en el cuál se planteó lo que Charles E. Wilson
(Presidente de la General Electric Corporatión) denominó como una
“economía de guerra permanente” consistente en una alianza continúa
entre las corporaciones y el ejército, pero modificando las
consecuencias de la Segunda Guerra Mundial que afectaban a los intereses
empresariales.
De acuerdo con Fred Halliday, los intereses
afectados eran el traslado sustancial de los recursos hacia la clase
trabajadora y las clases desfavorecidas en los países capitalistas
avanzados, mediante políticas de salarios y de asistencia social, así
como la aceptación de la URSS como una de las dos principales potencias
del mundo, a consecuencia de su papel fundamental en la derrota del
nazismo, y la sustitución del papel colonial por la independencia, en el
Tercer Mundo.
Para tal efecto, en agosto de 1941 Roosevelt y
Churchill anunciaron al mundo la Carta Atlántica, que exponía nobles
fines para el mundo de la posguerra, asegurando que sus países no
buscaban “el engrandecimiento territorial ni de otro tipo” y que
respetaban “el derecho de todos los pueblos a elegir la forma de
gobierno bajo la que querían vivir”.
Nobles intenciones por las
que se alabó la Carta, ya que declaraba el derecho a la
autodeterminación de los pueblos, pero secretamente los diplomáticos y
los empresarios trabajaban para que al concluir la guerra Estados Unidos
fuera la primera potencia económica del mundo. Antes de que finalizara
la guerra, la administración ya estaba planeando el esquema del nuevo
orden económico internacional, basado en una asociación entre el
gobierno y las grandes corporaciones [18].
Respaldados
en su absoluta superioridad económica, política y militar, así como en
el hecho de que los países capitalistas de Europa Occidental habían
terminado la guerra con una economía débil y destruida, los
imperialistas norteamericanos, una vez finalizada la contienda, se
lanzaron a dominar el mundo.
Empezando a practicar la política
de “guerra fría” contra la Unión Soviética y otros países socialistas,
así como realizaron esfuerzos para paralizar los movimientos de
liberación nacional de las colonias y los países dependientes [19].
Así, la idea rectora para América Latina sería sintetizada por Truman
como un hemisferio cerrado en un mundo abierto. Y en nombre de la
solidaridad geográfica, se trató de “proteger” al hemisferio del
comunismo, para lo cual se crearon dos instrumentos diplomáticos, uno
militar y el otro político.
El Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca o TIAR, trataría los asuntos militares, firmado en
Río en septiembre de 1947. Y la Carta de la Organización de los Estados
Americanos (OEA), respecto a lo político, firmada en Bogotá en mayo de
1948. De manera, que la OEA, reunida en Caracas en marzo de 1954,
votaría una resolución que condenaba al comunismo, considerándolo como
una injerencia inadmisible en los asuntos estadounidenses [20].
Mientras que, respecto a Europa, cuando los ingleses, el del 24 de
febrero de 1947, al intentar vencer una crisis económica, anunciaban que
retiraban su apoyo a un gobierno de derecha entronado en aquel tiempo
en Grecia, mismo que luchaba a muerte contra un movimiento de guerrilla.
Los Estados Unidos responderían de inmediato con la Doctrina Truman,
mediante la que proclamarían un protectorado americano sobre Grecia y
Turquía, anunciando que la política de Estados Unidos sería la de apoyar
a los pueblos libres que resistían los “atentados” de subyugación de
minorías armadas o de presiones exteriores [21].
Situación para la que además coadyuvaría, en 1950, la guerra no
declarada de Truman en Corea del norte, puesto que, la guerra de Corea
hizo que los liberales respaldaran la guerra y al presidente. Además de
que posibilito un tipo de coalición necesaria para sostener una política
de intervención en el extranjero y una economía militar en Estados
Unidos.
Y, desde entonces, diferentes conflictos como la
rebelión de pueblos coloniales que exigían su independencia como
indochina contra Francia, la victoria comunista de China en 1949, la
bomba atómica que por primera vez hizo estallar la URSS: sería descritos
ante la opinión pública de los Estados Unidos como indicios de una
conspiración comunista internacional dirigida por la URSS.
Pantalla con la que se llevaron acabó actos donde a todos los escolares
de Norteamérica se les hizo participar en simulacros de ataques aéreos
en el que las sirenas alertaban de un ataque soviético; los niños tenían
que agacharse bajo sus pupitres hasta que no hubiese “peligro” [22].
Así como se comenzó a enseñar a los norteamericanos de cualquier edad
que el anticomunismo era heroico, mediante el superhombre de comic, el
Capitán América, se decía: “Comunistas, espías, traidores y agentes
extranjeros, ¡tened cuidado! El Capitán América, con el apoyo de todos
los hombres libres y leales, os está buscando” [23].
Resultando entonces que, mediante la propagación estadounidense de la
histeria anticomunista su presupuesto militar absorbía la mitad de su
presupuesto nacional y la población lo aceptaba, lográndose que el país
se sumergiera en el sueño de Charles E. Wilson de una guerra permanente
que “beneficiara a toda la nación”, y que sin embargo mantenía grandes
focos de pobreza, pero había la suficiente gente con trabajo y ganando
lo bastante para que las cosas se mantuvieran en calma.
Además
de que, aprovechando la debilidad e intereses comunes de los países
capitalistas, mediante la Doctrina Truman y el Plan Marshall se
lograrían echar las bases para futuras “ayudas militares” con la
creación de bloques militares (NATO, SEATO, CENTO), firmar acuerdos
bilaterales con muchos gobiernos y construir numerosas bases en el
territorio de otros Estados capitalista, principalmente en el de
aquellos que estaban situados alrededor de los países socialistas y
regiones como Latinoamérica [24].
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Hemerografía
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Rebelión. Las mentiras detrás de las guerras de EE.UU. Por: Jon Basil Utley. 02-05-2018.
Contralínea. Año 15, número 509. Del 10 al 16 de octubre de 2016.
El Financiero. Reino Unido quiere a México como su socio. 22-05-2018.
La Jornada. Martes 22 de mayo de 2018
La Jornada. Miércoles 23 de mayo de 2018.
DOCUMENTOS DE TRABAJO IELAT. Nº 38 – Mayo 2012. Entre dominación europea y estadounidense: independencia y comercio exterior de México (siglo XIX). Por: Walther L. Bernecker.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, núm. 91, p. 197-220. La política exterior neoconservadora en Estados Unidos Cambios, continuidades y perspectivas. Por: Mariano Andrés Guida.
Universidad de Alcalá / ACISAL. 1898 EN EL CONTEXTO DEL INTERVENCIONISMO NORTEAMERICANO EN HISPANOAMÉRICA. Por: Carmen Pumar Martínez.
Notas
[1] DOCUMENTOS DE TRABAJO IELAT. Nº 38 – Mayo 2012. Entre dominación europea y estadounidense: independencia y comercio exterior de México (siglo XIX). Por: Walther L. Bernecker.
[2] Bosch García Carlos. La base de la política exterior estadounidense. UNAM, 1986. Pp. 12-23.
[3] En ese año escribió «the
right of our manifest destiny to overspread and to possess the whole of
the continent which Providence has given us for the development of the
great experiment in liberty and federated selfgovernment entrusted to us.
[4] Universidad de Alcalá / ACISAL. 1898 EN EL CONTEXTO DEL INTERVENCIONISMO NORTEAMERICANO EN HISPANOAMÉRICA. Por: Carmen Pumar Martínez.
[5] García Cantú Gastón. Las invasiones norteamericanas en México. Era, Sep, primera edición en lecturas mexicanas, 1986. Pp. 117-121.
[6] Universidad de Alcalá / ACISAL. 1898 EN EL CONTEXTO DEL INTERVENCIONISMO NORTEAMERICANO EN HISPANOAMÉRICA. Por: Carmen Pumar Martínez.
[7] Rouquié Alain. América Latina. Introducción al extremo occidente. Siglo Veintiuno, 4a edición, 1997. Pp. 385-386.
[8] Al respecto destaco el Manifiesto de Ostende,
también denominado Circular de Ostende, documento escrito en 1854 que
describía los motivos por los que Estados Unidos debía comprar Cuba a
España, debiendo declarar la guerra al país europeo si este rechazase la
venta. La anexión de la isla había sido durante mucho tiempo un
objetivo de los esclavistas de Estados Unidos y fue apoyada por una
facción en Cuba. A nivel nacional, los líderes estadounidenses estaban
satisfechos al ver que la isla era administrada por las débiles manos
españolas, siempre que no pasara a una potencia más fuerte, como el
Reino Unido o Francia. El Manifiesto de Ostende propuso un cambio en la
política exterior, justificando el uso de la fuerza para tomar Cuba en
nombre de la seguridad nacional. Se produjo un debate sobre la
esclavitud en los Estados Unidos, el Destino manifiesto y la doctrina
Monroe, ya que los propietarios de esclavos buscaban un nuevo territorio
para la expansión de la esclavitud.
En: Bosch García Carlos. La base de la política exterior estadounidense. UNAM, 1986. Pág. 39.
[9] Universidad de Alcalá / ACISAL. 1898 EN EL CONTEXTO DEL INTERVENCIONISMO NORTEAMERICANO EN HISPANOAMÉRICA. Por: Carmen Pumar Martínez.
[10] Bosch García Carlos. La base de la política exterior estadounidense. UNAM, 1986. Pp. 40-41.
[11] Rouquié Alain. América Latina. Introducción al extremo occidente. Siglo Veintiuno, 4a edición, 1997. Pág. 386.
[12] Anderson Perry. Imperium et consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos. Akal, 2014. Pág. 16.
[13]
La Tariff Act of 1930 (Ley de Aranceles de 1930, en español), conocida
como Ley Hawley-Smoot, fue una ley aprobada en Estados Unidos el 17 de
junio de 1930, propuesta por los senadores Reed Smoot y Willis C.
Hawley, que elevó unilateralmente los aranceles estadounidenses a los
productos importados, para intentar mitigar los efectos de la Gran
Depresión iniciada en 1929.
[14] Anderson Perry. Imperium et consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos. Akal, 2014. Pp.18-19.
[15] Anderson Perry. Imperium et consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos. Akal, 2014. Pp. 28-32.
[16] Rouquié Alain. América Latina. Introducción al extremo occidente. Siglo Veintiuno, 4a edición, 1997. Pp. 387-388.
[17]
Zinn Howard. “La otra historia de los Estados Unidos.” Siglo veintiuno
editores. 1999. Frase de Randolph Bourne citada por Zinn en este texto.
Pág. 265
[18] La Iniciativa Mérida: Estado, militarización y contrainsurgencia en México. Tesis de grado maestría presentada por: Ramón César González Ortiz. Pág. 34.
[19] Faramazian R., “Los Estados Unidos: militarismo y economía.” Editorial Progreso 1975, Pp. 21-22
[20] Rouquié Alain. América Latina. Introducción al extremo occidente. Siglo Veintiuno, 4a edición, 1997. Pág. 389.
[21]
Baran A. Paul y Sweezy M. Paul. “El capital monopolista. Ensayo sobre
el orden económico y social de Estados Unidos.” Siglo Veintiuno
Editores. 1982. Pág. 154.
[22] Zinn Howard, op. cit., p. 318 .
[23]
Baran A. Paul y Sweezy M. Paul. “El capital monopolista. Ensayo sobre
el orden económico y social de Estados Unidos.” Siglo Veintiuno
Editores. 1982. Pág. 150 .
[24] Faramazian R., “Los Estados Unidos: militarismo y economía.” Editorial Progreso 1975. Pág. 22 .
Ramón César González Ortiz es Licenciado en Sociología y Maestro en Estudios Políticos por la UNAM.
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