Nuestras Voces

Carnaval en Río de Janeiro 2006. La escuela de
samba Vila Isabel danza a un ritmo caliente y canta en portuñol: “Soy
loco por tí América”. En el centro avanza una carroza imponente desde
donde brotan las figuras de Simón Bolívar, el General José de San
Martín, Ernesto “Che” Guevara, Salvador Allende y el cubano José Martí.
“La política se ha invitado al Carnaval, la gran fiesta carioca se tiñó
de política. La compañía petrolera venezolana PDVSA financió con medio
millón de dólares el desfile de Vila Isabel, que ese año obtuvo el
primer premio para el horror de la prensa local por la victoria de la
samba comunista”, detalla el escritor Marc Saint Upery en su libro El sueño de Bolívar. Más
de una década atrás, la izquierda latinoamericana ganaba el carnaval y
una cuota importante de la batalla cultural, la integración se convertía
en un fenómeno mainstream. No era un hecho fortuito, en esa
temporada el power trío latinoamericano conformado por Hugo Chávez,
Néstor Kirchner y Luiz Ignacio Lula Da Silva presidían sus países y
todavía se saboreaba en los mitines bolivarianos el sabor de la victoria
contra el proyecto librecambista del ALCA.
2018 será un año a puro
fútbol y política. La primer referencia es por el Mundial de Rusia,
claro está, y la segunda cuestión está relacionada con la inédita cadena
de comicios presidenciales que se darán en la región. En apenas seis
meses los ciudadanos de Venezuela, Paraguay, Colombia, Brasil y México
elegirán a su primer mandatario. En todos los casos -salvo en Costa
Rica-, las fuerzas populares tienen serias posibilidades de ganar. Si
los sondeos se tradujeran en votos, Nicolás Maduro en Caracas, Efraín
Alegre desde Asunción, Gustavo Petro en Bogotá, Luiz Inácio Lula Da
Silva (o el candidato que el PT elija sí prospera la proscripción a
Lula) en el Palacio Planalto y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) desde
el Zócalo podrían hilar un nuevo mapa de poder latinoamericano.
Otro norte para el sur
Alfredo
Serrano Mancilla es el Director del Centro Estratégico Latinoamericano
de Geopolítica (CELAG), una plataforma académica de análisis e
investigación integrada por analistas, intelectuales, funcionarios, ex
gobernantes (como el ecuatoriano Rafael Correa), periodistas y
académicos de toda la región. En diálogo con Nuestras Voces,
Serrano Mancilla apunta que: “Es muy notoria la dificultad del campo
neoliberal regional para ganar en los países donde la experiencia
progresista está muy fresca en la memoria. Ese déficit electoral se da a
pesar del insistente anuncio, tanto de los medios como de diferentes
usinas de pensamiento, sobre la vigencia de la restauración conservadora
latinoamericana. Con la excepción de (Mauricio) Macri en Argentina, que
venció en dos instancias electorales recientes, podemos observar que
los proyectos neoliberales zonales no cuentan con una gran adhesión
electoral. Recordemos que el otro referente del eje conservador, Michel
Temer, accedió al gobierno mediante un putsch. Además, durante
este año no sólo podría haber un cambio de timón en México, Paraguay y
Brasil, si no que también se abre una ventana a favor del cambio popular
en Colombia. A dos meses de los comicios en ese país existen dos
alternativas muy fuertes al aristocrático régimen local: la candidata
Piedad Córdoba (líder en el proceso de paz) ya reunió un millón de
firmas a favor de su candidatura e, incluso, el ex alcalde de Bogotá
Gustavo Petro (Movimiento Progresistas, ex Polo Democrático y ex
integrante de la guerrilla M-19) ya aparece disputando el primer lugar
en las encuestas”.
Indudablemente, por su peso económico, la
posibilidad de un triunfo popular en México destella como el hecho más
significativo dentro de las hipótesis electorales ya mencionadas.
Recapitulando, en clave geopolítica, siempre hubo un doble liderazgo en
América Latina. Por influencia económica, Brasil marcó y marca su
tutelaje sobre el Cono Sur, y el país azteca, por cercanía comercial con
los EE.UU. y ensamble zonal en temas sensibles -migración o drogas- con
la máxima potencia, irradió su influencia sobre su backyard más
cercano: Centroamérica y el Caribe. En ese sentido, vale la pena
recordar que el boom progresista latinoamericano de principios de siglo
nunca pudo mostrar a la estratégica pieza mexicana en su góndola.
Segunda economía latinoamericana, plaza industrial robusta en nichos
claves como el crudo y las autopartes, tan lejos de Dios y tan cerca de
los EE.UU., un Ejecutivo mexicano enfundado con los colores de Morena
(Movimiento de Regeneración Nacional) podría, sobre todo ante el
evidente proteccionismo de Donald Trump, redirigir los vectores de la
economía de su país hacia el sur. Un hecho geoeconómico que pondría en
jaque la letra chica de varios acuerdos librecambistas: la Alianza del
Pacífico, el nuevo regionalismo abierto del Mercosur y el propio NAFTA
(que vincula a Canadá, México y EE.UU.).
Cecilia Gónzalez, corresponsal en Buenos Aires de la agencia Notimex, ayuda a Nuestras Voces
a ver con “ojos mexicanos” el inaudito proceso electoral mexicano,
donde AMLO podría cortar el largo ciclo conservador de su país. Desde
hace casi un siglo, el Ejecutivo de ese país siempre estuvo en manos del
poderoso PRI y en dos turnos por sus primos hermanos del PAN; una
fuerza que, a diferencia del oficialismo, es menos estatocéntrica para
marcar el rumbo económico. “La clara posición ventajosa de Morena en los
sondeos se explica en parte por el hartazgo de la población a la
violencia y la corrupción. Tanto el PRI como el PAN centraron sus
campañas en afirmar que López Obrador era un peligro para México,
pero ellos han dejado al país sumido en un baño de sangre. Entonces,
mucha gente se está preguntando sí, realmente, López Obrador puede ser
más peligroso de verdad de lo que fueron Felipe Calderón (ex presidente)
o (Enrique) Peña Nieto. Pero, en otro sentido, el favoritismo de AMLO
no es algo tan sorprendente. Ya en 1988, y en el 2006, Cárdenas y López
Obrador respectivamente, pudieron haber destronado al PRI, pero la
manipulación de votos, o el fraude, perpetrado desde el poder impidió un
cambio de régimen”, interpreta Gónzalez.
Sobre López Obrador, a
quién los medios influyentes rebautizaron “Amlovich” para ironizar sobre
el supuesto financiamiento de Vladimir Putin en su campaña, la
corresponsal de Notimex perfila que: “López Obrador es un dirigente
progresista, aunque ahora tiene muchos aliados de derecha, que va por su
tercera campaña presidencial y que hizo un buen gobierno en la ciudad
de México. A su favor, por más que le han buscado y hecho campañas
sucias, nunca lo han podido acusar de corrupción. Eso sí, su carácter
autoritario a veces lo lleva a boicotearse, además de que no ha
construido liderazgos sustitutos. Su movimiento comienza y termina con
él, ése es un gran problema”.
Proscripción o muerte
Nicolás Maduro, candidato del debutante sello electoral bolivariano Somos Venezuela,
también pelea contra la proscripción política, no de su movimiento
claro, sino de las elecciones presidenciales, convocadas finalmente para
el 20 de mayo. La oposición nucleada en la Mesa de Unidad Democrática
sintió la presión de Rex Tillerson, ex jefe diplomático de los Estados
Unidos -en su reciente gira regional alentó la posibilidad de que haya
una asonada militar “democrática” en Caracas- y, a último momento, y en
contra de sus propios dichos, no estampó su firma en el diálogo
internacional de Santo Domingo que buscaba, con el auspicio del ex
presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, consensuar un
calendario electoral respetado por todos. Por lo tanto, corrida la MUD
de los comicios, el ex gobernador del Estado de Lara Henri Falcón,
candidato por Avanza Progresista, y que cuenta con la adhesión tácita
del ala más dialoguista MUD, aparece como el rival más sólido del
antichavismo. Sin embargo, Maduro es ampliamente favorito en ganar.
Tras
la corta y exitosa carrera de “golpes blandos” en la región
(destituciones parlamentarias terminaron con gobiernos electos en
Honduras, Paraguay y Brasil en la última década), ¿Habrá llegado a
Latinoamérica la era de las “proscripciones blandas? Serrano Mancilla
concluye que: “Hay una nueva articulación de la derecha regional que
está impidiendo, de una u otra forma, la posibilidad de que ciertos
candidatos progresistas puedan concurrir a las urnas para ser sometidos a
referéndums electorales. Es el caso de Lula, es el caso de Cristina
(Fernández), es el caso de (Rafael) Correa, que están siendo desplazados
de la compulsa electoral por parte de las élites mediante una
estrategia centrada en el lawfare (la utilización del derecho en el
combate político). Eso denota que en el ámbito electoral la derecha
latinoamericana tiene amplias dificultades. Sin embargo, indudablemente,
su ascendencia en el campo económico y su notoria utilización de los
latifundios informativos se mantiene firme. Recapitulando, las fuerzas
conservadoras están utilizando subterfugios de los más llamativos, como
el visto en Ecuador, donde todas las fuerzas políticas se han unido en
un plebiscito manipulado para vencer al correísmo, en pos de limitar la
participación de los líderes más populares”.
El Supremo Tribunal
Federal de Brasil decidirá el próximo miércoles si concede a los
abogados del ex presidente Lula el recurso extraordinario presentado
para evitar la prisión de su defendido en una causa tan maniatada donde,
incluso, el ex mandatario es señalado como culpable por recibir en
calidad de soborno un inmueble que nunca ocupó. Evidentemente, más allá
de los desafíos expuestos, si los pronósticos se confirman, el segundo
semestre encontraría a los latinoamericanos más unidos que dominados.
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