Por Adel Pereira*
No hay todavía distancia histórica suficiente para hacer una
exposición que abarque con total justicia el papel de Fidel en la
historia del ser humano. Fue una de esas personas cuya vida y obra son
indisolubles. No es posible una observación sobre algún aspecto de sí
que no guarde una relación directa con la idea de la Revolución, con la
idea de transformar el mundo en un espacio de habitable humanidad, con
la idea de la acción concreta para la trascendencia en la escala
evolutiva de la convivencia humana.
Por un lado, la personalidad extraordinaria, voluntarista; por otro,
la necesidad histórica que exige transformaciones sociales. Por un lado
el ímpetu del líder; por otro, las condiciones objetivas, desfavorables.
El resultado, una revolución, un fenómeno político con todas las leyes
de la historia en contra, y sin las condiciones subjetivas. Aun así,
hubo revolución, hubo triunfo de la revolución y hubo construcción de un
nuevo país en revolución, que hasta día de hoy, a 59 años después,
permanece en pie contra todo pronóstico.
Y es que Fidel comprendió rápidamente, tal vez debido a su condición
revolucionaria, que el socialismo es una posibilidad, no es una
consecuencia ineluctable, no es una dádiva, es una elección política que
era preciso buscar para la supervivencia de Cuba y de la especie
humana.
Por eso es que Fidel no es sólo patrimonio de cubanos y cubanas,
porque su pensamiento y acción estaban focalizados sobre la humanidad
toda. Hasta en sus últimas palabras públicas, aquellas de la clausura
del VII congreso del PCC en abril de 2016, estuvo presente la
preocupación por el futuro del ser humano. Pero sobre todo, recuerdo en
estos días aquel discurso suyo, de 1979, en la ONU, por su abrumadora y
total vigencia: “Se habla con frecuencia de los derechos humanos,
pero hay que hablar también de los derechos de la humanidad (…) hablo en
nombre de aquellos a los que se les ha negado la vida y la dignidad
humana”. (1)
Nadie le había hablado antes con esa claridad a las naciones del
mundo. En ese discurso lanzó una batería de preguntas que todavía hoy
resuenan en ese recinto: “¿Cuál es el destino de estos? ¿Ser
eternamente pobres? ¿Para qué sirve entonces la civilización? ¿Para qué
sirve la conciencia del ‘hombre’? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas?” (2)
No son injustificadas tantas misiones médicas de Cuba por el mundo, junto a otros proyectos de ayuda y solidaridad.
Pese a la escasez de recursos y las duras limitaciones que impone el
bloqueo de EE.UU., la Isla apuesta por la conciencia del ser humano.
Mientras unos invierten en Bolsa, y piensan solo en el beneficio propio,
la Revolución invierte en formación y en trabajo por el bien común de
la humanidad. Es indiscutible que detrás de cada acción solidaria que
hace Cuba está la convicción y determinación de un pueblo entero, pero
es innegable que las ideas de Fidel están sembradas en esa conciencia
colectiva.
Por eso es que hoy toda Cuba, prácticamente, dice #YoSoyFidel y
#FidelEsCuba; y ciertamente es así, sin que se trate de una metáfora al
uso. La identificación extraordinaria entre Fidel y el pueblo nace de la
estrecha complicidad y no de la imposición; no del artificio ni del
chovinismo, sino del reconocimiento mutuo, de verse compañeros y
compañeras. Entre Fidel y el pueblo se dio un claro ejemplo de
colaboración directa en la construcción social de la realidad, donde lo
individual halla la manifestación de su totalidad en lo/y en el
colectivo. A fin de cuentas, un “hombre” (dígase ser humano) solo no es
nada.
La realidad objetiva del progreso humano le impone al “hombre” la
necesidad de la fuerza de toda la sociedad como única condición del
progreso, decía Fidel. Creo “… que mis venas no terminan en mí sino
en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas,
el paisaje y el pan, la poesía de todos”, escribió el poeta, ensayista, periodista e intelectual salvadoreño Roque Dalton (3)
Sin duda, el resultado de esa relación entre Fidel y el pueblo, es un
claro ejemplo de cómo se construye un ser social nuevo, y de cómo éste
acaba determinando la conciencia social en favor de una sociedad nueva,
más justa, más igualitaria, más democrática. Una democracia “con todos y para el bien de todos”
(4). No la del espectro de partidos de derecha a izquierda, sino la del
pueblo, la de los trabajadores, la de los campesinos, la democracia de
mujeres y hombres humildes.
No hay que olvidar que para Fidel, Revolución es ayudarse entre
todos, y su acción personal concreta en ese sentido era hacer lo que más
le gustaba: salir del despacho a la calle, a los pueblos, a las
comunidades. No por burdo populismo electoralista, esa no es la esencia
de la democracia cubana, sino por pura necesidad vital de hacer avanzar
la Revolución hacia la consecución del socialismo. Como él mismo decía: “la
experiencia, la vida me ha enseñado que nada supera el método de estar
en constante relación con los hechos, de estar en constante relación con
los problemas, de estar en constante relación con el pueblo, porque es
el manantial más inagotable de información, de conocimiento, de
sabiduría, de ,incluso, sentimiento revolucionario”. (5)
He aquí el factor clave en Fidel: el sentimiento revolucionario. Sin
duda alguna, mucho habrán de decir quienes se encomienden a la tarea de
dotar de razones científicas los estudios del pensamiento y la obra de
Fidel y de la Revolución cubana. De cómo ésta última, por ejemplo, ha
sobrevivido y sobrevive a las leyes objetivas de su propio contexto
geopolítico, a 90 millas del imperio más poderoso que jamás haya
existido sobre la tierra. De cómo se han podido implementar las
políticas de una revolución socialista ante sus narices. De cómo ha sido
posible que Fidel les sobreviviera tantos años, al punto de llegar a
convertirse en algo todavía más importante que en un referente para los
revolucionarios de cualquier latitud.
Fidel es, para los pueblos dominados y explotados, para los oprimidos
del mundo, una guía para la acción contra el capitalismo dominante y
sus clases opresoras. La voz que dice a nuestra conciencia que sí se puede luchar contra lo imposible y vencer.
(1) XXXIV periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, Nueva York, el 12 de octubre de 1979, Discurso de Fidel Castro.
(2) Idem.
(3) Antología Poética. Poemas Clandentinos, “Como tú”, Roque Dalton.
(4) Discurso pronunciado por José Martí en el Liceo cubano, en Tampa, EEUU, en noviembre 26 de 1981. O.C. 4: 279
*Asociación de Cubanos/as en Cataluña “José Martí”
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