La
prensa haitiana –tal vez más nadie– ayer destacó la noticia que los
llamados “donantes internacionales”, convocados a comprometerse con el Plan de erradicación del cólera
en Haití, habían ofrecido apenas USD 52,5 millones de los USD 310
millones necesitados para los próximos tres años. Agregaron que la
reunión en Washington fue convocada por el Banco Mundial, a iniciativa
de las Naciones Unidas.
Hoy,
probablemente sea también apenas la prensa haitiana que destaca que el
Consejo de Seguridad de esas mismas NN.UU., votó esta mañana para
autorizar un año más de permanencia de la MINUSTAH, su Misión para la
Estabilización de Haití, establecida hace ya 10 años en ese pequeño
país caribeño, cuna de grandes aportes a la historia de la humanidad
como el fin de la esclavitud. Tal vez agregan que el presupuesto anual
de USD 500 millones ya ha sido aprobado para el mantenimiento de esta
fuerza de ocupación, responsable, entre otros despropósitos, por la
introducción de la bacteria del cólera que ha matado a más de 9000
haitianos y haitianas y continúa causando estragos, sin que NN.UU.
reconozca su responsabilidad o menos aún, asegure la reparación del
verdadero crimen cometido.
Este
desorden de prioridades es un profundo equívoco que sufre hoy el pueblo
haitiano, como tantos otros, con graves consecuencias para su futuro y
el de nuestro mundo entero.
Centenares
de organizaciones y personas de América latina, el Caribe y otras
partes del mundo, en vísperas de la votación, nos dirigimos nuevamente
a las autoridades y gobiernos intervinientes en la ocupación de Haití,
para reclamar la no-renovación de esta Misión llamada de “Paz”[1].
Pero el mismo Consejo de Seguridad, que el hermano Evo Morales
recientemente bautizó de “Inseguridad”, sigue afirmando que Haití es un
peligro para la paz de la región, y contra toda evidencia renueva la
presencia de esta fuerza tutelar que lejos de “estabilizar” a la
sociedad haitiana, ha violado sus derechos humanos más básicos,
socavado el funcionamiento de sus instituciones y sometido por completo
su soberanía y autodeterminación.
En
la misiva que además dirigimos a las instituciones de la integración
regional, como la UNASUR y la CELAC, repudiamos especialmente el hecho
que los gobiernos y parlamentos de muchos de nuestros países
latinoamericanos –responsables de la mayor parte del contingente de la
MINUSTAH– acepten participar en la tercerización de esta ocupación y el
proceso de recolonización en marcha, haciendo caso omiso de la voluntad
del pueblo y los dos pedidos del Senado haitiano. Pese al ejemplo dado
por otros países como Cuba y Venezuela, que siguen mostrando que una
cooperación respetuosa de la soberanía, los derechos y necesidades del
pueblo es posible.
Reiteramos
nuestro llamado por el retiro inmediato de todas las tropas ocupando
Haití. En su lugar, generemos una verdadera fuerza de solidaridad,
dando vuelta el desorden de prioridades establecido, escuchando a las
demandas y propuestas de las organizaciones populares haitianas y
contribuyendo en la construcción de nuevos paradigmas de cooperación
hacia un nuevo pacto de civilización.
Buenos Aires, 14 de octubre de 2014
- Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz
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