La desestabilización sistémica
El
investigador y ex diplomático Peter Dale Scott compara
los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el asesinato de John
F. Kennedy y el atentado de Oklahoma City. Y demuestra así la
permanente existencia de un Estado profundo, más allá de las
apariencias.
Los acontecimientos profundos estructurales y la estrategia de la tensión en Italia
Desde Estados Unidos, no resulta difícil observar
cómo la Historia italiana de la segunda mitad del siglo 20 fue
claramente desestabilizada por una serie de hechos del tipo de los que
he decidido llamar «acontecimientos profundos estructurales». He definido esos hechos como «acontecimientos
[…], (del tipo del asesinato de John F. Kennedy, el allanamiento del
Watergate o el 11 de Septiembre), que afectan brutalmente la estructura
social [y que] tienen un gran impacto en la sociedad […]. Por otro
lado, constantemente implican actos criminales o violentos. Y,
finalmente, a menudo son perpetrados por una oscura fuerza desconocida». [1]

- El atentado de la Piazza Fontana

- El atentado contra la estación de Bolonia
Vinciguerra reveló también que había sido miembro de una red paramilitar «stay-behind» junto a varios de sus cómplices. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la CIA y la OTAN habían creado aquella red bajo el nombre codificado de «Operación Gladio».
En 1984, cuando varios jueces lo interrogaban sobre el bombazo de 1980 contra la estación ferroviaria de Bologna, Vinciguerra declaró:
«Con [la masacre] de Peteano y todas las que vinieron después ya nadie debería dudar de la existencia de una estructura activa y clandestina, capaz de elaborar en la sombra aquella estrategia de matanzas. [Se trata de una estructura] insertada en los órganos mismos [del Estado]. […] En Italia existe una organización paralela a las fuerzas armadas, que se compone de civiles y militares y con vocación antisoviética, o sea destinada a organizar la resistencia contra una posible ocupación del territorio italiano por parte del Ejército Rojo. […] Una organización secreta, una súper organización que tiene su propia red de comunicación, armas, explosivos y hombres entrenados para utilizar todo eso. […] Una súper organización [que], a falta de una invasión soviética, recibió de la OTAN la orden de luchar contra un deslizamiento del poder hacia la izquierda en este país. Y eso fue lo que hicieron, con el respaldo de los servicios secretos del Estado, del poder político y del ejército.» [4]Más tarde, fueron revelándose en otros países, como Bélgica y Turquía, los vínculos de la red Gladio con largas campañas de violencia bajo bandera falsa –en las que aparecía nuevamente la implicación de la OTAN y de la CIA. [5]
El objetivo inicial de Gladio era consolidar la resistencia en caso de invasión soviética. Pero la mayoría de los altos responsables italianos implicados en los atentados con bombas también subrayaron la responsabilidad de la CIA y de la OTAN en aquellos actos:
«El general Vito Miceli, ex jefe de la inteligencia militar italiana, luego de su arresto en 1974 bajo la acusación de conspiración con vistas a derrocar el gobierno, testimonió “que las organizaciones incriminadas […] se formaron gracias a un acuerdo secreto con Estados Unidos y [evolucionaron] en la estructura de la OTAN”.En su importante libro Les Armées Secrètes de l’OTAN [Los ejércitos secretos de la OTAN], Daniele Ganser se refiere a un artículo publicado en la prensa española, en 1990, en el que se habla de Manfred Worner, un político y diplomático alemán que era en aquel entonces secretario general de la OTAN. Aquel año, según el artículo, el señor Worner confirmó en secreto que el cuartel general de la OTAN –el SHAPE– era en realidad responsable de la red Gladio:
El ex ministro de Defensa Paulo Taviani declaró al magistrado Casson, durante una investigación [realizada] en 1990, que durante su periodo en el ministerio (1955-1958), los servicios secretos italianos eran dirigidos y financiados por “los boys de la Vía Veneto” –en otras palabras, los agentes de la CIA en la embajada de Estados Unidos en pleno centro de Roma. En 2000, “un general de los servicios secretos italianos [nombrado Giandelio Maletti] declaró […] que la CIA había dado su aprobación tácita a una serie de atentados con bomba en los años 1970, para crear inestabilidad e impedir que los comunistas llegasen al poder. […] “La CIA quería, a través del nacimiento de un nacionalismo extremista y de la contribución de la extrema derecha, sobre todo la de Ordine Nuovo, impedir que [Italia] se inclinara hacia la izquierda, agregó”.» [6]
«El Supreme Headquarters Allied Powers Europe o SHAPE, el órgano de mando del aparato militar de la OTAN, coordinaba las operaciones del Gladio. Eso es lo que ha revelado el secretario general Manfred Worner en una entrevista con los embajadores de las 16 naciones aliadas de la OTAN.» [7]Sacando sus propias conclusiones de esa afirmación, Ola Tunander comparó la estrategia de la tensión en Italia –con sus atentados bajo bandera falsa– a «lo que la élite militar turca podría describir como la redirección forzada de la democracia por el “Estado profundo” [se trata de una expresión turca]». [8]
Me parece, sin embargo, que sería demasiado simplista atribuir la estrategia de la tensión en Italia únicamente a la «súper organización [que] recibió de la OTAN la orden [de perpetrar atentados bajo bandera falsa]», retomando las palabras de Vinciguerra. Resulta que otras fuerzas tuvieron un papel de primera línea en la estrategia de la tensión, actuando junto a la OTAN y a grupúsculos que Vinciguerra conocía gracias a la inteligencia militar italiana (el SID, que se convertiría después en el SISMI). Es importante recordar que, en Italia, los juicios contra los individuos condenados por el atentado de 1980 contra la estación de Bolonia no sólo tenían que ver con Vinciguerra, el SISMI y el Gladio sino también con elementos de la mafia italiana (la Banda della Magliana) y con la logia masónica Propanga-Due (P-2) –esta última estaba además vinculada a una serie de banqueros criminales y al Vaticano. [9]

- La estrategia de la tensión
¿Se aplicó en Estados Unidos una estrategia de la tensión?
Como ya he escrito anteriormente, los vínculos de la red Gladio con prolongadas campañas de violencia bajo bandera falsa –en las que nuevamente aparecen implicadas la OTAN y la CIA– se conocieron posteriormente en otros países, como Bélgica y Turquía [10]. Quisiera señalar que Estados Unidos, al igual que Europa, ha sufrido también una sucesión comparable de acontecimientos profundos estructurales bajo bandera falsa. Esto incluye atentados con bomba que, siguiendo una misma estrategia de la tensión, han llevado sistemáticamente Estados Unidos a su actual situación: un estado de urgencia.
- El Cuartel General de la OTAN
- El asesinato de John F. Kennedy, en 1963, o 22 de noviembre, que condujo a la operación de la CIA conocida como Caos contra el movimiento de oposición a la guerra de Vietnam. (El 22 de noviembre fue claramente un acontecimiento profundo: numerosos documentos sobre la relación de Lee Harvey Oswald con la CIA siguen siendo secretos, a pesar de las demandas de medios judiciales y parlamentarios a favor de su publicación.) [11]
- El asesinato de Robert Kennedy, en 1968, al que siguió la inmediata adopción de una ley de excepción. El resultado de esa ley fue una brote de violencia justificada por el Estado durante la convención del Partido Demócrata de 1968.
- El primer atentado con bomba contra el World Trade Center, en 1993, y el de Oklahoma City, en 1995, que dieron lugar a la adopción de la Antiterrorism and Effective Death Penalty Act de 1996.
- El 11 de septiembre de 2001 y los ataques con ántrax de ese mismo año, que condujeron a la imposición de las medidas de «continuidad del gobierno» (COG, siglas de Continuity of Government), al voto de la Patriot Act y a la proclamación, el 14 de septiembre de 2001, de un estado de urgencia que todavía se mantiene en vigor. Ese estado de urgencia fue renovado por un año más en septiembre de 2012. [12]
- Como en Italia, la mayoría de esos acontecimientos fueron atribuidos a elementos marginales. Pero en realidad implicaron a facciones que se mueven dentro de las agencias de inteligencia clandestinas de Estados Unidos, así como las oscuras conexiones que estas mantienen con los círculos del crimen organizado;
- Algunos de esos elementos profundos estructurales están vinculados a la planificación permanente tendiente a garantizar la «continuidad del gobierno» (COG) en tiempos de crisis. Conocida en el Pentágono bajo la denominación de «Proyecto Juicio Final» (Doomsday Project), esa planificación disponía de su propia red secreta de comunicaciones seguras. Incluía también medidas tendientes a instaurar lo que en tiempos del Irangate, durante las audiencias del teniente coronel Oliver North en el Congreso estadounidense, se llamó una «suspensión de la Constitución de los Estados Unidos»;
- En cada uno de esos casos, la respuesta oficial a los acontecimientos profundos fue la adopción de un conjunto de nuevas medidas represivas, habitualmente a través de la vía legislativa;
- La acumulación de esos sucesos hace pensar en la presencia permanente, en Estados Unidos, de lo que yo llamo una «fuerza oscura» o un «Estado profundo» comparable a lo que Vinciguerra describió en Italia como una «fuerza secreta [oculta y] clandestina, capaz de elaborar en la sombra una estrategia de matanzas [sucesivas].» [13]
El atentado de Oklahoma City
y el 11 de septiembre

- El atentado de Oklahoma City
En efecto, el documental A Noble Lie da a conocer grandes similitudes entre los acontecimientos de abril de 1995 y los de septiembre de 2001. El paralelo más evidente es la supuesta destrucción, por fuerzas externas, de un inmueble con estructura de acero reforzado (por un camión lleno de explosivos, en el caso del edificio Murrah, y por los escombros proyectados durante el derrumbe de la torre norte del World Trade Center, en el caso del Edificio 7 [o Building Seven], en 2001). En ambos casos, algunos expertos afirmaron que, en realidad, únicamente cargas explosivas de corte instaladas directamente en las columnas de carga situadas dentro de los edificios habrían podido provocar el derrumbe de estos. Veamos, por ejemplo, un informe entregado al Congreso por Benton K. Partin, general de brigada en retiro de la US Air Force, experto en explosivos no nucleares:
«Cuando vi por primera vez las fotos de los daños asimétricos del camión cargado de explosivos en el edificio federal, mi reacción inmediata fue pensar que era técnicamente imposible generar ese tipo de daños sin poner cargas de demolición suplementarias en varias columnas de carga de hormigón armado. […] Con lo que hoy se sabe sobre el poder y la composición de la bomba, el que la simple explosión de un camión cargado de explosivos pudiese [destruir el edificio] en una profundidad de 18 metros y provocar el derrumbe de una columna de carga de dimensión A-7 es algo que resulta incomprensible.» [15]Hoy en día un amplio consenso está apareciendo entre los arquitectos, ingenieros y otros expertos competentes. Según ellos, es muy probable que los tres edificios del World Trade Center que se derrumbaron el 11 de septiembre de 2001 también hayan sido destruidos mediante el uso de cargas explosivas como las que se usan en las demoliciones controladas. [16]
Las consecuencias jurídicas de gran parte de esos acontecimientos constituyen otra similitud importante. En efecto, la respuesta al atentado de Oklahoma City fue la adopción de la Antiterrorism and Effective Death Penalty Act de 1996, mientras que la respuesta al 11 de septiembre de 2001 fue la aplicación de la COG y el posterior voto de la Patriot Act –a raíz de los atentados de bandera falsa con uso de ántrax. El documental A Noble Lie se concentra en las consecuencias internas de la Antiterrorism Act. Al igual que la Patriot Act, aprobada posteriormente, esa ley instauró importantes restricciones al derecho de habeas corpus, en relación con la manera como lo habían interpretado los tribunales hasta aquel momento. Dicho de otra manera, esas dos leyes implementaron pretextos jurídicos para autorizar las detenciones arbitrarias, lo cual había sido una preocupación central en la planificación de la COG que se había desarrollado en los años 1980 bajo la dirección de Oliver North. Todo esto forma parte de un proceso permanente de restricciones progresivas de nuestros derechos constitucionales por parte de un poder sobre el cual no se ejerce ningún tipo de control –evolución que data, en mi opinión de la época del asesinato de John F. Kennedy, en 1963.
Sin embargo, la Antiterrorism Act de 1996 tuvo también importantes consecuencias en el extranjero, sobre todo por el hecho que la sección 328 de esa ley enmendó la Foreign Assistance Act para apoyar
«la ayuda en armas y municiones a algunos países en particular, con vistas a combatir el terrorismo [17]. Eso condujo a la creación, en 1997, de un acuerdo de enlace «Top Secret» entre el Centro de Contraterrorismo de la CIA (CTC, siglas de Counterterrorism Center) y Arabia Saudita, seguido de un acuerdo posterior concluido en 1999 entre la CIA y Uzbekistán (que son hoy en día dos de los regímenes más secretos y represivos del mundo).» [18]Yo he sostenido que esos acuerdos de enlace confidenciales –concluidos con Arabia Saudita y Uzbekistán– pudieron servir a la CIA de cobertura para organizar su retención de información secreta antes del 11 de septiembre de 2001. Esa disimulación de información de inteligencia tenía que ver con Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, dos de los individuos designados como culpables de aquellos ataques [19].
Por consiguiente, si es correcto mi análisis sobre la retención de información que la CIA organizó entre 2000 y 2001, el 19 de abril no sólo presenta similitudes con los ataques de septiembre de 2001. Este atentado de 1995 constituye en realidad una etapa determinante en el proceso que hizo posible tanto la nueva retención de información como los hechos mismos del 11 de septiembre de 2001.
El recrudecimiento de los poderes represivos a raíz de los acontecimientos profundos
El hecho que el 19 de abril tuviese consecuencias jurídicas de carácter represivo vincula ese acontecimiento tanto al 11 de septiembre como al 22 de noviembre, ya que el asesinato de JFK fue utilizado por la Comisión Warren para ampliar la vigilancia de la CIA sobre los propios estadounidenses. Como escribí en mi libro Deep Politics, eso fue resultado«controvertidas recomendaciones de la Comisión Warren que impusieron que se ampliaran las responsabilidades del Secret Service en materia de vigilancia interna (WR 25-260. Paradójicamente, esta última concluyó que Oswald había actuado solo (WR 22), pero también [concluyó] que el Secret Service, el FBI y la CIA tenían que coordinar más estrechamente la vigilancia sobre los grupos organizados (WR 463). En particular recomendó al Secret Service que se dotara de una base de datos informatizada compatible con la que ya había elaborado la CIA.» [20]Durante la guerra contra Vietnam que se produjo posteriormente, esta implicación de la CIA en la vigilancia interna condujo a la operación Caos. Se trataba de una investigación sobre el movimiento contra la guerra de Vietnam durante la cual la CIA, a pesar de las restricciones que le imponía su propia Carta en materia de espionaje interno,
«acumuló miles de expedientes sobre los ciudadanos de Estados Unidos, incluyó a cientos de miles de estos en sus archivos informáticos y distribuyó al FBI y a otras agencias gubernamentales miles de informes sobre ellos. Parte de esa información tenía que ver con las actividades internas de los ciudadanos en cuestión». [21]Este proceso de recrudecimiento represivo se repetirá 4 años más tarde a raíz del asesinato de Martin Luther King, en 1968. En respuesta a ese acontecimiento, 2 brigadas del ejército estadounidense se desplegaron en los propios Estados Unidos hasta 1971. Esas unidades estuvieron en estado de alerta permanente, listas para intervenir en el marco de la operación Garden Plot, cuyo objetivo era contrarrestar posibles desórdenes internos.
Ce processus de durcissement répressif se répétera quatre ans plus tard, suite à l’assassinat de Martin Luther King en 1968. En réponse à cet événement, deux brigades de l’US Army furent déployées aux États-Unis jusqu’en 1971. Placées en état d’alerte permanent, elles étaient en position d’intervenir dans le cadre de l’opération Garden Plot, qui était destinée à contrer d’éventuels troubles intérieurs. [22]
Ese esquema se repetirá nuevamente con
«El asesinato de Robert Kennedy [conocido también como RFK o Bobby]. En las 24 horas transcurridas entre los disparos de los que Bobby fue víctima y su posterior deceso, el Congreso adoptó con carácter urgente una ley que había sido redactada desde mucho antes (como sucedió con la Resolución del Golfo de Tonkín en 1964 y con la Patriot Act en 2001 –ley que ampliaba nuevamente los poderes secretos del Secret Service, en nombre de la protección de los candidatos a la presidencia.» [23]Y no se trataba de un cambio insignificante: aquella ley votada apresuradamente bajo [el presidente] Johnson dio lugar a algunos de los peores excesos de la época de Nixon [24].
Ese cambio contribuyó igualmente al caos y a los actos de violencia que marcaron la Convención Demócrata de 1968, en Chicago. Agentes de vigilancia de la Inteligencia Militar destacados en el Secret Service operaban dentro y fuera de la sala del encuentro. Algunos de ellos equiparon a los «delincuentes de la Legion of Justice, como la Chicago Red Squad [que] agredió a los grupos locales que se oponían a la guerra». [25]
Otras similitudes entre Dallas en 1963 y Oklahoma City en 1995
Las consecuencias represivas del 22 de noviembre y del 19 de abril están vinculadas a otras características comunes de esos dos acontecimientos. Casi inmediatamente después del 22 de noviembre, comenzaron a difundirse varios relatos provenientes de fuentes tanto internas como externas al gobierno. Aquellos relatos sugerían que Lee Harvey Oswald había asesinado al presidente [Kennedy] en el marco de un complot comunista internacional.En mi libro Deep Politics and the Death of JFK los designé como «relatos primarios», que se inscribían en
«un proceso en 2 fases. La “fase primaria” consistía en agitar el espectro de un complot internacional vinculando a Oswald con la URSS, con Cuba o con esos dos países a la vez. Esa amenaza fantasma sirvió para invocar el peligro de un posible enfrentamiento nuclear, lo cual incitó al presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos Earl Warren y a otros responsables políticos a aceptar la “fase secundaria” –la hipótesis también falsa (pero mucho más inofensiva) de que Oswald asesinó al Presidente él solo. […] El relato primario […] fue expuesto primeramente y posteriormente desmentido por la CIA. Michael Beschloss reveló que el 23 de noviembre a las 9 horas y 20 minutos, el director de la CIA John McCone informó al nuevo presidente sobre los últimos sucesos. Según las palabras de Beschloss, la “CIA tenía información sobre los contactos extranjeros de Lee Harvey Oswald, el presunto asesino [de JFK], que sugería [al Presidente Lyndon B. Johnson] que Kennedy podía haber sido víctima de una conspiración internacional.”» [26]Hasta ahora, tanto los relatos primarios como los secundarios han ocupado un lugar central en el tratamiento del 22 de noviembre por parte de los medios dominantes. Sin embargo, esos medios prácticamente han excluido los análisis independientes que consideran ese asesinato como un acontecimiento profundo.
Muchos observadores han olvidado el hecho que después del 19 de abril también hubo un proceso en dos fases. Inmediatamente después del atentado, y también un poco más tarde, se produjo la difusión de cierto número de relatos. Estos vinculaban a Timothy McVeigh y Terry Nichols con varios iraquíes así como con otros individuos originarios del Medio Oriente. Entre las personas mencionadas se hallaba Ramzi Yusef, el fugitivo autor del atentado con bomba de 1993 contra el World Trade Center (quien también utilizó una bomba fabricada con nitrato de amonio [ANFO] en una camioneta de marca Ryder) [27]. El presidente Clinton y Richard Clarke, su coordinador para el contraterrorismo, confirmaron que el 19 de abril se habló de varios de esos relatos en una reunión del Grupo de Seguridad Antiterrorismo (Counterterrorism Security Group) [28]. Tanto Clinton como Clarke dijeron también que habían descartado aquellas versiones porque pensaban que se trataba de un complot local de menor envergadura ejecutado por los dos culpables ya mencionados: Timothy McVeigh y Terry Nichols. Sin embargo, los relatos que mencionaban una implicación del Medio Oriente, atribuidos a veces a fuentes gubernamentales, siguieron apareciendo en los medios de la prensa dominante, como CBS, NBC y el New York Times [29].
En el mismo momento, Jayna Davis, periodista de la NBC en Oklahoma City, puso todo su empeño en las búsqueda de indicios de un complot local iraquí y los reunió en su libro The Third Terrorist (El tercer terrorista). Sus pruebas, del orden de la «fase primaria» estaban centradas en la búsqueda inicial de un sospechoso anónimo designado como John Doe #2. Esa búsqueda, que se suspendió rápidamente, había sido emprendida a raíz de una alerta cursada a todas las unidades. Posteriormente, el miembro del Congreso Dana Rohrabacher utilizó la investigación de Jayna Davis en la elaboración de un informe al Congreso [30].
En el plano institucional, Richard Clarke escribió que, además de la Antiterrorism Act, el atentado de Oklahoma City provocó una profusión de Directivas de Decisión Presidencial de carácter interno (PDD, siglas de Presidential Decision Directive), que él mismo redactó. Una de ellas buscaba corregir una falla de seguridad en la respuesta a aquel atentado. Otra directiva le confería [al propio Clarke] más amplios poderes en materia de lucha contra el terrorismo, incluyendo su nuevo título de Coordinador Nacional de Seguridad, Protección de la Infraestructura y Antiterrorismo. Otras dos directivas –la PDD 62 y sobre todo la PDD 67– preveían instaurar lo que él llamó «un sistema de mando y control [más] robusto» para «nuestro programa de Continuidad del Gobierno [COG]». Según Clarke, «se había autorizado el desmantelamiento [de la COG] cuando desapareció la amenaza de un ataque nuclear soviético» [31].
Esas palabras nos recuerdan el artículo de Tim Weiner publicado en el New York Times en abril de 1994. Según Weiner, en la época postsoviética del presidente Clinton, «el Proyecto Juicio Final […] tal como se conocía» había sido desmantelado ya que se habían disipado «las tensiones nucleares» de la guerra fría [32].
En otras palabras, el presidente Clinton había previsto poner fin al Proyecto Juicio Final, dirigido por un comité extragubernamental secreto que incluía a Donald Rumsfeld y Dick Cheney, quienes no ejercían en aquel momento ninguna función gubernamental. Pero Richard Clarke utilizó el atentado de Oklahoma City para justificar que se mantuviera ese programa, incluso reforzándolo y poniéndolo bajo su propio control.
Según el autor Andrew Cockburn, se había encontrado un nuevo blanco:
«A pesar de que los ejercicios continuaron bajo la era Clinton, con un presupuesto anual de más de 200 millones de dólares, los ya desaparecidos soviéticos fueron reemplazados por terroristas […] Hubo además otros cambios. Anteriormente, los especialistas seleccionados para dirigir el “gobierno de la sombra” habían sido escogidos en el conjunto del espectro político, tanto demócratas como republicanos. En lo adelante, dentro de los bunkers, [Cheney y] Rumsfeld se [verían] en compañía de sus simpatizantes políticos, ya que la lista de “jugadores” se componía casi exclusivamente de halcones republicanos. “Era una manera de que aquella gente se mantuviese en contacto. Se reunían, hacían ejercicio y hablaban mal de la administración Clinton, lo peor posible”, según me reveló un ex oficial del Pentágono que conocía el fenómeno directamente. “Podía decirse que era un gobierno secreto en espera de su momento.”» [33]Por supuesto, el hecho de que el 19 de abril fuese seguido de un refuerzo del Proyecto Juicio Final no basta para confirmar mi tesis, según la cual ese programa de la COG fue un factor determinante en la planificación y ejecución de los acontecimientos profundos estructurales en Estados Unidos [34]. Pero mi descripción de esos casos permite observar otras características recurrentes, que vuelven a aparecer en el caso de Oklahoma City.

- El primer atentado contra el World Trade Center, en 1993
En la edición de mi libro The War Conspiracy correspondiente al año 2008, sugerí la posibilidad de que Lee Harvey Oswald y otros culpables designados del 11 de septiembre de (Ali Mohamed, Nawaf al-Hazmi y Khaled al-Mihdhar) hayan sido en realidad agentes dobles que trabajaban para una agencia del gobierno estadounidense, como el FBI o la inteligencia militar (DIA, siglas de Defense Intelligence Agency) [37]. Otros autores han sugerido que Oswald era cuando menos un informante del FBI y Lawrence Wright escribió en The New Yorker que al ocultar al FBI los nombres de al-Hazmi y de al-Mihdhar, «la CIA también pudo haber protegido una operación en el extranjero y, por lo tanto, temer que el FBI revelara [esa operación]» [38].
En ese contexto, mientras miraba el documental A Noble Lie, vi con gran interés la hipótesis según la cual Timothy McVeigh, el principal culpable designado del 19 de abril, pudiera ser también un informante o un doble agente que trabajaba para el US Army [39]. Por supuesto, esa hipótesis aún no ha sido demostrada, pero el documental aporta pruebas que la corroboran.
El atentado de Oklahoma City
y la operación PATCON
Lo que sí es seguro es que McVeigh –al igual que Oswald, al-Hazmi y
al Mihdhar– se movía en un medio de informantes identificados y/o
agentes dobles, que participaban en una importante operación secreta.
En el caso de Oswald y de los dos sauditas, esta particularidad pudiera
explicar por qué el gobierno de Estados Unidos se dedicó continuamente
a ocultar hechos cruciales sobre ellos, tanto antes como después de los
crímenes que se les imputan, ocultamientos que incluso prosiguen
actualmente. [40]sigue leyendo ----->http://www.voltairenet.org/article178220.html


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