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sábado, 5 de febrero de 2011

Los manifestantes egipcios trazan plan para un futuro sin Mubarak

Revuelta en el mundo árabe

Elaboran una lista de 25 personalidades que negocien un nuevo liderazgo y una constitución

Confían los opositores en la integridad de los militares; el ejército es nuestro, claman

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Los opositores al gobierno de Hosni Mubarak, congregados este viernes en la plaza TahrirFoto Ap

Robert Fisk
The Independent
Periódico La Jornada
Sábado 5 de febrero de 2011, p. 2

El Cairo, 4 de febrero. Rodeados por un nuevo cordón de soldados antimotines con visores y alambrados de púas –la protección que Washington había demandado para los manifestantes de la plaza Tahrir–, decenas de miles de jóvenes egipcios que exigen la caída de Hosni Mubarak han dado los primeros pasos políticos concretos para crear una nueva nación que remplace al gobierno corrupto que ha imperado sobre ellos durante 30 años.

Sentados en el sucio pavimento, entre la basura y las piedras rotas de una semana de peleas callejeras, han elaborado una lista de 25 personalidades políticas que negocien un nuevo liderazgo y una nueva constitución para remplazar al régimen de Mubarak.

Entre los designados están Amr Moussa, secretario general de la Liga Árabe –un egipcio en quien se tiene confianza–; el premio Nobel egipcio-estadunidense Ahmed Zuwail, quien ha sido consejero del presidente Barack Obama; Mohamed Selim Al-Awa, profesor y autor de estudios islámicos, cercano a la Hermandad Musulmana, y el presidente del partido Wafd, Said al-Badawi.

Otros nominados para el comité, que supuestamente debe reunirse con el vicepresidente Omar Suleiman en el curso de las próximas horas, son Nagib Suez, prominente empresario cairota (relacionado con los sistemas de telefonía móvil que fueron silenciados por Mubarak la semana pasada); Nabil al-Arabi, delegado egipcio de la ONU, e incluso el cirujano cardiovascular Magdi Yacoub, que ahora vive en El Cairo.

La selección –y el improvisado comité de manifestantes de la plaza Tahrir y de electores de Facebook y Twitter– no ha sido confirmada, pero marca los primeros intentos serios por convertir las protestas de masas de los pasados siete días en una máquina política que provea para un futuro más allá de la partida del odiado presidente. Las primeras tareas del comité serían redactar una nueva constitución egipcia y crear un sistema electoral que evite la estafa de presidencia vitalicia que los fraudulentos comicios de Mubarak han creado. Los presidentes egipcios estarían limitados a dos periodos consecutivos en el cargo, y el periodo del mandato se reduciría de seis a cuatro años.

Ninguno de los que participaron en esta iniciativa tiene dudas del sombrío porvenir que les espera si su valiente incursión en política práctica fracasa. Hubo nuevos tiroteos en la plaza durante la noche –murieron un ingeniero, un abogado y otro joven– y se volvieron a descubrir policías sin uniforme. Durante el día hubo pequeñas batallas a pedradas, pese a la muy aumentada presencia militar, y la mayoría de los manifestantes temen que si dejan la plaza serán arrestados de inmediato, junto con sus familias, por el cruel aparato de seguridad de Mubarak.

Ya circulan versiones sobre manifestantes que se atrevieron a volver a casa y desaparecieron. El escritor egipcio Mohamed Fadel Fahmy, quien participa en los debates del comité, teme por su vida. Estamos seguros mientras tengamos la plaza, me dijo este viernes, al pedirme que publicara su nombre como símbolo de la libertad que demanda. Si la perdemos, Mubarak arrestará a los grupos de oposición, y será el imperio de la policía como nunca se había visto. Luchamos por nuestra vida.

La policía de seguridad del Estado tiene largas listas de nombres de manifestantes que han dado entrevistas a la televisión o han sido citados en periódicos, en notas de Facebook y mensajes de Twitter.

Los manifestantes han identificado crecientes divisiones entre el ejército y los esbirros del Ministerio del Interior, cuyos guardias intercambiaron fuego con soldados hace tres días, al continuar ocupando el edificio en el que las cámaras de tortura del sótano permanecen intocadas por las luchas callejeras. A esas mismas cámaras de horror fueron enviados los prisioneros que se rindieron a Estados Unidos, para recibir tratamiento especial de manos de los más sádicos torturadores de Mubarak: otro favor que vincula al régimen egipcio como fiel aliado de Washington.

Otro joven participante en las selecciones del comité reconoció que no confía en Omar Suleiman, ex jefe de espías y ex negociador entre Israel y Palestina a quien Mubarak designó esta semana. Suleiman, por cierto, es quien ha tratado de atribuir la responsabilidad de la crisis a la prensa extranjera, forma perversa y deshonesta de ejercer sus primeros días en el poder. Con todo, ha maniobrado con astucia al brindar protección militar a los ocupantes de la plaza.

De hecho, la mañana de este viernes, con gran conmoción de quienes estábamos en el lado oeste de la plaza, un convoy de vehículos 4x4 con vidrios polarizados surgió de repente de los jardines del vecino Museo de Egipto, hizo estruendoso alto frente a nosotros y de inmediato fue rodeado por una guardia pretoriana de soldados de boina roja y guardias de seguridad de veras gigantescos, con visores y rifles de mira telescópica. Luego, del vehículo de en medio salió la diminuta figura de Mohamed Hussein Tantawi, jefe del estado mayor del ejército egipcio y amigo de toda la vida de Mubarak, de lentes, con un quepís militar verde y las espadas cruzadas que son la insignia de general en los hombros.

Era un visitante para quitar el aliento. Hizo un breve saludo a los manifestantes que se arremolinaron en el cordón militar para presenciar tan extraordinaria llegada. La multitud rugió. “El ejército egipcio es nuestro –fue el grito unánime–, pero Mubarak no.” Fue un mensaje para que Tantawi lo llevara a su amigo, pero su visita en sí fue un poderoso símbolo político.

Por mucho que Mubarak pregone acerca de las manos extranjeras tras las demandas de su renuncia, y por muchas mentiras que Suleiman diga sobre los periodistas foráneos, Tantawi mostraba que el ejército toma en serio su misión de proteger a los manifestantes. La reciente declaración de que el instituto armado jamás abrirá fuego contra quienes desean destronar a Mubarak, puesto que sus reclamos son legítimos, fue autorizada por Tantawi. De ahí la creencia de los opositores –por ingenua y peligrosa que sea– en la integridad de los militares.

Una ausencia crucial en la lista de figuras propuestas para el comité es Mohamed El Baradei, el ex inspector de armas de la ONU y premio Nobel, al igual que miembros de la Hermandad Musulmana, el espectro islamita que Mubarak y los israelíes siempre hacen danzar frente a los estadunidenses para convencerlos de mantener al viejo presidente en el cargo. Quedaron excluidos por la insistencia de la Hermandad en no participar en las pláticas sobre la partida de Mubarak y por su apoyo a El Baradei, cuyas débiles aspiraciones presidenciales (de tipo transicional) no lo recomiendan con los manifestantes.

Con malicia, Suleiman ha invitado a la Hermandad a reunirse, sabiendo que no lo hará hasta que Mubarak se haya ido. Pero la presencia de Al-Awa en el comité –y la del intelectual islamita Ahmed Kamel Abu Magd– asegurará que los puntos de vista del grupo musulmán serán incluidos en las discusiones con Suleiman. Esas negociaciones podrían cubrir los derechos civiles y constitucionales y una cláusula especial que permita al vicepresidente gobernar temporalmente porque el presidente es incapaz de cumplir sus deberes.

A Mubarak se le permitiría vivir en Egipto, siempre y cuando no tome parte de manera abierta ni encubierta en la vida política del país. Se le considera un enemigo todavía fiero, que no vacilaría en decapitar a la oposición si se mantiene en el poder.

Es uno de la vieja escuela, como Saddam y Arafat, que en dos años ha mostrado su verdadero rostro, dijo este viernes Mohamed Fahmy, otro de los partidarios del comité. Es el hombre detrás de los ataques y asesinatos contra nosotros.

Sabe lo que dice. Su padre vive en el exilio desde hace siete años por haber propuesto protestas idénticas a las que hoy se llevan a cabo para terminar con el imperio de Mubarak.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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