Por la Asamblea Departamental por la Defensa de los Recursos Naturales
Huehuetenango, Guatemala, Febrero de 2011
El momento político que estamos viviendo es tan complejo que necesitamos de un esfuerzo colectivo por generar espacios que nos permitan la reflexión, el debate y la acción política. Los últimos acontecimientos políticos y sociales del país han evidenciado las contradicciones dentro del bloque dominante; mientras que las movilizaciones y nuevas formas de organización – comunitarias, de mujeres, campesinas- tienen una potencialidad a tomar en cuenta para recobrar los sueños y pensar en la construcción de una alternativa. Pero primero tenemos que afinar el lente crítico sobre nuestra praxis
¿De dónde venimos?
El auge de los movimientos revolucionarios en la región se saldó en los 80 en Guatemala con una feroz política de “terrorismo de Estado” que condujo a la aplicación de las más crueles políticas contrainsurgentes y crímenes de guerra, con la desaparición sistemática de dirigentes sociales y, pueblos indígenas completos. La derrota “electoral” de la Revolución Popular Sandinista y la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala y el Salvador supusieron desmovilización del movimiento revolucionario en el marco del “relevo de las dictaduras militares de seguridad nacional por democracias restringidas sujetas a mecanismos de dominación transnacional.” (i)
Así, las izquierdas guatemaltecas, como el resto en América Latina, se enfrentaron a la realidad del fracaso del socialismo soviético y a los impactos de la aplicación del modelo neoliberal. Como consecuencia, en palabras de Erick Hobsbawm, se generó una crisis ideológica que Emir Sader denomina “el mayor drama histórico contemporáneo” por los evidentes alcances del capitalismo y el retroceso en las posibilidades de construir una alternativa de superación del mismo.
El fracaso en el escenario electoral
La posibilidad de que el partido (o los partidos) de izquierda, se convirtiera en el proyecto alternativo que se pensó, parece hoy casi imposible. Un recuento del desempeño de la participación electoral en las elecciones de 1995, 1999, 2003 y 2007 muestra que el partido político como posibilidad de impulsar un proyecto político que represente las necesidades de la gente, no ha funcionado.
El período que inicia con el fin de la guerra y la “incorporación” a la legalidad, estuvo lleno de confusión.- Hubo pocas certezas políticas o ideológicas sobre cómo serían las condiciones para la lucha en el nuevo escenario. La orientación de conformar el partido, la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca –URNG-se hizo sin la lectura de los logros y fracasos del período anterior, con la participación electoral del Frente Democrático Nueva Guatemala –FDNG-, que posibilitara la reflexión crítica, respecto de cómo encarar la participación electoral en condiciones de desventaja para enfrentar “los dos pilares centrales del sistema dominante: el modelo neoliberal y la hegemonía imperial estadounidense”. (ii)
¿Qué ha llevado a las izquierdas a la marginalidad? Las causas son múltiples, de ahí la necesidad de pensarnos desde la historia. Sin embargo en este momento, es preciso hacer un balance de los intentos de Unidad.
El “Llamado a la constitución del Frente Político – Social de Izquierda - FPSI”(iii) de septiembre de 2006, firmado por más de 200 personas fue un esfuerzo por construir una fuerza que aglutinara a la izquierda política y a la izquierda social, como paso indispensable para logar la unidad, recuperar su identidad y renovar su pensamiento. Este esfuerzo se convirtió en el Movimiento Amplio de Izquierdas –MAIZ- conformado por representaciones de sectores, mujeres, pueblos indígenas, juventud. Pero no hubo posibilidades, condiciones ni voluntad para la renovación. Empezaron a identificarse viejas prácticas como el autoritarismo, el caudillismo, sectarismo, las componendas y la conspiración; no se quiso reconocer al feminismo, a los pueblos indígenas y a la juventud como una fuerza importante dentro de la izquierda. La dinámica se redujo a pugnas para conseguir algunas candidaturas.
El resultado fue el debilitamiento del esfuerzo original que pudiera convertirse en una alternativa para impulsar un proyecto de largo plazo. El MAIZ fue hegemonizado por la URNG, que lo legalizó como asociación política. Tiempo después hubo esfuerzos por recuperar el espíritu por el que surgió el FPSI, se realizaron algunas reuniones, que no lograron fructificar.
La UNE, las izquierdas y las próximas elecciones
La agudización de la crisis económica, complica la ya precaria condición del país, que transita por un período de inestabilidad política fuerte, que evidencia la disputa de poder por el control del Estado, los negocios y las ganancias entre el capital tradicional, el emergente y el mafioso.(iv) Estos sectores se mueven dentro de todos los partidos de derechas. El gobierno de Colom no se escapa de representar en buena medida los intereses de estos sectores.(v) Por el discurso que utiliza y el impulso de algunos programas asistencialistas se podría decir que “está a la izquierda de la derecha neoliberal empresarial o de la derecha neoliberal contrainsurgente”.(vi) Pero las acciones en el plano económico y social ubican su proyecto como “de acumulación capitalista que beneficiará a los sectores emergentes del empresariado con los cuales se identifica(vii).” Para defenderlos no se ha dudado en acudir a la represión y el control militar o policíaco como el estado de Prevención en San Marcos o la militarización en San Juan Sacatepéquez.
En este nuevo escenario, la coyuntura electoral nos supone abrir el debate sobre las posibilidades que hay para avanzar en un proyecto que pueda, en el largo plazo consolidarse como alternativa. Ya empieza a notarse, el discurso polarizante que caracterizará este proceso, así como las fuerzas y los poderes detrás de cada una de las alternativas más importantes.
Dentro de las fuerzas que constituyen la heterogeneidad del actual gobierno se encuentra un grupo de personas provenientes de las izquierdas, que “acompañan a la primera dama; introduciendo elementos políticos e ideológicos de contenido popular al partido y realizan actividades con miras al triunfo electoral. Algunos de ellos son los que participan en la conducción de los mecanismos de cohesión social; sin embargo, no consiguen evitar que quienes los hacen llegar se queden con una parte de lo que entregan.”(viii) Esta presencia corresponde a una tendencia que se ha observado en los últimos tres gobiernos, de introducir elementos de izquierda para legitimarse. En este caso, podemos hablar de negociaciones preelectorales: desde la contienda electoral la UNE estableció vínculos con la Unidad de Acción Sindical y Popular (UASP) y la Asamblea Nacional del Magisterio y fue apoyada tácitamente por el Colectivo de Organizaciones Sociales (COS).(ix) Después, organizaciones como el Movimiento de Organizaciones Sociales de Guatemala – MOSGUA- apoyaron el denominado Diálogo Nacional.
Ahora, de cara a las elecciones, la izquierda política, representada por URNG, ANN, el colectivo “Clavel Rojo” y el denominado Partido Guatemalteco del Trabajo, han constituido la Mesa Unitaria de Izquierda, donde hacen un llamamiento a “todas las organizaciones populares que compartimos el mismo objetivo, para superar las diferencias que los separan y constituir un Gran Frente Unitario por la soberanía, la equidad y la justicia social.”(x) Por su parte, surge el Movimiento Nueva República, identificada como “la nueva izquierda”, de carácter democrático y revolucionario, que quieren constituirse como partido.
Probablemente los objetivos de estos esfuerzos, se orienten hacia la construcción de alianzas electorales con la UNE, probablemente como estrategia de consolidación de consolidar a algunos sectores de las izquierdas. Y parece ser la única posibilidad de sobrevivencia política en este escenario. Algunas otras personas opinarán que como hace 4 años es la “menos peor de las opciones”, la gran debilidad es que esto no supone si quiera una estrategia de consolidación de fuerzas democráticas de manera paulatina, mientras “se detiene el ascenso de las fuerzas de derecha más conservadoras”. Algunos otros sectores probablemente conseguirán más beneficios para su membresía y cuotas de poder.
Repensar las izquierdas desde la Unidad
¿Es ésta la solución? ¿Sumarse a un proyecto como el de la UNE será beneficioso para las izquierdas? Siempre nos rebasan las coyunturas y nos volcamos al activismo, pero la gravedad de la situación exige pensar con más detenimiento. El estado de las izquierdas políticas partidarias, marginales y casi desaparecidas tienen que ver con la imposibilidad que hemos tenido para construir una alternativa que sea capaz de aglutinar a todas las izquierdas y democráticas.
Comparto el criterio de Marta Harnecker(xi) que esta crisis abarca tres aspectos -el teórico, el programático y el orgánico- que debemos superar.
La crisis teórica por la que atraviesan las izquierdas, tienen que ver con los esquemas que utiliza para el análisis de la realidad, que fueron importados de manera automática en el pasado, prevaleciendo el planteamiento de la lucha de clases, donde la clase obrera sería vanguardia en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo. El análisis de los alcances del racismo y el patriarcado como sistemas de dominación que se potencializan entre sí, aún está bastante rezagado. Además de lo absurdo que sigue siendo que se siga excluyendo a sectores importantísimos como los pueblos indígenas, las mujeres o los jóvenes, a no ser para considerárseles como posible caudal electoral.
Los vientos del Sur: todo lo que ocurre en Bolivia, Ecuador y Venezuela, nos dan la posibilidad de pensarnos desde un contexto similar al nuestro: son esfuerzos alternativos impulsados dentro de las reglas de la democracia burguesa por movimientos sociales. Muchas de estas propuestas se han hecho con la participación de los movimientos guatemaltecos, que participan en redes, alianzas y encuentros continentales de indígenas, mujeres, ambientalistas, etc. Podríamos decir que algunas de las bases programáticas que le den sentido al proyecto se han estado generando y discutiendo desde los sectores campesinos, indígenas, feministas; propuestas tales como la soberanía alimentaria, la lucha por los derechos de los y las inmigrantes, la defensa de la tierra y el territorio frente a la agroindustria y megaproyectos, así como otras formas de despojo y acumulación de capital, las luchas por la autonomía, la construcción de Estados Plurinacionales, la democracia feminista son algunas de estas alternativas.
Todo ello nos debe llevar a pensar en el sujeto que impulsará el proyecto que posibilite una verdadera alternativa en ese marco y los elementos que tenemos para su consolidación. Qué sentido estratégico tienen estas elecciones y las posibilidades reales de dar primeros pasos.
Es decir, hay que superar la lógica partidista de pensar en términos de curules o espacios en la cosa pública para proponer un proyecto a largo plazo en que lo electoral sea uno más de las vías, y quizá no lo más importante. Mientras no exista un sujeto político fuerte, con proyecto de largo aliento que incluya estrategias de corto y mediano plazo, podrán conseguirse algunas cosas, tal vez algunos avances, pero no se construirá ninguna alternativa que sea contrahegemónica.
Una posibilidad podría ser nuevamente pensar en un Frente con características unitarias, que sepa leer las potencialidades y alternativas que existen desde la resistencia en lo local y en diversas expresiones organizativas de los pueblos indígenas, el movimiento de mujeres y la sociedad que se moviliza.
Es decir, construir fuerza política y fuerza social para fortalecer al sujeto político, sin pretensiones vanguardistas. Un proyecto que implique pensar en la transformación cultural y simbólica para desgastar al racismo y al patriarcado. Para transformarlo. Este objetivo no se conseguirá con voluntarismos y espontaneísmos, ni llamando a la unidad por la urgencia de la coyuntura electoral. “A la real politik debe oponer una política que, sin dejar de ser realista sin negar la realidad, vaya creando las condiciones para transformarla”.(xii) De hacer alianzas, se debe tener plena conciencia del proceso, donde construir pensamiento, es clave.
Estas alianzas deben ser el resultado de la discusión colectiva y conciente y no de unas cuantas personas, negociando por las izquierdas, las organizaciones o las comunidades. La URNG, la ANN, Movimiento Nueva República deben finalmente saber leer la realidad que les rebasa. Lo electoral es a penas un paso en la estrategia. Quienes estamos fuera de estos espacios, el esfuerzo es similar, debe necesariamente ser colectivo.
Y esto debe pasar, por afinar el lente crítico, apoyadas en la historia y una adecuada lectura de la realidad. Revisar y superar los lastres y grandes dificultades internas, las prácticas políticas que han dado al traste con las izquierdas como proyecto incluyente y representativo de las necesidades de las mayorías. Mientras no se renueven, no solo los liderazgos sino su pensamiento, mientras las mujeres, los indígenas y la juventud sean los grandes excluidos también de las izquierdas, el panorama, cada vez se ve más oscuro y más complejo.
Es posible en el nuevo escenario recobrar los sueños de vivir una sociedad más justa. Pero para ello se necesita abrir el debate político, generar pensamiento político con actitud crítica que nos permita repensar nuestras luchas y dar pasos firmes en la construcción de una nueva posibilidad que nos articule.
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