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jueves, 10 de febrero de 2011

ALEPH: Nos estamos quedando sin jóvenes

Carolina Escobar Sarti 
O los abandonamos o los neutralizamos, o los satanizamos o los asesinamos. Guatemala es demasiado hostil con su juventud. A una gran mayoría de esas mujeres y hombres que hoy transitan entre los 13 y los 30 años el Estado los ha abandonado históricamente y los ha obligado a migrar o a rendirse. Por su parte, la escuela y la familia los quieren tan “normales”, que han destruido su creatividad y su iniciativa en el proceso “formativo”.

El ejército los recluta muchas veces a la fuerza, para hacerlos celosos guardianes del statu quo, y la Iglesia los llama a ser parte de su fiel rebaño.

El crimen organizado se mete en los infiernos de los barrios miserables y poco tiene que hacer para llevarlos a integrar sus filas. Los medios de comunicación les venden una imagen falseada de sí mismos y las élites políticas y económicas les enseñan el arte de la mentira.

Y luego de todo lo anterior, todavía les exigimos que sean nuestra esperanza, que sean creativos y rescaten a su país. Muchos mueren en este intento de hacerse adultos en Guatemala. Demasiados. Hoy le tocó a Víctor Aroldo Leiva Borrayo, el Mono, ese joven de solo 24 años que desde hace 10 se unió a Caja Lúdica (ver http://www.cajaludica.org) para jugarle la vuelta a esta cultura de la muerte e inspirar a otros como él a respetar la vida.

Víctor, descrito como “un joven maravilloso, de espíritu volcánico, rebelde, sagaz, enamorado de la vida, soñador, irreverente, amoroso, bailarín y sobre todo un bello ser humano”, había logrado casi terminar esta carrera de obstáculos. Casi. Pero un joven más se ha sumado a las cifras de la violencia y la impunidad en este país, y la pregunta es ¿cuántos entierros más tendremos que presenciar para revertir tanta muerte?

Queremos tomar las calles, en lugar de ir a funerales. Queremos bailar, en lugar de ir a funerales. Queremos vivir, en lugar de ir a funerales. Queremos paz y justicia, en lugar de funerales. Tengo ganas de decir que todo esto apesta a mierda, y que la mala palabra no es mierda, sino impunidad. Nombro la ira, el dolor y la impotencia por otra vida que se pierde de esta manera. Víctor revirtió su situación de marginalidad y decidió convertirse en uno de los “lúdicos” que han llegado a tantos lugares de este país por la vía de la paz, del baile, de la cultura, de la solidaridad y la decencia humana. Y luego termina allí, en una calle citadina, bañado en sangre. ¿Qué tiene Guatemala que no logra salir de este círculo de la violencia?

Lo visible y actual es la conjunción del narcotráfico y el crimen organizado abrigado desde hace varios años por el poder político, pero las raíces profundas de todo esto están en la violencia estructural que ejerce un sistema económico sustentado en la explotación y el despojo, sumado a las formas de violencia real y simbólica que se ejercen desde una cultura hegemónica de castas, patriarcal, traficante de influencias.

Caja Lúdica ha perdido a cuatro de sus integrantes en menos de dos años, constituyendo un absurdo más de este país surreal. Pero, como ellos mismos dicen, en estos contextos el arte toma mayor valor, porque humaniza aquello que está deshumanizado y potencia la creatividad para aportar a la construcción de un mundo posible.

La utopía, es entonces, un país donde el cuidar se imponga al matar, uno donde la esperanza arrebate más corazones que las balas.

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