Bajo el ciclo de
gobiernos conservadores que vive la mayoría de países de América Latina,
las políticas económicas, laborales y sociales se definen con los
mismos modelos. Se lo puede comprobar no solo a través de los múltiples
estudios que los investigadores realizan sobre la región, sino en forma
directa, cuando se tiene la posibilidad de visitar algún país.
Estuve en Colombia la semana pasada y allí tuve la oportunidad de
conversar con reconocidos profesores universitarios, reunidos en el
marco de un importante congreso internacional sobre el
constitucionalismo y las constituciones latinoamericanas, al que fuimos
invitados por la Universidad Libre, en Bogotá.
Como siempre
ocurre en este tipo de eventos académicos, las conversaciones con
profesores e investigadores permiten contar con información segura,
profunda y, además, carente de simples opiniones personales, ya que los
análisis y reflexiones que se realizan están fundamentados por estudios y
conocimientos de las realidades esenciales de nuestra América Latina.
Se comprueba, una vez más, el camino hacia la pendiente que recorre por
los países latinoamericanos de la mano de los gobiernos conservadores,
subordinados a las clases empresariales más retardatarias, a los
organismos multilaterales como el FMI que dictaminan la conducción
económica, y, sin duda, sujetos a las estrategias americanistas del
imperialismo. Algunos gobiernos se destacan más que otros en sus
comportamientos diplomáticos, como ocurrió, en la misma semana, cuando
varios presidentes latinoamericanos, reunidos con el presidente
norteamericano, no solo intentaron agradar hablando contra Venezuela y
Cuba, sino que quedaron retratados, en fotos y videos que circulan
ampliamente en las redes, con sus gestos y genuflexiones ante Donald
Trump, a quien solo faltaba besarle las manos.
En América
Latina, el neoliberalismo ha recobrado el terreno que había perdido
durante el ciclo de los gobiernos progresistas, democráticos y de nueva
izquierda. Por todas partes, de la mano de los medios de comunicación
más grandes, influyentes y hegemónicos, están ausentes las visiones y
posiciones alternativas sobre la economía, que es el centro de la
conducción de los gobiernos conservadores. Predomina solo una visión y
sus consignas: retirar al Estado, disminuir el gasto público, privatizar
bienes y servicios estatales, recortar inversiones en obras y
servicios, encaminar recursos a la empresa privada, fomentar
exclusivamente a los empresarios, dar facilidades al inversionista y al
capital externo, quitarles o perdonarles impuestos, mantenerles
subsidios, pero también cargar sobre la población los costos del
endeudamiento nacional y los “ajustes”, debilitar a los movimientos
sociales, flexibilizar y precarizar las relaciones laborales, afectando
derechos de los trabajadores, mantener una amplia masa social de
desempleados y subempleados.
Es un panorama latinoamericano
desolador. En las principales ciudades de la región abundan “informales”
que sobreviven tratando de vender cualquier tipo de bienes en las
calles y esquinas. Hay vagabundos y mendigos en condiciones
indescriptibles. En varios países, como ya ha ocurrido en Argentina o
Brasil, la flexibilidad laboral se impuso en forma galopante y los
trabajadores han quedado desprotegidos. Es visible el contraste entre
ricos y pobres, entre los barrios populares y los burgueses.
Gobiernos conservadores y empresarios sin responsabilidades sociales,
junto al capital transnacional y los organismos multilaterales, están
convencidos que la “riqueza” se genera con la libertad del mercado y la
libertad de empresa. Históricamente es una farsa que se repite, por más
que los datos estadísticos y las realidades la desmienten en todas
partes.
En la región existe un internacionalismo conservador y
neoliberal. Aquí y allá sus líderes y seguidores se intercomunican. Las
elites empresariales aprenden unas de otras, de modo que lo que se
logra en un país se asume como consigna para los otros. Todo es cuestión
de negocios, sin importar los costos humanos. Y, en última instancia,
el neoliberalismo ha comenzado a cubrirse con fascismo.
Punto
central de todos estos caminos constituye la reforma laboral. En
Ecuador, una elite empresarial está empeñada en seguir la misma senda de
la “modernización” que suponen se ha logrado en otros países
“hermanos”. Interesan la competitividad y la disminución de costos. La
microeconomía orienta la macroeconomía. Y se han lanzado con todo a fin
de convertirse en ejemplo de “adelanto”: extender la jornada diaria por
sobre las 8 horas, suprimir el sábado como día de descanso obligatorio,
cumplir las 40 horas semanales según la conveniencia del empleador,
suprimir reparto de utilidades, así como indemnizaciones por despidos y
jubilación patronal, congelar incremento de salarios, aumentar el tiempo
de prueba, sujetar el contrato a la “voluntad” de las partes, debilitar
sindicatos y huelgas, etc. Su argumento central es que con ello
generarán empleo para el sector de desempleados y subempleados, que el
trabajo tiene hoy otra dinamia y que en el futuro inmediato las
condiciones laborales cambiarán, a tal punto que Ecuador tiene que
prepararse para los nuevos tiempos, de prosperidad y adelanto. Todo ello
es falso. Los estudios, las proyecciones analíticas y las experiencias
históricas niegan esos supuestos paraísos. Pero es un engaño ideológico
que atrae y cautiva a muchos ecuatorianos. Solo es una búsqueda de
buenas y mayores ganancias.
Bajo las condiciones existentes en
el país, cuando el vicepresidente de la República se anticipa a las
reacciones ciudadanas y pide “comprensión” a los ecuatorianos por las
medidas que inexorablemente se vienen, está muy claro que, como en los
otros países conservadores, se seguirá por la misma senda.
Probablemente se imponga el nuevo esquema. Las fuerzas que lo respaldan
tienen suficiente poder económico y político para ello. No es posible
imaginar si habrá reacciones sociales capaces de revertirlo. Lo que si
es posible prever es que se van acumulando fuerzas de resistencia. Como
igualmente lo ha demostrado la historia latinoamericana, tendrá que
provocarse un nuevo cambio de poder y control del Estado, para acabar
definitivamente con el camino neoliberal, conservador y empresarial,
igualmente edificado en Ecuador, sin que importen las violaciones a su
Constitución.
CUADERNO No.1 Para los trabajadores
Bajarlo aquí: https://colectivobanderaro. wixsite.com/banroja/los- cuadernos
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