A propósito de una nueva versión del Foro de Sao Paulo, realizado esta vez en Venezuela, es bastante condenable que en su declaración final no esté en el centro de la discusión los múltiples conflictos socioambientales de la región y el aumento de asesinato de líderes y lideresas defensores de los territorios, como consecuencia de un extractivismo cada vez más brutal en América Latina. Esto considerando que ha sido una instancia regional impulsada desde 1990 en adelante, que supuestamente busca agrupar el pensamiento crítico latinoamericano y generar así alternativas de manera colectiva.
De ahí que en la declaración final solo plantee escuetamente el “Defender el acceso al agua como derecho humano y como derecho de los pueblos para desarrollar su actividad agrícola, fuente de riqueza y trabajo que asegura la soberanía alimentaria, así como defender el medio ambiente, la tierra y los territorios”, omitiendo en el documento la denuncia de distintas formas de colonización de bienes comunes, a través de la megaminería, el fracking, el agronegocio, el monocultivo.
Por el contario, el documento lo que busca finalmente es blindar a los llamados gobiernos progresistas de la región, abiertamente extractivistas, a través de una retórica antiimperialista, anticapitalista y antineoliberal, que pareciera que viviera en otro planeta, literalmente hablando, ya que no es capaz de ver que lo que está en disputa en el mundo, con la aparición de China, no es solamente la hegemonía de Estados Unidos, sino la reproducción de la vida misma, por todo el impacto socioambental de las políticas ecocidas implementadas.
Asimismo, en el documento se usa la idea de autodeterminación de los pueblos, como si fuera un apéndice de los estados, reproduciendo un discurso estadocéntrico, que como se ha visto con los gobiernos progresistas, no ha hecho más que construir dinámicas clientelares, autoritarias y corruptas, que han facilitado la militarización de territorios indígenas y la profundización de la explotación y acumulación de los llamados commodities. Por eso resulta insólito que el documento plantee también “Defender, respetar y garantizar los derechos y la cultura de los pueblos originarios y afrodescendientes”.
Ante esta parálisis política de la izquierda más partidista en América Latina, habría que preguntarse si la noción misma de izquierda y sus distintas manifestaciones históricas desde los estados (socialismo, comunismo, socialdemocracia, populismo) nos sirven en la actualidad a articular miradas y experiencias de lucha alternativas a la crisis civilizatoria actual, dentro de un momento histórico en donde el colapso planetario pareciera ser cada vez más inminente.
Si bien no se puede reducir a las izquierdas a lo realizado por distintos gobiernos y estados históricamente, ya que ha sido también una bandera de lucha de parte de distintos movimientos sociales anti-sistémicos, populares y alternativos en toda América Latina, así como también de múltiples colectivos anarquistas, ecologistas, feministas, anti-coloniales, su origen deriva de un proceso ideológico de no más de 230 años de historia.
En otras palabras, su origen derivó del binomio izquierda-derecha, construido durante la Revolución Francesa de 1789, en donde se dividió en dos el mundo, en quienes por un lado defendían valores como progreso, solidaridad e igualdad, mientras que en el otro se defendían valores como orden, seguridad y tradición. Por su parte, valores como libertad y justicia se ubicaron en ambos lados, al ser considerados universales tanto por conservadores como por progresistas.
El problema con esa oposición política es que ha sido por siglos quizás el instrumento político más eficaz del eurocentrismo para expandirse. Es decir, en llevar la idea de izquierda y derecha a todo el mundo como si fuera algo universal y encubrir así que no es más que una construcción en y para occidente. La colonización ideológica por tanto ha sido una constante en nuestros territorios, despojados históricamente tanto por derecha como por izquierda, ya sea en nombre de la sociedad sin clases desde el marxismo, la defensa de la nación y familia desde el conservadurismo, la libertad individual desde el liberalismo y la desregulación de los mercados desde el neoliberalismo.
En consecuencia, seguir replicando un racismo ideológico a través de la dicotomía izquierda-derecha, como se sigue planteando desde el Foro de Sao Paulo, es profundizar el colonialismo interno regional, el cual ha sido una constante en las políticas implementadas en toda Abya Yala.
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