Entrevista al economista Julio Gambina
M.H.: A raíz de la reunión del Mercosur en la ciudad de Santa Fe, sacaste un artículo donde hablás de una nueva hegemonía.
 J.G.:
 Lo digo a propósito de la foto de los Presidentes, donde se ven como 
figuras centrales a Macri y a Bolsonaro. Creo lo que representan 
Argentina y Brasil en la región, no solo económicamente, sino 
culturalmente, políticamente; son dos de los tres países más importantes
 de América Latina y el Caribe. Ambos concentrados en Sudamérica y a su 
lado aún como invitados el Presidente de Chile y el paraguayo con total 
sintonía ideológica. Ahí lo único que se diferenció fue la presencia de 
Evo Morales de Bolivia, que incluso muchos lo critican por estar 
asociado en una foto de ultraderechistas, pero es imposible pensar que 
Bolivia se aísle de sus vecinos con quienes tiene relaciones económicas 
intensas, mucho más allá de las políticas económicas o internacionales 
que expresen los gobiernos en la región. 
Esta
 foto de los Presidentes del Mercosur, que claramente están abocados a 
modificar la agenda del debate político de Sudamérica y de toda la 
región, de alguna manera es una vuelta al origen del Mercosur, que nació
 en 1991. 
 Hay que ubicarse en esa época, había caído el Muro de
 Berlín y se estaba desarmando la URSS, el mundo bipolar dejaba de 
existir. Francis Fukuyama planteaba desde EE UU el fin de la historia, 
el fin de las ideologías. En Washington, Williamson escribía en 1990 “El
 consenso de Washington” que era el decálogo de medidas sostenidas por 
el FMI, el Banco Mundial y el gobierno de EE UU. El poder económico 
financiero mundial decía que América Latina tenía que ir a un ajuste, al
 aliento y desarrollo de la economía privada, por ende las 
privatizaciones, la desregulación y una inserción subordinada en el 
sistema mundial capitalista que ahora era un mundo unipolar, ya no 
estaba la bipolaridad Socialismo/Capitalismo. En esas condiciones se 
instala el Mercosur, el propio nombre lo denuncia: “Mercado común del 
Sur”. Filosóficamente los líderes políticos de Brasil y Argentina, 
Collor de Mello y Menem se daban a la tarea de construir un mercado, 
insertar a los países en la mercantilización mundializada en tiempos de 
transnacionalización de la economía. Ofrecer el acervo de capital 
público de Brasil y Argentina a la voracidad de los capitales más 
concentrados a escala mundial. 
 Eso fue interrumpido con las 
resistencias populares del “no al ALCA”, “No a la deuda”, “No a la 
militarización” que habilitaron la perspectiva de los cambios de 
gobierno, el cambio político en América Latina. 
 Estamos 
hablando ya de los primeros años del Siglo XXI, de un debate que 
modificó la agenda de la acción, el 2005 en Mar del Plata, la pretensión
 de EE UU de reinstalar el debate por el Area de Libre Comercio en las 
Américas (ALCA) se derrumba por la combinación de la Cumbre popular que 
venía en ascenso con muchas actividades de masas en toda la región; acá 
hubo un gran plebiscito con más de 2 millones de participantes, en 
Brasil hubo un plebiscito con cerca de 11 millones, o sea, el No al ALCA
 fue un rechazo popular, de masas organizadas, no espontáneo, de 
movimientos sociales muy diversos como el MST, el Movimiento de 
Trabajadores Sin Tierra en Brasil o las CTA en la Argentina que en aquel
 tiempo no estaban divididas como ahora.
 Eso habilitó a 
gobiernos que se pueden calificar de distintas maneras: progresistas, de
 izquierda o críticos a las políticas neoliberales y no sólo se habló en
 otro lenguaje de integración sino que empezaron a haber cambios al 
interior del Mercosur, donde se habilitó un diálogo entre los 
movimientos populares y los gobiernos, hubo nuevas iniciativas de 
integración como Petroamérica, que aunque no funcionó es una idea que 
tiene absoluta validez por las ventajas comparativas y relativas de 
reservas petroleras tradicionales de toda la región. Venezuela puso a 
disposición de Latinoamérica y el Caribe las reservas petroleras hoy 
demandadas por EE UU y las principales potencias del capitalismo 
mundial.
 Eso es lo que expresa incluso la reunión que hubo en 
Buenos Aires del Grupo de Lima. El epicentro del Grupo de Lima es 
cambiar el gobierno venezolano para subordinar a Venezuela a la lógica 
de las trasnacionales del petróleo, a la política exterior 
estadounidense y a esa lógica derechista que se está expresando como 
nueva hegemonía en el Mercosur. 
 Se habló también del Banco del 
Sur, que no existió, nunca se formó, pero el Banco del Sur es una idea 
que tiene plena validez cuando alguien pregunta qué cosas se podrían 
hacer en la Argentina y en la región. Se podrían hacer Petroamérica 
sobre la base de soberanía energética, el Banco del Sur, sobre la base 
de una nueva arquitectura financiera en la región, pensando en soberanía
 financiera, se podrían articular las ventajas comparativas alimentarias
 desarrolladas por países como la Argentina, el propio Brasil, Uruguay, 
sustentando una estrategia de soberanía alimentaria y no el agronegocio 
cada vez más fuertemente vinculado a la agro energía, mal llamada 
bioenergía o biodiésel, porque eso no estimula la vida sino que es 
resolver la demanda de combustible de la maquinaria del modelo 
productivo capitalista contemporáneo. 
 Entonces, ante todo ese 
avance de una integración alternativa que hubo en América Latina entre 
2005 y 2010, dando estímulo a la Unasur que encontró una perspectiva de 
foro político más que interesante, sobre todo la Celac, que supuso la 
unión de gobiernos desde el revolucionario cubano hasta el más 
reaccionario de América Latina y que incluso en 2013 estuvo bajo la 
presidencia de Cuba. Y la Celac fue un ejemplo de convivencia de 
derechas y de izquierdas sin EE UU y Canadá. Mostraba una perspectiva 
posible de aquel viejo proyecto de la patria grande nuestraamericana, de
 Bolívar, de San Martín, luego de Martí, de todos los que buscaban un 
proyecto nuestroamericano que había fracasado históricamente, hasta esta
 posibilidad que se habilitó en la primera parte del Siglo XXI. Esto es 
lo que hay que parar, el pensamiento del imperialismo, de la dominación 
estadounidense, de las clases dominantes en la región.
 El acuerdo UE-Mercosur está en línea con el proyecto que empujan los capitales más concentrados a escala mundial
 M.H.: ¿Podríamos ver el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur como una alternativa a este intento de los EE UU?
 J.G.:
 No. Es totalmente convergente. EE UU no está preocupado por que 
Argentina haga negocios con el Mercosur y la UE. De alguna manera 
favorece al objetivo principal que EE UU tiene hoy, que es consolidar el
 gobierno brasileño y el argentino como puntas de lanza de una disputa 
política muy fuerte por la dominación territorial en Nuestramérica, con 
epicentro principal en Venezuela, en Cuba en segundo lugar y preparate 
que en cualquier momento va a aparecer en el horizonte Bolivia, en tanto
 y en cuanto se consolide un nuevo gobierno de Evo Morales y de García 
Linera, que es todo lo que parece ya que se acaba de lanzar la campaña 
presidencial en Bolivia y EE UU va a intentar atacar ese prestigioso 
gobierno. Lo digo en el sentido que aparecen muchos elogios a cómo 
funciona la economía boliviana, no aparecen algunas debilidades que 
tienen otros proyectos como es la experiencia venezolana o la cubana. 
 EE UU tiene un interés muy fuerte hoy y lo demuestra con el préstamo 
viabilizado vía FMI a la Argentina, para que el macrismo se consolide un
 período más en la Argentina como una fórmula de asegurar un gobierno de
 derecha elegido por el voto de la sociedad para liderar un proyecto 
contra las experiencias venezolana y cubana. El canciller argentino hizo
 unas declaraciones muy provocativas dando cuenta de la reunión del 
Grupo de Lima y de inmiscuirse en los asuntos internos del pueblo y el 
proceso de Venezuela, que contrasta con lo que está discutiendo el Foro 
de San Pablo en estos días en Caracas. 
 El Foro de San Pablo 
está constituido por los países que se constituyeron precisamente en los
 ´90, que empezó llamándose Foro de partidos de izquierda y que un año 
después se transformó en el Foro de San Pablo, menos identificado con la
 izquierda, pero un foro que viene sustentando en sus últimas reuniones 
la defensa de las experiencias diversas, disímiles de América Latina que
 como punto en común tenían la crítica a la hegemonía de las políticas 
neoliberales, aun cuando algunos de ellos no hicieron un solo cambio 
estructural de los condicionantes neoliberales generados en tiempos de 
las dictaduras militares, en los 80 y 90.
 Aun así el discurso 
crítico a las políticas hegemónicas a muchos de ellos les costó el 
gobierno con mecanismos no tan santos como es el caso de Honduras, 
Paraguay, Brasil y hasta podríamos decir de la Argentina, porque el 
mecanismo de los medios de comunicación, de las noticias falsas, de las 
operaciones judiciales y mediáticas intervino en el triunfo de Macri del
 2015, algo que está muy presente incluso en la actualidad. 
 
Este acuerdo UE-Mercosur está en línea con un proyecto general de 
liberalización que empujan los capitales más concentrados a escala 
mundial. Además EE UU sabe que este acuerdo tiene que pasar por una 
cantidad de etapas antes de que se apruebe efectivamente y mientras 
tanto apuesta a un manejo geopolítico de dominación en la región, que el
 tema principal y el epicentro es el petróleo venezolano y la 
potencialidad que puede tener el curso de un proyecto socialista en la 
región. 
 Cuba pese a toda la crítica de la derecha es un 
proyecto prestigiado en vastos sectores de la sociedad, de la 
intelectualidad, de la juventud, del movimiento popular, social, tiene 
un prestigio muy importante y por lo tanto EE UU quiere generar 
condiciones de deterioro de ese prestigio. 
 Pero apunta en 
primer lugar a Venezuela, por el petróleo y el proyecto político 
subyacente, más allá de que nadie pueda explicar claramente qué es el 
socialismo del Siglo XXI y poco se hable en la actualidad de eso, a todo
 proyecto político que no acompañe el proceso civilizatorio que hoy 
encarnan derechas muy diversas como es la de Trump, o la derecha 
gobernante en Italia, en Francia o la británica que ha designado a un 
nuevo Primer ministro a quien se conoce como el Trump británico. 
 Hay una orientación del sistema mundial ante el deterioro de las 
perspectivas alternativas y revolucionarias. Hay un espacio creciente 
para alimentar y estimular procesos de dominación de derechas muy 
retrógradas como las que hoy gobiernan en muchos países del mundo. Por 
lo tanto, no veo contradicción entre la suscripción al acuerdo 
UE-Mercosur, con la estrategia más general que lleva EE UU que tiene 
como punta de lanza en la región, sobre todo por el cambio de hegemonía 
política electoral en México, a Argentina y Brasil con dos gobiernos que
 han llegado a esa posición con millones de votos en procesos 
electorales. 
Y para EE UU el macrismo en las nuevas condiciones, 
con parte del peronismo adentro con Pichetto, es crucial y clave que 
esto continúe. Si no continúa ya encontrará la forma de aprovechar el 
condicionante del acuerdo con el FMI para seguir intentando subordinar a
 la Argentina a la política internacional de EE UU.  
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