Rebelión / Socialismo y Democracia
Los
apelativos que se utilizaban más frecuentemente para definir la índole
de Bolsonaro como los de un ser ignorante, incapaz, homofóbico, racista,
autoritario o bruto, ya no permiten reflejar en toda su magnitud los
rasgos de su personalidad siniestra y psicopática. Molesto por las
actividades de la Orden de los Abogados de Brasil (OAB) respecto al
proceso sobre el atentado que sufrió y que declaró inimputable a su
autor por problemas de salud mental, el ex capitán dirigió su odio
contra el actual presidente de la OAB, Felipe Santa Cruz, hijo de un
militante de izquierda detenido y desaparecido de la dictadura en 1974,
afirmando que: “Si el presidente de la OAB quiere saber cómo su padre
desapareció en el periodo militar, yo cuento para él”.
Las
reacciones del mundo político, de la prensa y de la sociedad han sido
inmediatas, llegando a sumarse la repulsa de muchos aliados, como el
gobernador de Sao Paulo, quien en una declaración fuerte (y dígase de
paso oportunista) señaló que las palabras del mandatario eran
“inaceptables”. Uno de los abogados que entró con pedido de casación
contra la presidenta Dilma Rousseff, el jurista Miguel Reali Jr., afirmó
que este no sería precisamente un caso para solicitar impeachment, sino que para pedir la interdicción, pues estaríamos “frente a un cuadro de insanidad absoluta” por parte de Bolsonaro.
Por
su parte, el Supremo Tribunal Federal puede aceptar la interpelación
del injuriado presidente de la OAB, Felipe Santa Cruz, para que
Bolsonaro entregue la información que dice poseer sobre el
desaparecimiento de su padre.
Continuando
con la polémica sobre el destino de los torturados y desaparecidos
durante el régimen militar, Bolsonaro llegó a decir que la información
recopilada y difundida por la Comisión Nacional para la Verdad (CNV) es
pura mentira. Esta Comisión creada en 2011 por la ex presidenta Dilma
Rousseff, fue compuesta por un grupo de juristas y especialistas en
derechos humanos que elaboraron un detallado informe sobre caso de
violaciones a los derechos humanos (detenciones, torturas y
desapariciones) ocurridas en los años de la dictadura. Según el Informe
final de esta Comisión divulgado en 2014, se constató con documentos y
declaraciones de los agentes y militares involucrados, que durante ese
periodo (1964-1986) fueron asesinadas o desaparecieron 434 personas como
resultado de la violencia directa ejercida por parte de miembros del
Estado brasileño.
Que
puede estar por tras de estas declaraciones tan mentirosas y deshumanas
proferidas por el gobernante. Algunos analistas especulan que Bolsonaro
en realidad desea crear un distractor comunicacional que le permita
seguir desmontando las políticas educacionales, sociales, culturales y
ambientales sin generar rechazo ni resistencia entre la población. Sus
constantes comentarios y acciones tendrían como objetivo levantar una
cortina de humo para esconder de la sociedad sus reales propósitos de
destruir las políticas que buscan favorecer a las mayorías y promulgar,
por el contrario, decretos y resoluciones que favorecen a los grupos
empresariales y ruralistas que le dan sustento a su gobierno.
Aunque
todo tiene un límite. Estas últimas bravatas de Bolsonaro son tan
aberrantes, vulgares y crueles que incluso entre sus huestes más
incondicionales, hasta ahora, se percibe el descontento y la frustración
con la impostura del presidente. Y es que los permanentes desatinos y
barbaridades pronunciadas por él pueden colocar en riesgo la continuidad
de las reformas ultra liberales encabezadas por su Ministro de
Hacienda, Paulo Guedes. De hecho, el proceso de aprobación de la Reforma
Previsional (con muchas indicaciones) todavía no concluye y tiene que
pasar por dos votaciones en el parlamento para ser aprobada
definitivamente.
La
pregunta por lo tanto es hasta donde la insanidad de Bolsonaro puede
comprometer los cambios conservadores a que aspira la derecha brasileña o
si en realidad dicho estilo permite precisamente esconder de la opinión
pública los negocios truculentos que pretenden realizar las autoridades
como, por ejemplo, la privatización de la empresa Distribuidora de
Petrobras a un consorcio estadunidense.
Entre
una especulación y otra, lo que queda evidente en este último episodio
con el presidente de la OAB es que el ex capitán continúa reafirmando su
completa decrepitud moral, su falta de criterio y su monumental
incapacidad para dirigir el destino de millones de brasileños.
Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias Sociales y editor del blog Socialismo y Democracia.
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