Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.

jueves, 10 de mayo de 2018

¿Qué significa “izquierda”?

Uruguay


En un rapto de inspiración José Mujica definió a la perfección los cambios generados en la ideología del Frente Amplio: “Cuando era joven quería cambiar el mundo, hoy me conformo con arreglar la vereda de mi casa” ¿Conformarse con arreglar algún desperfecto alcanza para definirse de izquierda? ¿El gobierno aplica un programa de izquierda? ¿Es relevante esta definición?
El problema de las palabras
El uso de esta palabra en el debate político es motivo suficiente para justificar su esclarecimiento. Como siempre conviene ir a los orígenes, el problema se plantea con el mito que se ha establecido con respecto al origen de la palabra izquierda. Se nos dice que surge del lugar que ocuparon en la revolución francesa aquellos que enfrentaban al rey y defendían el poder de la asamblea legislativa. A partir de allí se llamaría izquierda a quienes propendían al poder popular en contra de las instituciones del feudalismo.
Esta explicación es floja por dos motivos. Primero porque la palabra izquierda fue utilizada anteriormente. En la Persia del año 900 algunos intelectuales predicaban la lucha de los pueblos oprimidos, una mejor distribución de la riqueza y el establecimiento de una “ciudad de la razón” y en los textos de la época se usaban las palabras “izquierda”, “derecha”, “revolución” y “reacción”. Seguramente el estudioso de culturas anteriores encontrará las palabras izquierda y derecha en el sentido en que la entendemos nosotros, los franceses de la revolución y los persas del año 900.
El segundo motivo que informa de la pobreza de este mito es que no explica por qué diablos los enemigos del feudalismo se sentaron a la izquierda y no a la derecha. Éste es un buen ejemplo para echar por tierra el argumento de quienes afirman que el signo es arbitrario, es decir, que repetimos una palabra porque alguien arbitrariamente le asignó un sentido y por lo tanto la palabra no tendría vínculo en sí con la cosa que nombra.
Este problema de la arbitrariedad o naturalidad del signo es cualquier cosa menos intrascendente, pero de momento señalemos que los enemigos del feudalismo optaron por sentarse a la izquierda pues entendieron que la izquierda significaba enfrentarse a lo usual, es decir, al orden establecido, habida cuenta que lo usual es que la gente use la mano derecha y por eso la derecha se considera lo correcto, la forma en que giran las manecillas del reloj, lo natural, lo “diestro”, al contrario que la izquierda, lo “siniestro”, lo diabólico, pues Jesús se sienta a la diestra de Dios Padre y los musulmanes comen con la mano derecha y usan la mano izquierda, la impura, para otros menesteres menos heroicos.
Así que nosotros, después de los franceses y los persas y vaya a saber uno desde cuándo, usamos la palabra izquierda para referirnos a quienes luchan contra el orden establecido, no porque arbitrariamente alguien le encajara ese significado, sino porque nos parece harto natural llamarla así y así prevalecen ciertas palabras, de igual manera que si en una selva se trazan dos caminos, tiende a prevalecer naturalmente y por el uso el camino más corto mientras el otro será cubierto por el follaje.
¿El FA aplica un programa de izquierda?
El signo elocuente de la globalización es un movimiento de tijeras: por un lado, y al alza, las trasnacionales traspasan las barreras nacionales apropiándose con especial énfasis de los recursos naturales, acentuando la división entre países ricos y países empobrecidos e incrementando la concentración de riqueza y poder en pocas manos. Jamás en un ningún otro régimen histórico tan pocos fueron dueños de tanto.
La otra punta del movimiento de tijeras, y a la baja, son Estados que pierden soberanía ante el empuje de las trasnacionales y ante instituciones internacionales, mientras en el plano ideológico se asume esta penetración y esta inaudita concentración de riquezas como algo natural, al extremo de considerarse el programa económico vigente como el único posible. Nunca, en toda la historia de los siglos XIX y XX estuvo tan debilitada la crítica a un orden social injusto y el reclamo por un reparto equilibrado de la riqueza generada por el hombre.
Así que mientras la concentración de riqueza aumenta, la lucha por el reparto de riqueza se debilita, favoreciendo precisamente la concentración de riqueza. Este debilitamiento de la posición igualadora, la pretensión de los plebeyos por apropiarse de la riqueza que generan, se ve reforzada por la estrepitosa derrota de las revoluciones socialistas y de los progresismos en nuestro continente.
La derrota de los progresismos es doble: no sólo vienen siendo barridos del poder, sino que incluso antes fueron barridos ideológicamente al aplicar los programas económicos cuya crítica los llevó al poder, y esta claudicación ideológica es la que refuerza la idea de que no existe, no tiene derecho a la existencia por considerarse irreal, un programa económico alternativo al que se aplica en nuestros países en los últimos cuarenta años.
¿Cuál es el programa que impulsa el Frente Amplio? El Frente Amplio carece de un plan de desarrollo nacional. En la agenda política no se incluye este problema, habida cuenta que la oposición también carece de un pan de desarrollo nacional. Mientras tanto, en ausencia de un plan, se apuesta a la industrialización que traería aparejada la inversión extranjera, la gran “dinamizadora” de nuestra economía.
La inversión extranjera, desde que se le abrieron las puertas, no ha dinamizado nada en absoluto, al contrario, mientras goza de exoneraciones tributarias y beneficios por doquier, ha primarizado nuestra economía y se ha apropiado de los principales rubros de producción, ampliando la fuga de capitales. A modo de ejemplo, tres empresas extranjeras, las principales latifundistas, poseen 997.000 hectáreas, es decir, superan reunidas al departamento de Treinta y Tres: Eufores, 369.000; UAG 320.000 y Stora Enso 308.000.
Esta apropiación de recursos trae por añadidura la erosión de la República y del principio de igualdad ante la ley, toda vez que se pactan acuerdos secretos, se aceleran trámites de habilitación sin estudio previo, se exonera de tributos que el resto paga religiosamente, se resigna soberanía jurídica, se pacta una paz sindical a medida y se permite la injerencia de empresas privadas en la educación pública.
Al mismo tiempo, el gobierno estimula una agenda de derechos basada en el principio de la desigualdad ante la ley, una cortina de humo que no mejora la vida de las minorías y en cambio acentúa la atomización de la sociedad.
Pretender hacer girar las manecillas del reloj en otra dirección es cosa del pasado. La reforma agraria una vez propugnada se ha convertido en una antireforma agraria; la nacionalización de la banca, en una privatización de la banca y bancarización forzosa; la igualdad ante la ley, en una desigualdad ante la ley. Sin embargo, con ser bastante, esto no es todo. Mientras la educación pública cae en picada y se distancia de la educación privada, aumentan los delitos y barrios enteros son dominados por el narcotráfico. Nuestra sociedad asiste a un proceso de colombianización.
¿Pero cuál es el plan del gobierno y la oposición para revertir este proceso por el cual cada vez más gente adopta formas de vida antisociales? Así como en el terreno económico, no hay plan. Se administran unas chirolas populistas para asistir a los más carenciados y apenas el Estado vea disminuidos sus ingresos por la suicida apuesta a la producción de bienes primarios, estallará la bomba de tiempo con consecuencias insospechadas.
¿Por qué fracasaron las revoluciones socialistas y los progresismos?
Las revoluciones son irrupciones democráticas donde miles de individuos anteriormente apáticos, se lanzan a la actividad política para imprimir un nuevo rumbo y generando para ello nuevas instituciones democráticas.
Ante los innumerables problemas que deben afrontar, como una invasión extranjera y un descalabro en la producción, la única posibilidad de triunfo de las revoluciones es mantener y estimular estas nuevas instituciones democráticas para dejar que se liberen todas las fuerzas constructivas que anidan en una sociedad, las cuales normalmente no se activan, y para eso, para optar por el mejor camino y aprender de los errores, es imprescindible la lucha de ideas.
Ahora ¿por qué los revolucionarios abandonan la democracia que las impulsa al poder y cavan de esa manera su propia tumba? Sea cual fuere la respuesta a esta interrogante, no puede excluir el hecho de que los revolucionarios no han construido aún un sistema de ideas suficientemente fuerte como para no ser absorbidos por la ideología dominante, o si se quiere, la ideología dominante tiene un poder de resistencia suficiente como para contrarrestar los embates que ha sufrido hasta ahora.
Si el sistema ha podido contrarrestar estas impresionantes irrupciones democráticas ¿qué decir de su capacidad para contrarrestar el tímido empuje de los progresismos? Habida cuenta del desgaste de los partidos que habían llevado a cabo la apertura a los capitales trasnacionales, el progresismo alcanzó el gobierno para abandonar ipso facto el discurso crítico que lo llevó al gobierno y convertirse, de esa manera, en el nuevo partido de las trasnacionales. En ese sentido, y desde ese específico punto de vista, no existiría tal diferencia entre derecha e izquierda, las dos caras de la moneda del sistema, un “recambio” por birlibirloque que permite la continuidad del modelo.
Como muy bien dijo en el 2005 en Washington el viceministro de Economía, la ventaja de que el Frente Amplio estuviera en el gobierno es que no se llevarían a cabo plebiscitos contra las privatizaciones.
¿Es posible contrarrestar el movimiento de tijeras?
El tsunami de las trasnacionales con la consiguiente merma de la democracia ha generado en distintos lugares el movimiento de indignados, que aun con todas las debilidades que se les quiera señalar, son un claro indicio de tensión cuando plantean que Somos el 99% frente al 1%” .
En tanto la apropiación de recursos exige una erosión de las soberanías nacionales en lo económico, jurídico e ideológico, son factibles de sumarse a la lucha contra la avanzada del capital una amplia gama de sectores que sienten como un peligro esta múltiple erosión de la soberanía.
Esto obliga a un reacomodamiento de la izquierda, que en términos ideológicos erra como un ciego al borde del abismo. Un ejemplo paradigmático de esta confusión es la política seguida por “La diaria” : por un lado plantea una crítica al acuerdo con UPM, la mayor entrega de soberanía desde la apertura democrática; por el otro realiza una penosa tarea de desprestigio contra el movimiento de autoconvocados, sin considerar que precisamente el movimiento de autoconvocados critica la extranjerización de tierras y los desiguales beneficios que se le otorgan a la inversión extranjera.
No viene a cuento si todos aquellos que se autodenominan de izquierda lograrán entender o no la principal contradicción de nuestra época. Lo que sí viene a cuento es que el entusiasmo que generó el acceso al gobierno del Frente Amplio, luego de 13 años de una magna obra, se ha convertido en un profundo suspiro de desencanto. De ahí la necesidad de revalorizar el significado de la palabra izquierda y de pensar en esa amplia gama de sectores dispuesta a pelear por la soberanía.
El capital concentra riquezas y planifica, como planificó con la ley de forestación y zonas francas la implantación de las pasteras, esos pulpos extractores con infinidad de tentáculos llamados eucaliptus.
Mientras el capital ensucia los océanos con plástico y arrasa las selvas, no sabemos con exactitud a dónde nos llevará esta progresiva información y control sobre cada uno de nosotros, este ataque a la libertad de expresión, a la palabra y el humor, este empastillamiento progresivo, esta negación de las diferencias biológicas y en suma, este peligrosísimo ataque al deseo del hombre.
El capital concentra riquezas y planifica y, al igual que un cáncer, va por más y no se detiene. Si no enfrentamos este tsunami, deberemos despedirnos de las repúblicas y de algunas otras cosas más elementales. 

No hay comentarios: