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Bayer
ha comprado Monsanto. La Comisión Europea ha dado el visto bueno a la
mayor fusión de empresas agrícolas, de transgénicos, pesticidas y
semillas. Bayer compra Monsanto por 66.000 millones de dólares (53.800
millones de euros al cambio actual). Para ello la compañía alemana ha de
vender parte de su negocio agroquímico aunque esas divisiones ya tienen
comprador, Basf, que dará 5.900 millones de euros por ello.
Hay quien, como el eurodiputado ecologista Ernest Urtasun, del grupo de Los Verdes ha sido muy concreto en su opinión:
"Además de veneno, Bayer nos venderá los remedios” (…) La agroindustria ya está demasiado concentrada, unas pocas empresas dominan completamente la producción de alimentos. Fusionar dos de los actores más importantes y con mayor cuota de mercado solo empeora la situación”.
Se
refiere Urtasun a que Bayer controla buena parte de la cadena: semillas
para sembrar comida; fertilizantes, herbicidas y demás “fitosanitarios”
para su cultivo; y medicamentos para tratar las posibles consecuencias
que tiene para nuestra salud el modelo alimentario basado en tóxicos.
Aceptar esta fusión en Bruselas y Washington (que se entiende que lo hará en breve) significará la consolidación de la última de las tres mega fusiones de la industria de semillas y pesticidas que han estado en juego desde 2015.
Mientras
que al iniciarse el frenesí de las fusiones seis compañías globales
controlaban aproximadamente dos terceras partes del mercado global de
semillas y más del 70% del de pesticidas, ahora quedarán solamente
cuatro compañías en ámbito de semillas y pesticidas: Bayer-Monsanto, que
dominará; le siguen Corteva Agriscience (una nueva empresa derivada,
resultado de la fusión del año pasado entre Dow y DuPont); la empresa
resultado de la fusión anterior entre Syngenta (con sede en Suiza) y
ChemChina (la ambiciosa compañía química asiática que se espera se
fusione muy pronto con la aún más grande Sinochem); y finalmente la
cuarta jugadora en el campo será BASF, la gigante alemana que ahora será
más fuerte gracias a la parte de semillas de Bayer.
Como cuentan los persistentes investigadores del Grupo ETC:
"Los negocios de datos masivos (big data): El núcleo de todas las megafusiones ha sido lograr el control de los datos masivos (big data) sobre agricultura. El manejo de datos masivos está detrás de las nuevas tecnologías de ‘ADN digital’, que incluyen a la biología sintética [o cómo comerciar con el código genético de los organismos vivos] y la edición genómica y que están transformando la investigación agrícola y las llamadas plataformas de ‘agricultura de precisión'”.
La
rama de capital de riesgo de Monsanto anunció ayer que invertiría 25
millones de dólares en una nueva compañía de edición genética de
cultivos (Pairwise Plants) y puso como presidente al vicepresidente de
operaciones globales de biotecnología de la propia Monsanto. Con las
plantas editadas genéticamente las empresas de semillas intentan esquivar el estigma de los transgénicos.
Los
Organismos Modificados Genéticamente (OMG) del “pasado” incluyen ADN
externo de otras plantas o bacterias. Pero las nuevas técnicas de
edición genética tratan de introducir cambios en los genes sin “ayuda
externa”. Un ejemplo que se hace con la soja: se hacen cambios en dos
genes implicados en la síntesis de ácidos grasos, para que el aceite
prensado de la soja sea más parecido al aceite de oliva que al típico
aceite de soja.
Otro de los aspectos que está pasando por alto
según apuntan los de ETC es que las oficinas antimonopolio no han
vigilado la creciente dominación de Bayer-Monsanto sobre los microbios
agrícolas, tan necesarios para la correcta fertilización de los
cultivos. En los últimos años, las dos compañías han hecho negocios con
antiguas empresas de enzimas como Novozyme de Dinamarca (la compañía de
venta de enzimas sintéticas más grande del mundo ) y con nuevas empresas
en el ramo, como Ginko Bioworks, Silicon Valley (que utiliza biología
sintética y técnicas de edición genética para alterar el ADN de
microbios).
En esencia, lo que está (o mejor escrito, sigue) en
juego es la situación de monopolio en la que están estas empresas, de
las que dependen buena parte de la alimentación mundial. Hay que
considerar también el efecto dominó de las megafusiones del agronegocio.
El potencial monopolio de los insumos microbianos apunta a otra
importante cuestión que las autoridades antimonopolios raramente
consideran: ¿Crearán esas fusiones un efecto dominó en el sector de
insumos agrícolas?
La investigación de Bayer y Monsanto sobre
insumos microbianos amenaza directamente a la industria de los
fertilizantes”, explica Jim Thomas, del citado grupo de investigadores
ambientalistas. “Si los microbios fijadores de nitrógeno y
micronutrientes son usados para revestir las semillas o se inyectan
junto con la semilla en el momento de plantarla, será una competencia
directa a las compañías que venden fertilizantes”.
De
hecho, en este enloquecido panorama en el que las empresas se funden
para ser más fuertes y obtener mayores beneficios, sortear la
competencia e imponer sus criterios globales, la segunda y la cuarta
empresas de fertilizantes más grandes del mundo se fusionaron a
principios de enero para formar Nutrient, hoy la número 1.
La
empresa número 2 de fertilizantes en el mundo, Yara (de Noruega) también
está entrando en el ámbito de la investigación de insumos microbianos y
lo mismo la compañía que ocupa ahora el cuarto lugar, Mosaic.
Ese
efecto dominó también afecta a las compañías de maquinaria agrícola más
grandes del mundo, que ya controlan casi la mitad del mercado global:
las cuatro megaempresas de semillas y pesticidas que ahora quedan tras
la fusión de Bayer y Monsanto serán objetivo de compañías sumamente
ricas como Deere, ACGO, CNH y Kubota.
La merienda de lobos mundial
está servida (con perdón de los lobos). Los negocios agrícolas (y sus
negociantes) han ido fundiéndose desde 1977 y las actuales megafusiones
son la prueba de que los gobiernos no han sabido manejar el tema en
función del interés público. Por eso, la alternativa es negociar un
Tratado sobre Competencia en Naciones Unidas, que quizá sea la única
autoridad mundial capaz de mediar en el asunto pues es la alimentación
de todo el planeta la que está en juego.
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