Ángel Guerra Cabrera
La rotunda victoria
política del chavismo en la elección de la Asamblea Nacional
Constituyente (ANC) del 30 de julio rebasa con creces no sólo las
fronteras nacionales, sino las de nuestra América. Se repite mucho que
Venezuela tiene la mayor reserva de petróleo y una de las más
importantes de gas en el mundo, sumadas a grandes yacimientos de oro y
diamantes. Según algunas miradas, esa sería la causa única de la
descomunal agresión multifacética a que está sometida.
Por supuesto, ese factor es trascendental. Pero no es menos
importante su decisivo papel en la disputa por la hegemonía política de
nuestra región. La que se da entre Estados Unidos y las oligarquías
locales, por una parte, y por otra, los gobiernos de izquierda y las
fuerzas populares de América Latina y el Caribe, signadas por su pujanza
y espíritu renovador.
La patria de Bolívar y Chávez es un referente regional e
internacional en la lucha contra el neoliberalismo, por la democracia
participativa y protagónica y por lograr hondas trasformaciones sociales
y políticas a través de la vía electoral, con especial apego a la paz
por parte del sujeto transformador.
Venezuela es el continuador principal en nuestra región y en el mundo
de la propuesta iniciada por Salvador Allende en Chile en 1973, de
transitar al cambio social por vía política. Aunque todavía hoy no
podríamos asegurar categóricamente que ese camino será viable a la
postre, es evidente que desde la elección de Hugo Chávez a la
presidencia en 1998, Venezuela y otros gobiernos de nuestra región han
dado pasos de gigante y enormes pruebas de resistencia y capacidad de
avanzar en su consecución, no obstante la feroz ofensiva desencadenada
contra ellos –sobre todo contra Caracas– por las derechas locales y el
imperialismo. Hasta allí donde han conseguido regresiones, con sus
artimañas mediáticas o el golpe parlamentario, como en Argentina y
Brasil, los gobiernos de derecha enfrentan apreciable resistencia
social.
Al ganar convincentemente la elección de los delegados a la ANC, el
chavismo ha aportado un sólido argumento a favor de la viabilidad, pero
también de la pertinencia, del camino electoral. Aunque no exento del
choque con la violencia fascista de la derecha, ha demostrado cuánta
sangre y sufrimientos puede ahorrar, comparado con la vía, otrora
ineludible, de la lucha armada.
Esto, a condición de que el poder popular haya desarrollado
grandes programas sociales dirigidos a las mayorías explotadas y
marginadas y el sujeto transformador realice un serio y argumentado
trabajo político con el pueblo. Tampoco debe obviarse que la oposición
dio una ayuda a la victoria chavista con su conducta violenta y
antidemocrática, que hartó a millones de venezolanos, incluso a
partidarios suyos, ausentes en los últimos días a la risible
toma de Venezuelay a las marchas sin marchistas convocadas para el domingo pasado. Desde su ridículo y famélico plebiscito del 16 de julio, la contrarrevolución perdió fuelle.
Únicamente algo tan putrefacto como los
medios de comunicación masivapodía dar por bueno unánimemente el dato opositor de 7 millones en ese ejercicio plagado de groseras irregularidades como niños participando y la quema inmediata de las boletas. En cambio, en México y más allá, La Jornada, con información y análisis serio, veraz y plural les deshizo el consenso que buscaban. No es la primera vez que lo hace.
Pero encima, esos mismos medios, carentes de la más elemental
decencia, ahora gritan fraude a los más de 8 millones de sufragios
conseguidos por el chavismo el 30 de julio. Sólo no hay fraude cuando
gana la oposición, que tiene gubernaturas y alcaldías. Incluso, ganó la
mayoría hace tres años a la Asamblea Nacional pero echó por tierra gran
parte del capital político ganado, obsesionada con el golpe a Maduro y
el culto a la violencia. El sitio web Red58.org documenta sólidamente la transparencia del acto electoral.
Trump y sus achichincles de los gobiernos de derecha de aquí y acullá
podrán decir que desconocen a la ANC, pero ella ya gobierna el país y
redactará una Constitución ejemplar que incorpore todos los derechos
ganados con el chavismo y otros de nueva generación. La batalla de
Venezuela se gana o se pierde en sus calles, llanos, montañas y ríos,
por importante que sea la pelea en la arena internacional. La elección
del domingo ha demostrado que la correlación de fuerzas favorece al
chavismo: tiene a la mayoría del pueblo y el apoyo de la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana. No habrá Pinochet y sí
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