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martes, 22 de octubre de 2013

Slim también es transnacional

El significado y trascendencia del nacionalismo en el mundo de hoy

¿Hay enemistad entre los pueblos...? ... o todos los pueblos tenemos el mismo enemigo...

Por: Patricia Barba Avila

Mucho se ha hablado en estos últimos tiempos de turbulencia económica y social en el mundo, sobre la convicción nacionalista de quienes se oponen a la enajenación de los recursos que son --o deberían ser-- para el progreso equilibrado e igualitario de todos los miembros de una sociedad y eso obliga a la presente reflexión en el sentido de quién o qué es el verdadero enemigo del bienestar de las grandes mayorías.

Hubo una época, cuando las fronteras geográficas y económicas estaban bien definidas y no se habían difuminado bajo el peso de los intereses financieros, en las que el nacionalismo jugó un papel fundamental en la auto-determinación y la soberanía de los países y esto tiene un origen perfectamente entendible. Desde épocas remotas en las que los grupos o clanes luchaban por la sobrevivencia, el dominio sobre los recursos de un determinado territorio era crucial para garantizar el éxito y la continuidad de una comunidad, ya sea de Homo sapiens o de sus parientes los chimpancés, bonobos u otras especies cercanas a la nuestra.  En otras palabras, si se perdía el control sobre los  frutos de la tierra, simplemente se ponía en peligro la subsistencia. Esta regla, pese a ser fundamental ha venido perdiendo vigencia desde el momento en que un reducido grupo de individuos empezó a tomar el control de la riqueza y los recursos naturales.

Hace unas décadas, el nacionalismo o, lo que es lo mismo, la defensa de los recursos de determinado territorio para beneficio de los habitantes de dicho territorio, constituyó una bandera enarbolada por héroes como Benito Juárez, quien en el siglo XIX, en un acto de suprema soberanía, expulsó a los invasores y mandó fusilar a Maximiliano de Hapsburgo, y por estadistas de elevada talla como el General Lázaro Cárdenas, quien en el siglo XX nacionalizó la industria petrolera.  Actos así, de tales dimensiones, no los podríamos imaginar hoy, en el México neoliberal en el que el poder financiero se yergue como amo y señor...como emperador del destino de millones de seres humanos. En contraparte, observamos cómo el sentimiento de orgullo nacional ha devenido en un nacionalismo ramplón y superficial encaminado a "defender" el mediocre desempeño de un grupo de jugadores convertidos en productos de mercado controlados por consorcios tan poco defendibles como Televisa, una empresa transnacional, por cierto, que con sus tejes manejes mercachifleros han sepultado la belleza y esencia de este magnífico deporte.

Dicho lo anterior, es menester analizar lo  que ha ocurrido en otros tiempos y en otras latitudes y continúa sucediendo en nuestro presente, respecto del nacionalismo y me remito a ejemplos como el caso de la España del siglo XV, poderoso imperio, controlado por una minoría, que subyugó gran parte de los pueblos del continente americano, el nuestro incluido, no sin antes mencionar lo sucedido antes de que la monarquía española patrocinara la expedición de Colón que finalmente llegó a nuestro continente: la guerra entre católicos españoles y árabes musulmanes en la que salió triunfante la monarquía española y aquí retomo el razonamiento que hice en un pasado artículo sobre la clase dominante y el bienestar --o sufrimiento y miseria-- de amplios sectores del pueblo: ¿acaso la victoria de españoles sobre musulmanes evitó la explotación de la monarquía sobre sus propios súbditos?  Y ahora aplicando el mismo cuestionamiento a la conquista de territorios y pueblos americanos: ¿acaso el enorme saqueo que llevaron a cabo los conquistadores españoles en nuestro continente sirvió para garantizar el bienestar de los súbditos de Isabel la Católica y Fernando?  La respuesta es NO.  Y esa pregunta la traslado al presente con ejemplos como la rapiña que consorcios como Santander o Repsol llevan a cabo en México y que en nada ha beneficiado a los millones de indignados españoles; casos como la invasión del ejército norteamericano en Irak que no ha evitado que millones de estadounidenses carezcan de seguridad social, vivienda y empleo .  Y es en este punto donde tendríamos que determinar si el hecho de que una clase dominante y/o grupo de consorcios se localicen en determinado país, es suficiente para asegurar el progreso nacional o, lo que es lo mismo, el bienestar material y espiritual de todos los integrantes de una sociedad. 

En consonancia con lo anterior, planteo: ¿acaso la nacionalidad mexicana de Carlos Slim ha repercutido en bienestar para el pueblo mexicano por ser accionista de empresas como el New York times o Microsoft? y, por otra parte, pregunto:  ¿acaso las aventuras empresariales (saqueos) de grandes consorcios norteamericanos han redundado en beneficio de amplios sectores de la sociedad de nuestro vecino del norte, que carecen de seguridad social, vivienda o empleo (preguntar a Occupy Wall Street). Es decir, no se trata de un nacionalismo sin sentido en el que los millones de mexicanos no reciben ninguna ganancia de las actividades empresariales de los Slim, Azcárraga, Salinas, Zambrano, Servitje, et al, y, para colmo, son explotados y timados por esos mismos grupos empresariales con el apoyo de sus empleados en el congreso, el poder ejecutivo y judicial.  Se trata esencialmente de una oposición a la concentración infame de la riqueza natural y laboral por parte de un reducido grupo de potentados de cualquier nacionalidad, a costa del bienestar de millones de mexicanos, españoles, chilenos, griegos, norteamericanos, etc...este es el punto central.  Porque no se trata de enemistades entre pueblos sino de oponerse a la guerra sucia y brutal emprendida por los saqueadores a nivel mundial contra enormes conglomerados humanos.

Es decir, el nacionalismo entusiasta mostrado por los súbditos de monarquías y clases dominantes de poco o nada sirve si ese nacionalismo no va acompañado de una conciencia de clase en la que los explotados del mundo se percaten de que ni los iraquíes son enemigos de los norteamericanos ni los españoles odian a los mexicanos, sino que el enemigo que hay que erradicar es la concentración de la riqueza producto del esfuerzo de todos en las manos de un reducido grupo de explotadores.  

Concluyo esta reflexión diciendo que el puro nacionalismo ya no es suficiente y, por ende, no sólo tendríamos que oponernos a la entrega de los recursos naturales a la codicia de los capitales privados nacionales y transnacionales, sino que tendríamos que ir más allá tanto los mexicanos, como los norteamericanos, los españoles, los griegos, los egipcios, los chilenos, etc: luchar contra un sistema de depredación conocido como neoliberalismo, eufemismo con el que se ha querido calificar el saqueo brutal de los bienes de los muchos en aras de la codicia de los pocos.  Tendríamos que plantear otro paradigma: el del auténtico poder de los ciudadanos de cualquier país para delinear las políticas económicas y sociales en su propio beneficio, políticas que hasta ahora, de manera irresponsable, hemos venido dejando en manos de individuos sin ética ni principios que se autodenominan "servidores públicos" pero cuya tarea ha sido la de defender los intereses de un puñado de mega-saqueadores de cuello blanco, de cualquier origen y nacionalidad, a costa de la miseria y destrucción de millones de seres humanos.

El cambio de amo no es fuente de libertad ni de bienestar. Ricardo Flores Magón



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La prueba más auténtica de civilización, cultura y dignidad es el carácter no las vestimentas. Gandhi

Patricia Barba Avila
Titular del programa Desde la raíztransmitido por Radio La Nueva República los lunes de 21 a 23 hrs y los miercoles de 21 a 22 hrs y Sabía usted que los domingos de 11 a 13 hrs (hora del Centro)
Miembro del Tribunal Internacional de Conciencia (TIC)

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