
Honduras, golpe a la democracia
Finalmente en Honduras no hay salida para la democracia aplastada por el golpe contra el presidente Manuel Zelaya el pasado 28 de junio. El presidente de facto Roberto Micheletti inauguró una nueva era para el golpismo latinoamericano con rostro de oligarquía dominante, gravísimo precedente que muestra que sí es posible el retroceso. Las consecuencias para Honduras y Centroamérica son múltiples, en primer lugar la fractura de los países de la región que con inmediata unanimidad condenaron el golpe y exigieron la reinstalación del presidente expulsado por los militares con las armas. El golpe cuenta con el apoyo del Congreso y de la Suprema Corte, todos los poderes controlados por la oligarquía hondureña, lo mismo que la economía y los medios. ¿El golpe perfecto? ¿El argumento? El presidente Zelaya “pretendía” violar la constitución petrea con un referéndum que no se realizó. Golpe preventivo, argumentarían.
Las consecuencias de la instauración del golpe de estado en Honduras son múltiples para la región. La primera es que finalmente la inicial unidad de todos los países de la OEA contra el golpe y en busca de una salida negociada, se fracturó. Los golpistas encabezados por Micheletti no negociaron, ganaron tiempo para consolidar el golpe. Luego vino, otra vez, la política unilateral de Estados Unidos, esta vez con Barack Obama, que decidió adoptar lo que el gobierno de facto construyó como “la salida a la crisis”: la elección del 29 de noviembre.
En los hechos, así se fortaleció al gobierno golpista y se canceló la “negociación” encabezada por el presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias. Elecciones en Honduras, claro, sin libertad y en un estado de vulneración permanente de las garantías individuales, con todos los medios electrónicos (excepto uno) controlados por la dictadura, bajo amenazas a quienes se opusieran a las elecciones, con opositores muertos y encarcelados, con el presidente constitucional Manuel Zelaya refugiado en la Embajada de Brasil, sin observadores internacionales, con el gabinete del presidente legítimo en el exilio, con la policía y el ejército en las calles para reprimir a la oposición, en fin, con un verdadero estado de excepción. Así, las elecciones hondureñas fueron parodia democrática.
Esas fueron las elecciones que unilateralmente decidió reconocer Washington, como una “salida de la crisis”. La posición del Departamento de Estado encabezado por Hillary Clinton cedió a las presiones de los republicanos más conservadores proclives al golpe, que por la crisis hondureña detuvieron durante meses la ratificación del nombramiento de Valenzuela como Subsecretario de Estado. ¿Clinton se quebró?
La otra consecuencia de la posición unilateral de Washington de reconocer las elecciones fue la fractura que provocó en América Latina. Varios países, entre ellos de manera destacada Panamá y Colombia, secundan la posición del gobierno de Obama. Otros países no reconocen el resultado de las elecciones, de manera destacada Brasil, Bolivia, Venezuela, Argentina, Chile… El Mercosur se definió de igual manera.
México mantiene una posición ambigua (por decir lo menos), ha quedado colocado bajo la presión política de Washington para reconocer los resultados de las elecciones, lo que contradice la política de los últimos meses, la acogida de ministros del gobierno de Zelaya. El intento fallido de traer a México al presidente Zelaya es el episodio mas reciente de la política exterior mexicana frente a Honduras. Difícil equilibrio el de la canciller Patricia Espinosa, duramente criticada en la reunión del Mercosur.
Tras el naufragio definitivo de la negociación y de la posibilidad de retorno a la presidencia de Honduras del Presidente legítimo y constitucional Manuel Zelaya, lo que se observa es un endurecimiento de los golpistas encabezados por Micheletti. Primero, el presidente electo Porfirio Lobo no toma posición, llama al Congreso a que decida (palabras mas, palabras menos) lo mejor para Honduras.. que dios los ilumine. El 2 de diciembre el Congreso rechaza el retorno de Zelaya. Punto final. El gobierno de facto se mantendrá hasta el 27 de enero de 2010, fecha de inicio del mandato de Lobo, quien por cierto forma parte de la oligarquía hondureña, en tanto rico terrateniente.
Porfirio Lobo, el presidente electo, no parece tener ni espacio, ni fuerza, ni peso político propio. ¿Rehén del golpismo o cómplice del mismo? La respuesta a esta interrogante no cambia mucho las cosas, en uno u otro caso Lobo juega con Micheletti.
Como están las cosas, lo que está claro es que Zelaya no regresará a la Presidencia. Que el golpismo se habrá impuesto con todo el negro precedente que ello implica para Honduras, para Centroamérica, para América Latina. La elección presidencial en Honduras afianza el control del país por la oligarquía. La democracia retrocede, el golpismo inaugura nuevos derroteros.
enriquetacabrerac@hotmail.com
 
 
 
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