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miércoles, 7 de octubre de 2015

Estudio revela que ONU es manipulada políticamente por transnacionales




Opera Mundi
Adital
Por Thalfi Deen, de IPS/Envolverde

La ONU [Organización de las Naciones Unidas] es manipulada políticamente por empresas transnacionales, algunas de las cuales violan, abiertamente, derechos laborales y normas ambientales que el forum mundial defiende. Es lo que dice el estudio de la organización independiente Global Policy Forum. En el documento, divulgado recientemente, se alerta que la ONU "está iniciando una nueva era de multilateralismo selectivo, formada por paralizaciones políticas intergubernamentales y una creciente dependencia de soluciones empresariales para los problemas mundiales”.

En el informe se agrega que "los patrones mutables de financiamiento de la ONU y de sus fondos, programas y organismos especializados, reflejan esas tendencias alarmantes”. Y destaca la brecha que hay entre la magnitud de los problemas globales y la capacidad financiera de las Naciones Unidas para resolverlos; la creciente participación de los aportes complementarios y los fondos fiduciarios en las finanzas del forum mundial; su mayor dependencia del sector empresarial; y la tercerización del financiamiento y de la toma de decisiones.
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El estudio de 140 páginas, titulado "¿Apta con qué objetivo? La financiación privada y la influencia corporativa en las Naciones Unidas", fue publicado días antes de la Cumbre de Desarrollo Sustentable de la ONU, que tuvo lugar entre los días 25 y 27 de septiembre de este año.

Cuando la IPS preguntó quien tiene la culpa por esta situación, Jens Martens, director de la Global Policy Forum y coautor del estudio, respondió que los Estados miembros no entregaron fondos suficientes y confiables al sistema de la ONU. "Esta situación se agrava por la insistencia, de muchos años, de los gobiernos occidentales, encabezados por Estados Unidos, en la doctrina del crecimiento cero para el presupuesto ordinario de la ONU”, agregó. El resultado es una dependencia cada vez mayor de la financiación voluntaria y no central, así como de un número creciente de alianzas dispares entre el sector empresarial y la ONU, resaltó.

El Centro de la ONU sobre las Corporaciones Transnacionales, creado en 1975, principalmente para supervisar a esas empresas, fue desmantelado en 1992. Algunas de las iniciativas que obligan a las empresas a rendir cuentas al público comenzaron en la década de 1970, incluidas las discusiones sobre un Código de Conducta para las Empresas Transnacionales. Pero ésta y todas las gestiones posteriores en ese sentido fracasaron, debido a la enérgica oposición de las empresas y de sus grupos de presión.

Al mismo tiempo, según el estudio, las compañías tuvieron gran éxito con estrategias de relaciones públicas, que ayudaron a presentarlas como buenas ciudadanas corporativas que buscan el diálogo con los gobiernos, la ONU y demás grupos de interés, y también como capaces de cumplir normas ambientales, sociales y de derechos humanos a través de iniciativas voluntarias de responsabilidad social empresarial.

Martens señaló que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y los directores de las agencias de la ONU se convirtieron en enérgicos defensores de la relación con el sector empresarial. Además de considerar a esas alianzas como una nueva fuente de fondos, las mismas se basan en la creencia de que las relaciones con poderosas corporaciones son esenciales para mantener la relevancia de las Naciones Unidas en relación con los desafíos globales actuales, agregó.

"Pero venden a la ONU a un precio barato. Mientras los costos de las empresas son muy bajos, los beneficios pueden ser comparativamente altos”, resaltó Martens. Las empresas se benefician de la imagen fuerte por asociarse con la ONU, ganar mayor visibilidad y conseguir acceso directo a las autoridades internacionales, puntualizó. "¿Qué significa esa transferencia de imagen para la reputación y la neutralidad de la ONU? ¿No se corre el riesgo, por la colaboración con empresas controvertidas, de afectar negativamente la imagen de la ONU como intermediaria neutral e impactar su reputación?”, cuestionó.

Cuando la ONU busca ayuda financiera externa, sea para sus necesidades de desarrollo o para defender causas sociales, recurre invariablemente al sector privado, afirma una fuente del forum mundial. Ban pidió a los inversores privados que ayuden a la ONU a recaudar la descomunal cantidad de U$S 100 mil millones por año, para luchar contra las consecuencias devastadoras del cambio climático.

En el estudio también se critica el Pacto Mundial de la ONU, considerado la mayor iniciativa de sustentabilidad corporativa del mundo, que incluye a 8.371 empresas, de 162 países. Este Pacto Mundial fue decisivo en la apertura de la ONU para el sector empresarial, de acuerdo con el documento. "Aunque pueda haber sido concebido para hacer exactamente el contrario –sensibilizar a las empresas sobre el interés público– también actúa como una plataforma y fiscal de los intereses corporativos en la ONU”, agrega el informe.

Esto se ve agravado por la dependencia del financiamiento privado y de la excesiva complejidad de su estructura de gobierno, que da poco espacio a los Estados miembros, mientras limita la supervisión de los que hacen contribuciones financieras. "De hecho, el Pacto Mundial es una de las pocas entidades de la ONU que dependen, predominantemente, del dinero privado. Esto puede tener repercusiones en cómo se interpreta y aplica su mandato”, se alerta en el estudio.

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Sede de la ONU, en Nueva York.


El financiamiento de todas las actividades del sistema de la ONU llega a U$S 40 mil millones por año, afirmó Martens. "Aunque pueda parecer una suma importante, en realidad, es inferior al presupuesto de la ciudad de Nueva York, menos de un cuarto del presupuesto de la Unión Europea y sólo 2,3% del gasto militar mundial”, explicó. Según el activista, "mientras el Banco Mundial pide a la comunidad internacional que pase de los mil millones a los billones, para cumplir las necesidades de inversión de los Objetivos de Desarrollo Sustentable, las Naciones Unidas tienen aún que calcular en términos de millones”.

Barbara Adams, coautora del estudio, dijo que "muchos Estados miembros, en particular los grandes donantes, aplican la doble estrategia de exigir mayor coherencia en las actividades de desarrollo de la ONU, mientras, al mismo tiempo, aumentan el uso de fondos específicos, lo que favorece la fragmentación. Esta dinámica selectiva, junto con las restricciones financieras en curso, abrieron espacio para la participación del sector empresarial”.

Impulsada por la creencia de que la relación con aquellos que tienen mayor poder económico es esencial para mantener la relevancia de la ONU, esa práctica tiene consecuencias perniciosas para la gobernabilidad democrática y el apoyo del público en general, ya que se alinea más con los centros de poder y se aleja de los menos poderosos, enfatizó Adams.

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