Pandemia
Miguel Tinker Salas y Víctor Silverman*
La crisis por la
que atraviesa la humanidad como consecuencia del Covid-19 nos
proporciona muchas lecciones. El desastre tiene dos aspectos
fundamentales: uno, la tragedia humana; el otro, el costo económico de
combatirlo. En ambos casos el desastre tienen una raíz común: la
globalización neoliberal que estableció los circuitos y las condiciones
económicas y sociales a través de la cual se pudo propagar la pandemia.
La pandemia estalló primero en Wuhan, centro del transporte e
industrias en China. El virus se apropió de las arterias del comercio y
el turismo. Los primeros lugares afectados fueron los que tenían lazos
económicos con esa ciudad, en particular Corea, Irán, Japón y Taiwán.
Los peores brotes en Italia están relacionados con el turismo y el
comercio textil con China. Los brotes en otras partes de Europa se
pueden trazar directamente a Italia. Por su parte, Nueva York, Seattle y
San Francisco también representan áreas conectadas con China y Europa.
De la misma forma, se ha reportado que elites mexicanas que fueron a
esquiar a Colorado contribuyeron a propagar el virus en México.
Estos 40 años de neoliberalismo y los valores individualistas y
sociales del capitalismo nos han dejado mal preparados para enfrentar
este virus que ahora se aprovecha del propio sistema económico para
propagarse.
En Nueva York, centro de las finanzas mundiales, los hospitales ya
están saturados, obligados a rechazar pacientes, sin equipo esencial
para el personal médico, y sin ventiladores para los enfermos. Mientras,
en hospitales de San Francisco, urbe que concentra el nuevo capital
tecnológico, al personal médico se le exige traer de su casas sus
propios artículos de limpieza. A las compañías de biotecnología también
se les pide que donen productos químicos y cubrebocas. Esto resalta que
en los últimos años los hospitales habían reducido el número de camas
para así poder aumentar sus ganancias. La proporción de camas en
hospitales estadunidenses ha caído de nueve camas por mil personas en
1960 a menos de tres por mil hoy en día. No sorprende que países como
Japón y Corea del Sur, que invierten mucho más en el sistema de salud
(12 camas por cada mil) hayan tenido mejores resultados para combatir la
epidemia.
Como laboratorio para políticas de ajuste estructural, países como
México y el resto del continente han sido incorporados al sistema
mundial que propaga el virus y a la vez limita su capacidad de respuesta
ante la pandemia. Siguiendo las prescripciones del Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y
las políticas adoptadas por la élite de la región, América Latina
tampoco ha invertido lo suficiente en sus sistemas de salud. Como
consecuencia, México se encuentra entre los países que menos ha
invertido en relación con su producto bruto nacional. El peor país en la
región es Perú, que gasta aún menos. Paralelo a esto ha sido la
privatización del sistema de salud, lo cual lo coloca fuera del alcance
de la mayoría de la población. Como resultado, la gran mayoría de las
personas se automedican sin consultar a un médico.
La actual crisis también revela la falta de planificación
internacional para combatir una pandemia. Lo que se ha visto es un
sistema ad hoc de cooperación que privilegia a Estados Unidos y
Europa, sin considerar las particularidades de los países de América,
Asia y África. Aun cuando la Organización Mundial de la Salud propone
planes para estas regiones, carece de fondos para su implementación.
Esto se nota al aplicar estrategias únicas cuando las condiciones
sociales y económicas son tan distintas. En particular, la cuarentena
como política no considera que en los países de América Latina la
mayoría de las personas laboran en el sector informal y carecen de los
recursos necesarios para su sustento. ¡Si no trabajan, no comen! Esto no
implica que los gobiernos no deberían aplicar las medidas recomendadas
por especialistas de la salud. Para lograr esto se requiere aumentar
dramáticamente el gasto público con la finalidad de asegurar el
bienestar de la mayoría de la población, especialmente los sectores más
vulnerables. Esto requiere que las instituciones internacionales alteren
las reglas fiscales que limitan los gastos públicos. Además, deben
facilitar créditos adecuados a países que los necesiten. La población
más vulnerable requiere de un salario básico garantizado y se debería
aumentar el presupuesto para la salud. Asimismo, no se pueden tolerar
despidos masivos. Como ha ocurrido en Estados Unidos, se deberían
rechazar los llamados planes de rescate que favorecen a las grandes
empresas con miles de millones de dólares en subsidios y que ofrecen
unas cuantas migajas a la mayoría de la población. Sería mejor que los
sectores económicos que por décadas se beneficiaron de políticas
neoliberales paguen un impuesto que contribuya a un fondo de rescate
nacional.
El neoliberalismo no sólo ha causado estragos en la humanidad, sino
también cambios dramáticos en la naturaleza. El debilitamiento del medio
ambiente, incluyendo el calentamiento global, la deforestación masiva,
el neoextractivismo, la contaminación del aire y el crecimiento urbano
desbordados facilitan la propagación de enfermedades como la gripe
aviar, la porcina y ahora el Covid-19. El continuo abuso sobre el medio
ambiente crea las condiciones que seguirán produciendo crisis como la
actual.
Ante esta situación hay dos caminos. Los gobiernos neoliberales pueden usar la lógica de
capitalismo de pandemiay elaborar planes para blindar la economía tradicional, aumentar la transferencia de recursos públicos al sector privado y así proteger los intereses de los sectores más pudientes. Pero la crisis también puede crear la oportunidad para impulsar políticas que protejan a los sectores más vulnerables, establecer un salario mínimo, un sistema de salud adecuado a la realidad y fomentar una economía sustentable que proteja a la madre tierra de la que todos dependemos.
* Profesores Pomona College
Twitter: @mtinkersalas y Twitter: @victorsilverman
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