Peter Kornbluh*
El 25 de marzo,
mientras un equipo de médicos y técnicos de salud cubanos instalaban
hospitales de campo en la región de Lombardía, en el norte de Italia,
para atender a miles de italianos infectados con el Covid-19, el
Departamento de Estado emitió una alerta absurda, vía Twitter, contra aceptar la ayuda humanitaria cubana.
Los países que busquen la ayuda de Cuba para el Covid-19 deben someter los acuerdos a escrutinio y poner fin a los abusos laborales, declaraba el mensaje, y aseguraba que las misiones médicas internacionales cubanas llevan la única intención de
compensar el dinero perdidoel año pasado, cuando países como Brasil y Bolivia expulsaron a miles de médicos cubanos… decisión que ha venido a costarles caro ahora que el coronavirus se expande.
No importa que los miembros del equipo médico cubano en Italia estén
arriesgando sus propias vidas para salvar las de los ciudadanos de una
nación europea importante. O que Cuba, con un historial altamente
exitoso de brindar apoyo de rápida respuesta a las víctimas de epidemias
y desastres naturales, sea una aliada muy necesaria en la lucha
internacional contra la peor amenaza que el mundo haya confrontado desde
la Segunda Guerra Mundial. Para el gobierno de Donald Trump, lograr
puntos políticos con burdos e injustificados ataques contra el
compromiso humanitario de Cuba sigue siendo una alta prioridad.
Sin embargo, en este momento funesto, los esfuerzos punitivos de
Washington por descarrilar la revolución cubana jamás han parecido más
ruines y contraproducentes para los verdaderos intereses de seguridad
nacional estadunidenses que ahora. Más que condenar los esfuerzos
humanitarios de Cuba, Washington debería apoyarlos activamente. La forma
más inmediata de hacerlo es suspender las sanciones estadunidenses, que
ponen en serias dificultades los esfuerzos cubanos por salvaguardar a
sus propios ciudadanos y llevar servicios médicos a muchos otros en el
extranjero.
Como todas las naciones del planeta, Cuba lucha por contener la
expansión del virus. El número de casos confirmados ha crecido de un
puñado el 11 de marzo pasado –todos llevados a la isla por turistas
extranjeros– a 186 al 31 de ese mes. Se ha internado a más de mil 500
personas que han presentado síntomas. El gobierno ha cerrado escuelas y
hoteles, así como las fronteras del país.
Pero, a diferencia de la mayoría de las naciones, la capacidad de
Cuba de enfrentar la pandemia es coartada por las severas sanciones
estadunidenses. El embargo comercial de casi seis décadas continúa
obstruyendo su capacidad de exportar e importar materiales necesarios de
países como México. Entre otras medidas punitivas, el gobierno de Trump
ha penalizado a las compañías transportistas extranjeras que llevan
carga de otros países a Cuba, lo que impide el flujo de comercio
esencial para las necesidades cotidianas de los cubanos. De hecho, un
embarque reciente de suministros médicos procedente de China fue puesto
en riesgo cuando la compañía transportista estadunidense, citando las
restricciones por el embargo, se negó a entregar los materiales a Cuba.
Dada la amenaza globalizada que enfrentamos, la seguridad del mundo
depende de la contención humanitaria internacional. Una política
exterior estadunidense de base humanitaria es el único enfoque que
permitirá ganar la guerra contra este enemigo existencial.
Por estas razones, ahora está en marcha un movimiento para liberar a
Cuba de las sanciones. El secretario general de la ONU, António
Guterres, ha llamado a levantar sanciones contra países como Cuba, Irán y
Venezuela para asegurar que puedan obtener provisiones esenciales.
En este momento crucial, advirtió la alta comisionada para Derechos Humanos, Michelle Bachelet,
tanto por razones de salud pública global como para apoyar los derechos y las vidas de millones de personas en esos países, las sanciones sectoriales deben ser aligeradas o suspendidas.
Temerosos de que las sanciones estadunidenses podrían costar la vida a
sus familiares en la isla, cubano-estadunidenses están instando al
gobierno de Trump a
levantar las restricciones comerciales y económicas impuestas a Cuba por Estados Unidos. Una petición en español, publicada en Change.org, implora al presidente Trump que deje de obstruir la capacidad cubana de obtener alimentos, medicinas y equipo médico y, en cambio,
extender la mano de la amistad y la solidaridad al pueblo cubano. Al primero de abril, más de 10 mil personas habían firmado la petición.
Y en Washington, una coalición de promotores de políticas,
asociaciones y de derechos humanos ha llamado a suspender todas las
restricciones y requerimientos de licencia que limitan las remesas,
obstruyen la capacidad cubana de importar bienes comerciales y bloquean
los donativos de suministros médicos como ventiladores, equipos de
prueba, máscaras y guantes, necesarios para mitigar los efectos de la
pandemia.
Estos tiempos sin precedente nos obligan a reconocer nuestra humanidad común y adoptar acciones inmediatas para limitar el sufrimiento humano, señala la declaración elaborada por el Centro para la Democracia en las Américas.
Hacerlo demostrará la compasión estadunidense por el pueblo cubano.
Además, el levantamiento de sanciones demostrará también el
reconocimiento de Cuba como un aliado invaluable en una lucha mundial
que está redefiniendo el significado tradicional de la seguridad
nacional e internacional. Más allá de Italia, Cuba tiene un papel vital
en la batalla global por la supervivencia. A diferencia de Estados
Unidos, en la confrontación con el coronavirus Cuba presta atención al
llamado del secretario general de la ONU:
Es la hora de la solidaridad, no de la exclusión.
*Coautor de Diplomacia encubierta con Cuba, publicado
por el Fondo de Cultura Económica, y analista sobre Cuba en el Archivo
de Seguridad Nacional, en Washington. Una versión de este artículo
apareció en la revista The Nation.
Traducción: Jorge Anaya
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