Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.
viernes, 8 de octubre de 2010
ALEPH: ¿Y eso no es terrorismo?
Carolina Escobar Sarti
La noticia ha provocado una serie de reacciones, aunque al inicio nadie la creía, porque más parecía aludir a una película de ciencia ficción. El titular decía: “EE. UU. pedirá perdón por infección intencional de sífilis en Guatemala”. Ante tanta noticia de corte surrealista que recibimos diariamente a través de los medios nacionales e internacionales, esta pudo haber pasado desapercibida.
Pero para Guatemala no fue solo una noticia más, fue la evidencia de una estrategia macabra de política exterior diseñada desde una potencia, para un país laboratorio como el nuestro, en un contexto de Guerra Fría. Pero no solo.
Si bien en los años 40 del siglo XX el “terrorismo” no era un concepto de moda, vemos que su práctica ya se ejercía con toda la impunidad y la prepotencia que define cualquier relación no controlada de dominio y servidumbre. ¿O no es terrorismo exponer deliberadamente a tantos seres humanos a serias amenazas contra la salud, y peor aún, sin su consentimiento y conocimiento? No hay que poner bombas en edificios para hacer terrorismo, ¿o no fue el mismo gobierno estadounidense, en el contexto de su inutilísima guerra contra Iraq, el que puso de moda la expresión “terrorismo bacteriológico”? ¿No fue acaso el Gobierno de Estados Unidos, en el mismo momento en que infectaba a personas de Guatemala, el que denunció a los nazis por tanto experimento macabro en los campos de concentración?
Parece que esto de la doble moral no es cosa del pasado; parece que terroristas solo pueden ser “los otros”. Si no, basta recordar el caso de Posada Carriles. Cuando hablamos de lo que las potencias hacen en los países laboratorio, porque “en la guerra todo se vale”, porque “la patria merece la defensa de su soberanía a cualquier costo”, o por más sentencias absurdas como las anteriores, hablamos —las más de las veces— de actos enmarcados en una estrategia terrorista dirigida contra los habitantes de una nación que se encuentra en una situación desventajosa y asimétrica, sin instituciones sólidas ni condiciones para plantarse frente a prácticas de abuso sostenido.
En nuestro sur se está volviendo costumbre tener que perdonar, lo cual dice mucho de una condición de víctimas que ya no queremos tener. Una infección de sífilis o el armamento que nos llega para que nos matemos son problemas tan reales que hacen parecer absurda la simpleza y la ignorancia con que algunos debaten sobre el aborto, por ejemplo. Pero el tango se baila siempre a dúo, así que las responsabilidades en este caso tienen que recaer sobre las personas involucradas de ambos países.
No hablo de conspiración, hablo de terrorismo, que en su concepción literal alude al uso sistemático del terror. Financiar por décadas en nuestro país la guerra fue terrorismo; poner ahora 20 bases militares estadounidenses en Latinoamérica, muchas de ellas situadas cerca de los lugares donde se concentran los recursos naturales con más posibilidades de ser explotados, es terrorismo; imponer un modelo económico neoliberal en el contexto de un país tan pobre, es terrorismo; que nosotros pongamos los muertos del narcotráfico mientras la mayor cantidad de droga se consume allá arriba, es terrorismo. Somos un país pequeño, pero ya dan ganas de que la dignidad sea grande; y es que si en apariencia todo cambia para que nada cambie, de nada sirve que nos pidan perdón.
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