Carolina Escobar SartiLa juventud cree, por eso es que los polí-ticos se aprovechan de esa condición. Y sin proponer para nada que la juventud pierda la esperanza (todo lo contrario), quisiera pensar que formamos a la juventud para creer, pero sobre todo para pensar y desarrollar conciencia. No encuentro ruta más apropiada para despertar la condición de ciudadanía y para formar individuos que se conviertan en la levadura crítica de una sociedad.
Y eso no es algo que solo pueda pensarse cada cuatro años.
¿Qué pasaría si un día la juventud decidiera no hacerles el juego a los políticos que le ofrecen el oro y el moro en tiempo de campaña, para capitalizar votos, y después no atienden lo convenido cuando llegan al poder? ¿Cómo se vería una campaña de la dignidad, en la cual las y los jóvenes no se engancharan con los distintos partidos, desde las propuestas de estos, sino desde agendas consensuadas de juventud?
Ahora que, lamentablemente, ha iniciado tan temprano la campaña electoral, nos enteramos de iniciativas de ley dedicadas a la juventud, que unos y otros partidos han desempolvado para ganar votos de ese sector y hacernos creer que son originales e innovadoras. De pronto, una Ley Antipandillas que se viene fraguando desde hace más de un lustro vuelve a estar en el tapete, y a su lado, otra, la Ley de Servicio Civil, que también se presenta en 2002. Los partidos creen que la juventud no entiende estas “delicadezas” utilitario-políticas.
Por ello me inclino por procesos de más largo aliento con la juventud, con intenciones menos coyunturales. Procesos que vayan acompañados de una reforma del sistema de partidos políticos, de una reforma mayor de las elites políticas. Procesos que vayan, incluso, acompañados de la pregunta: ¿podemos vivir sin partidos políticos como los actuales?. Cuando los partidos políticos trabajan con la juventud, creen que es una simple cuestión de formar cuadros. Y luego de formar así a los y las jóvenes, cuando los políticos llegan al poder se encargan de robar, matar, corromper, corromperse, discriminar, marginar, olvidar y abusar del poder. Por ello el desgaste acelerado de la legitimidad de los partidos políticos que han poblado Guatemala en las últimas décadas es más que evidente.
A la población de nuestro país, y sobre todo a la juventud de este país, le van quedando espacios de intervención cada vez más frágiles. Por ello le doy el beneficio de la duda al Programa de Liderazgo Joven Construyendo Democracia. Primero, porque se han unido tres instancias que han trabajado mucho con juventud y respaldan importantes experiencias y esfuerzos con este sector: el Instituto de Investigaciones y Gerencia Política, de la Universidad Rafael Landívar, Ingep; la Fundación Propaz; y el Instituto Centroamericano de Estudios para la Democracia Social, Demos. Segundo, porque es un proyecto apartidario, de largo aliento, que articula lo social con lo político; tres años puede ser un tiempo importante para construir procesos de conciencia más profundos. Tercero, porque la juventud tendrá la palabra en la decisión de sus intervenciones, desde dinámicas locales y territoriales, asociando lo ético a lo político. Algo por demás paradójico, si consideramos las actuales fuerzas políticas en tensión. Estas tres instancias tienen planeado llegar a 50 municipios de 14 departamentos y no se quieren quedar con jornaditas de capacitación que al final terminan justificando la ejecución de los fondos otorgados a los proyectos.
Los políticos capitalizan votos a través de la inversión en infraestructura y de la formación de cuadros político-partidarios; este país capitalizará futuro a través de un despertar de conciencias, a través de apostarle a la levadura crítica de una sociedad que, hasta hoy, sabe mucho de territorios tomados y poco de la nación que quiere llegar a ser.
Y eso no es algo que solo pueda pensarse cada cuatro años.
¿Qué pasaría si un día la juventud decidiera no hacerles el juego a los políticos que le ofrecen el oro y el moro en tiempo de campaña, para capitalizar votos, y después no atienden lo convenido cuando llegan al poder? ¿Cómo se vería una campaña de la dignidad, en la cual las y los jóvenes no se engancharan con los distintos partidos, desde las propuestas de estos, sino desde agendas consensuadas de juventud?
Ahora que, lamentablemente, ha iniciado tan temprano la campaña electoral, nos enteramos de iniciativas de ley dedicadas a la juventud, que unos y otros partidos han desempolvado para ganar votos de ese sector y hacernos creer que son originales e innovadoras. De pronto, una Ley Antipandillas que se viene fraguando desde hace más de un lustro vuelve a estar en el tapete, y a su lado, otra, la Ley de Servicio Civil, que también se presenta en 2002. Los partidos creen que la juventud no entiende estas “delicadezas” utilitario-políticas.
Por ello me inclino por procesos de más largo aliento con la juventud, con intenciones menos coyunturales. Procesos que vayan acompañados de una reforma del sistema de partidos políticos, de una reforma mayor de las elites políticas. Procesos que vayan, incluso, acompañados de la pregunta: ¿podemos vivir sin partidos políticos como los actuales?. Cuando los partidos políticos trabajan con la juventud, creen que es una simple cuestión de formar cuadros. Y luego de formar así a los y las jóvenes, cuando los políticos llegan al poder se encargan de robar, matar, corromper, corromperse, discriminar, marginar, olvidar y abusar del poder. Por ello el desgaste acelerado de la legitimidad de los partidos políticos que han poblado Guatemala en las últimas décadas es más que evidente.
A la población de nuestro país, y sobre todo a la juventud de este país, le van quedando espacios de intervención cada vez más frágiles. Por ello le doy el beneficio de la duda al Programa de Liderazgo Joven Construyendo Democracia. Primero, porque se han unido tres instancias que han trabajado mucho con juventud y respaldan importantes experiencias y esfuerzos con este sector: el Instituto de Investigaciones y Gerencia Política, de la Universidad Rafael Landívar, Ingep; la Fundación Propaz; y el Instituto Centroamericano de Estudios para la Democracia Social, Demos. Segundo, porque es un proyecto apartidario, de largo aliento, que articula lo social con lo político; tres años puede ser un tiempo importante para construir procesos de conciencia más profundos. Tercero, porque la juventud tendrá la palabra en la decisión de sus intervenciones, desde dinámicas locales y territoriales, asociando lo ético a lo político. Algo por demás paradójico, si consideramos las actuales fuerzas políticas en tensión. Estas tres instancias tienen planeado llegar a 50 municipios de 14 departamentos y no se quieren quedar con jornaditas de capacitación que al final terminan justificando la ejecución de los fondos otorgados a los proyectos.
Los políticos capitalizan votos a través de la inversión en infraestructura y de la formación de cuadros político-partidarios; este país capitalizará futuro a través de un despertar de conciencias, a través de apostarle a la levadura crítica de una sociedad que, hasta hoy, sabe mucho de territorios tomados y poco de la nación que quiere llegar a ser.
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