Notas
“La narrativa de
América Latina es que somos una región riquísima pero todo se lo
llevaron. Hay un pueblo bueno y unos malos que son la casta, y por lo
tanto demosle todo el poder al líder del pueblo. Tenemos que lograr una
narrativa que no sea descamisados contra ricos”. Con esta frase el
economista venezolano y profesor en Harvard, Ricardo Hausmann, resumió
de forma admirable el objetivo de las élites latinoamericanas para los
próximos años. Y lo más impactante es que lo hizo durante su
intervención ante el World Economic Forum (WEF) que se celebró en Buenos
Aires entre el 5 y el 7 de abril pasados. Un escenario donde no sólo
los “descamisados” no entran, sino que estaban protagonizando una huelga
general contra el modelo económico del gobierno Macri mientras Hausmann
pronunciaba esas palabras.
La fantasía del ‘relato’ o la ‘narrativa’
como motor de procesos políticos dañinos para las economías
latinoamericanas no es nueva. Se sostiene en la creencia de que unos
pocos mercachifles populistas logran engañar sistemáticamente al pueblo
ignorante para ser elegidos en función de un cuento de hadas sobre la
igualdad y la justicia, y que luego de hacer un desastre en el gobierno
huyen en medio de corrupción, hambre y miseria. Son los que saben -que
generalmente coincide con “los ricos”- quiénes deben hacerse cargo de
enmendar los errores y encaminar la economía.
El “mini-Davos” de
Buenos Aires no fue otra cosa que la manifestación de respaldo por parte
de las élites capaces y racionales a los procesos de cambio por derecha
que han comenzado en América Latina. Es allí adonde se teje la nueva
narrativa, la del retorno al mundo, la de los acuerdos comerciales e
inversiones para el desarrollo.
El escenario latinoamericano se
encuentra propicio para la elaboración de este tipo de relatos. Durante
los últimos 15 años, los gobiernos progresistas han tenido condiciones
más que favorables gracias a los altos precios de las commodities y,
según esta visión, han administrado los excedentes sólo en función de su
acumulación política, dilapidando semejante riqueza en ayudas
estatales, planes, subsidios, con el único fin de perpetrase en el
poder. Pan para hoy, hambre para mañana. Es el cuento de la cigarra y la
hormiga, donde millones de cigarras perezosas navegaron en una
abundancia artificial, vivieron por encima de sus posibilidades durante
años, y ahora que ha llegado el invierno deben pagar el costo de su
irresponsabilidad frente a las hormigas laboriosas pero poco solidarias.
Pero, como bien remarca una memorable escena de la película Los lunes al sol,
acerca del vaciamiento de los astilleros españoles a causa de las
políticas neoliberales europeas de los ’90, el cuento, o narrativa, o
relato, nunca explica porqué algunos nacen cigarras y otros hormigas,
“porque si naces cigarra estás jodido”.
En el encuentro, del que
participaron más de 1200 empresarios, delegaciones de los organismos
multilaterales de crédito y representantes de los países de América
Latina y el Caribe, quedó clara la confianza de fortalecer este nuevo
relato.
Se habló de inversiones, de libre comercio y
multilateralismo, pero muy especialmente del “momento propicio” para
avanzar en estos proyectos. La letanía proteccionista de Donald Trump
-muchas veces esgrimida pero, hasta ahora, no vista en la práctica-
llevó a varios países del mundo a apurarse en negociar tratados y pactos
comerciales a nivel internacional.
De allí la reactivación de las negociaciones para la suscripción de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea, o el acercamiento, consolidado en el cierre del WEF de Buenos Aires, entre los países de la Alianza del Pacífico y el Mercosur.
Los dos bloques acordaron una hoja de ruta para rebajar aranceles,
permitir una mayor coordinación entre las agencias aduaneras con el fin
de permitir una mayor circulación de mercancías entre los países
miembros de ambas organizaciones.
México y Chile, las dos mayores
economías de la Alianza del Pacífico (compuesta también por Perú y
Colombia) vuelven así a mirar hacia el sur, luego de dos décadas
dedicadas a la negociación con los países centrales. Ambos suscribieron
TLC con Estados Unidos, la Unión Europea (UE), y son miembros del Foro
de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en inglés) y
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), un recorrido que los alejó de los mecanismos de integración
económica y política de América Latina y el Caribe.
Este nuevo
giro se debe claramente a la pérdida de gravitación internacional de
Brasil -principal rival de México como potencia media en la sub-región
latinoamericana- y la llegada de gobiernos más amigables en el Cono Sur,
dispuestos a cambiar la “narrativa populista”. Las promesas para el
Mercosur son tentadoras: mayor apertura hacia los mercados asiáticos y
posibilidad de abrir nuevos mercados para los productos agrícolas, entre
otras.
Pero los baches en el relato de las hormigas son demasiado
evidentes. Sus encuentros juntan más transnacionales que diplomáticos,
en un discurso librecambista harto conocido. Las cláusulas de los TLC en
vigor y por venir están pensadas para beneficiar únicamente a ese
sector en términos de propiedad intelectual, protección de inversiones,
contratación pública, etc. De prosperar el TLC UE-Mercosur se calcula
que Brasil deberá aumentar su gasto en salud en 400 millones de dólares
anuales para garantizar el acceso de sus ciudadanos a sólo seis
medicamentos. Las empresas podrían demandar a los Estados en tribunales
arbitrales si éstos deciden soberanamente modificar alguna ley que
afecte sus intereses. La apertura indiscriminada a las inversiones y
mercancías traería el deterioro de las condiciones de trabajo
-especialmente en el agro- para sostener la competencia comercial y
permitir lo que los especialistas llaman el dumping-social de las
grandes empresas.
Lo de Hausmann fue la arenga de los ricos,
dignos representantes de la hormiga laboriosa que abogan por un cambio
profundo en la narrativa latinoamericana, que, en los hechos, está
avanzando mucho más de lo que las cigarras quisiéramos.
@larsenfede
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