Nacla
| Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos | 
Líderes del 
movimiento social en El Salvador hablan de lo que esperan del presidente
 Nayib Bukele, de qué le piden y cómo piensan transitar entre lo que los
 separa.

Cuando Nayib Bukele tomó posesión como nuevo presidente de E l Salvador
 el 1 de junio [de 2019] la ceremonia, por primera vez abierta al 
público, fue más simbólica que trascendente, como otros de los primeros 
pasos del nuevo gobierno. El acto, que se celebró al aire libre en el 
centro histórico de la ciudad de San Salvador a pocas calles de 
distancia del bullicio de los vendedores callejeros y del trasiego de 
los autobuses de la ciudad, encajaba perfectamente en los mensajes 
populistas de Bukele y se promocionó ampliamente como el primer atisbo 
de una “nueva era  ” de go bernanza en El Salvador: inclusiv a , accesible y transparent e . 
Sin
 embargo, cuando se cumplen los primeros 100 días de la presidencia de 
Bukele y empieza a tomar forma la esencia de su gobierno, las 
organizaciones del movimiento popular salvadoreño advierten de que lejos
 de cualquier “nueva idea” (de donde toma el nombre el partido de 
Bukele, Nuevas Ideas) el bukelismo supone una vuelta al demasiado familiar programa neoliberal
 de reconsolidación de la riqueza y conformidad con el imperialismo, 
aunque con la nueva imagen de la retórica populista “postideológica” de 
nuestro tiempo.
El primer discurso público de Bukele tras las elecciones se pronunció en el ultraconservador U.S. Heritage Foundation, donde garantizó a la multitud de derecha
 que el pueblo salvadoreño “quiere lo mismo que el estadounidense”, esto
 es, “libre empresa y un gobierno limitado”. Tras este discurso vino una
 amplia invitación a inversores extranjeros a “venir al banquete” de oportunidades que se les ofrece en El Salvador. En su toma de posesión Bukele habló de
 El Salvador como un “niño enfermo” cuya cura exige una “medicina 
amarga”, “responsabilidad individual” y “sacrificio”. Este tipo de 
metáforas neoliberales inquietan al movimiento social ya que deducen de 
ellas una vuelta a las medidas de austeridad, al paternalismo y a la 
ideología de los anteriores gobiernos de la Alianza Republicana 
Nacionalista (ARENA) (1989-2009) que provocaron las crisis económicas y 
sociales que siguen manteniendo en la pobreza a gran parte de la 
población salvadoreña.
Los tres escasos meses en el poder han 
confirmado los temores del movimiento social. A las pocas semanas de 
asumir el poder el presidente Bukele emprendió una campaña generalizada de despidos
 que suprimió cientos de empleos en el sector público con el pretexto de
 “erradicar la corrupción”. Varias agencias gubernamentales han 
desaparecido completamente, incluidas aquellas que, irónicamente, eran 
responsables de la inclusión social, la participación ciudadana y la 
transparencia del gobierno, precisamente aquello que su nueva era del 
gobierno había prometido proporcionar. Sin embargo, más allá del 
perjuicio directo y material a los trabajadores y sindicatos del sector 
público, el movimiento social teme que estos recortes pongan las bases 
de un proyecto aún más radical de restructuración del Estado, un 
proyecto a favor del cual el Fondo Monetario Internacional y la Embajada
 de Estados Unidos llevan años presionando a través de mecanismos como 
la propuesta Ley de Sevicios Públicos.
Por
 lo que se refiere a la inmigración y la seguridad Bukele ha dejado 
claras sus concesiones a Estados Unidos. Cuando Oscar Alberto Martínez 
Ramírez y su hija de 23 meses perdieron la vida al cruzar el río Grande,
 en vez de denunciar las políticas migratorias estadounidenses que 
criminalizan a las personas refugiadas y las someten sistemáticamente a 
la violencia Bukele culpó a las personas salvadoreñas y consideró que las muertes eran “culpa nuestra”. Ampliando este sentimiento a la política, inició recientemente una nueva fase de cooperación con el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos
 para patrullar en las fronteras de El Salvador y soltar en sus calles 
un importante aumento de fuerzas “antibandas”. Esta última medida ha 
provocado una fuerte protesta de dirigentes de derechos humanos, 
especialmente a la luz de la prohibición generalizada de participación 
militar en la seguridad interna consagrada en los Acuerdos de Paz de 
1992. Sin embargo, es probable que el embajador estadounidese entrante Ron Johnson,
 proveniente directamente del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de 
Estados Unidos, dé la bienvenida a este aumento de la presencia policial
 y militar. En pocas palabras, Bukele parece asumir totalmente la guerra
 del gobierno Trump contra la ciudadanía de América Central.
Con 
todo, ninguno de estos hechos ha sorprendido a las organizaciones del 
movimiento social y popular en El Salvador que mucho antes de las 
elecciones advirtieron acerca de este lobo con piel de cordero. A los 
100 días de que Bukele asumiera el cargo CISPES* recupera una 
conversación que mantuvimos con varios dirigentes del movimiento social 
en la víspera de la toma de posesión: Onidia Gómez de la Fundación 
Salvadoreña para la Democracia y el Desarrollo Local (FUNDASPAD) habla 
de derechos humanos, corrupción e impunidad; la militante y profesora 
Sara García de la Agrupación ciudadana para la Despenalización del 
Aborto aborda los derechos de las mujeres y los derechos reproductivos, y
 Bernardo Belloso, perteneciente a la Asociación para el Desarrollo de 
El Salvador (CRIPDES), se ocupa de la defensa del medioambiente.
Ofrecemos
 a continuación nuestra conversación (traducida del castellano al inglés
 y ligeramente editada) sobre lo que las personas dirigentes del 
movimiento popular en El Salvador esperan del nuevo presidente , de qué 
le piden y cómo piensan transitar entre lo que los separa. 
CISPES: Onidia Gómez, en su opinión, ¿cuáles son los principales retos para el movimiento social bajo el nuevo gobierno en lo que se refiere a la transparencia y la corrupción gubernamentales, y a cuestiones similares?
Onidia Gómez:
 Los últimos diez años de gobierno progresista bajo el FMLN nos dieron 
cambios importantes y significativos, no sólo en los indicadores 
sociales sino también en l  o que se refiere específicamente  a  la  
transparencia y la corrupción.  Antes de  2009 realmente no teníamos 
ninguna medida contra la corrupción. Hasta 2010 no vimos una ley que 
garantizaba el acceso a la información pública [Ley de transparencia y 
acceso a la información]. Antes de esta ley no teníamos ningún modo de 
saber cómo se distribuía el presupuesto nacional entre las diferentes 
agencias, salarios o proyectos gubernamentales o verdaderamente cómo 
operaba en general el gobierno central.
Con el nuevo Gobierno nos
 preocupan algunas cuestiones específicas referentes a la transparencia.
 Una es cómo ha utilizado Bukele las redes sociales para denunciar o 
promover a ciertos individuos, sin pruebas de ningún tipo. Si hay una 
acusación se debería hacer a través de la oficina del Fiscal General, no
 se debería juzgar a las personas en las redes sociales. Eso solo 
llevará al linchamiento de figuras públicas y eso no es verdaderamente 
transparencia en el sentido en el que debe llevarla a cabo un gobierno, 
sino que de hecho elude todos los mecanismos de la transparencia.
CISPES: ¿Puede hablarnos acerca de cómo ve la postura del nuevo presidente respecto a Estados Unidos?
OG:
 La verdad es que es una de las situaciones más preocupantes a las que 
nos enfrentamos. Por ejemplo, después de las elecciones de febrero se 
invitó al embajador de Estados Unidos en El Salvador a participar en la 
transición de gobierno. Una cosa es que Estados Unidos acompañe en una 
transición o trabaje en ella, pero ser considerado parte del equipo de 
transición es otra cosa. Es algo que nunca habíamos visto. También es 
muy preocupante el papel que la Embajada de Estados Unidos ha 
desempeñado respecto a muchas cuestiones nacionales.
En primer 
lugar está la Ley de servicios públicos, que cuestiona el derecho del 
sector público a sindicarse a nivel gubernamental. La fuerza principal 
que está detrás de esta ley es la Embajada de los Estados Unidos. Es muy
 preocupante porque pone en peligro la capacidad de los sindicatos para 
luchar por la estabilidad laboral y la negociación colectiva, que son 
unas batallas ganadas con mucho esfuerzo y que esperamos no se deshagan.
 Una de las cosas de las que hemos oído hablar mucho a Estados Unidos es
 de la necesidad de “modernizarnos”. Para ello incluso se ha sugerido 
que volvamos a la jornada laboral de doce horas para aumentar la 
productividad.
Otra cuestión en la que vemos una fuerte 
influencia de Estados Unidos es el llamamiento a votar de una u otra 
manera, por ejemplo con la Ley de Reconciliación Nacional [Nota del editor:
 Después de la sentencia del Tribunal Supremo de 2016 que derogaba la 
Ley de amnistía, la Asamblea Legislativa dominada por la derecha debatió
 una ley que la sustituyera, tal como estipuló el Tribunal]. Estados 
Unidos ha estado muy “activo”, por así decirlo, en esta cuestión, ha 
adoptado una postura muy firme fuerte sobre ella y sobre cómo debería 
operar la justicia en El Salvador. No creemos que este sea el papel que 
debe desempeñar una embajada. Es a los y las salvadoreñas a quienes 
corresponde llegar a acuerdos respecto a esta cuestiones.
Si en 
algún momento Estados Unidos estuviera interesado en contribuir 
verdaderamente a esta cuestión de la reconciliación nacional, podría 
extraditar a Elliot Abrams, que estuvo involucrado en la matanza de El Mozote.
 Podría reconocer el papel que Estados Unidos desempeñó en la guerra de 
El Salvador y el papel que desempeñó en la financiación y adiestramiento
 de un ejército brutal que asesinó a tantas personas pertenecientes a 
nuestro pueblo. Eso está en el origen de la reconciliación que necesita 
nuestro país. Pero quizá no le interese contribuir de este modo a la 
reconciliación.
El papel de la Embajada también es preocupante en
 lo que respecta a la transparencia, ya que el nuevo gobierno no dice 
hasta qué punto pretende permitir que el gobierno de Estados Unidos 
participe en nuestros propios asuntos. Bukele ya ha hecho varias 
declaraciones a favor de los compromisos internacionales y sabemos que 
parte de la estrategia geopolítica de la presidencia de Trump ha buscado
 el apoyo del presidente entrante. De modo que es preocupante. Este tipo
 de decisiones no se deben tomar a puerta cerrada, sino que se deben 
presentar a nuestro pueblo. 
CISPES: Sara García, ¿en qué situación está El Salvador en su lucha por los derechos de las mujeres y los derechos reproductivos?  
Sara García:
 En El Salvador la prohibición de abortar es absoluta, no hay 
excepciones. El contexto de la actual situación en El Salvador es de una
 profunda violencia estructural y social contra las mujeres. Varias 
estadísticas elocuentes lo confirman: en 2018 hubo 353 femicidios en El 
Salvador y hasta la fecha en 2019 ha habido 131 femicidios. Hay más de 
19.120 embarazos de niñas y adolescentes
 [al año]. La principal causa de muerte materna entre las adolescentes 
de El Salvador es el suicidio. Todo esto forma parte de la realidad 
salvadoreña concreta y las cifras claman la injusticia a la que nos 
enfrentamos. En este entorno es en el que tiene lugar nuestra lucha para
 descriminalizar y despenalizar el aborto.
CISPES: ¿Qué piensan respecto al futuro bajo el nuevo gobierno?
SG:
 Bukele ha dicho que apoya descriminalizar el aborto cuando la vida de 
la mujer está en peligro. Sin embargo, “la vida y la salud de la madre” 
implica un contexto mucho más amplio de lo que muchas personas 
entienden. Si se está a favor de salvar la vida y la salud de la madre, 
hay que recordar que a menudo estamos hablando de violencia hacia niñas 
pequeñas y de la violación de estas, lo que claramente amenaza tanto sus
 vidas como su salud.
También hay otros aspectos de las vidas de las mujeres que justifican el derecho al aborto:
 son las “cuatro causas” [por las que defendemos que se permita el 
aborto: cuando esté en peligro la salud de la mujer, en los casos de 
violación, cuando el feto sea inviable y en niñas menores de edad, 
especialmente cuando el embarazo es consecuencia de una violación]. Así 
que la lucha y el problema van más allá de las creencias personales de 
los candidatos.
El anterior Ministerio de Sanidad adoptó una 
posición muy clara y firme sobre la cuestión del aborto de modo que lo 
mínimo que el nuevo gobierno debería hacer es adoptar y fomentar esa 
misma posición firme. Lucharemos para que no se retroceda en lo que 
hemos avanzado. Y lucharemos en solidaridad con el movimiento feminista 
en toda América Latina y el Caribe porque nuestras luchas están 
relacionadas, es una lucha regional.
Creemos además que es 
importante no sólo que el presidente asuma las propuestas del movimiento
 social, sino también que entable un diálogo con nuestro movimiento, 
porque sin diálogo no habrá democracia. Exigimos libertad de expresión, 
específicamente en este contexto.
CISPES: Bernardo Belloso, ¿cuáles son algunas de las preocupaciones referentes al medioambiente y los recursos naturales en El Salvador?
Bernardo Belloso:
 Cuando el año pasado ARENA obtuvo el mayor bloque de escaños en la 
Asamblea Legislativa inmediatamente quiso reformar el Artículo 105 de la
 Constitución, que estipula el límite de la cantidad de tierra que puede
 poseer una persona en El Salvador. Quiere poner la tierra a disposición
 tanto de las corporaciones transnacionales como de las grandes empresas
 de El Salvador. Esta es una preocupación fundamental. Igualmente, los 
partidos de derecha en la Asamblea Legislativa quieren derogar la 
prohibición de 2017 de la minería metálica. Es una amenaza muy real 
porque la derecha tiene una [amplia] mayoría de escaños. Parte de 
nuestra lucha actual consiste en vincular a la Constitución la 
prohibición de la minería para impedir que se derogue.
El otro gran problema contra el que luchamos es contra la privatización de los recursos de agua,
 una lucha que emprendimos ya en 2006, 2007 debido a las políticas del 
presidente Tony Saca [ARENA]. Ahora que los partidos de derecha tienen 
una mayoría aún más amplia en la legislatura han vuelto a empezar a 
tratar de privatizar el agua en El Salvador. Los movimientos sociales 
siguen defendiendo la Ley general del agua que garantiza el derecho al 
agua.
Uno de los grandes retos que tenemos ante nosotros 
referentes al nuevo gobierno es si va a apoyar estos objetivos 
medioambientales y cómo lo hará. Por el momento las posturas de Bukele 
tienden a favorecer los intereses económicos por encima de los intereses
 populares.
CISPES: ¿Cómo ve la relación entre el gobierno Trump y el de Bukele en las cuestiones medioambientales?
BB: La
 relación entre el gobierno  estadounidense  y el gobierno entrante de 
El Salvador se está profundizando y esto afectará  a  las vidas de 
nuestra población. La influencia geopolítica que Estados Unidos busca 
mantener en El Salvador para fortalecer el poder económico y militar en 
toda América Latina viola nuestr  a   soberanía  y  el derecho  
constitucional  a  gobernarnos a nosotros mismos. Es indudable que una 
mayor implicación de Estados Unidos tendrá consecuencias, especialmente 
entre las clases sociales y económicas más vulnerables de El Salvador. 
Vemos el impacto de Estados Unidos en otras zonas de América Latina, por
 ejemplo en Venezuela, donde se cuestiona el derecho del pueblo a elegir
 sus propios dirigentes y a decidir su propio futuro. Interpretamos esto
 como la intención por parte de Estados Unidos de construir un nuevo eje
 de poder en América Latina que sirva a los intereses políticos y a las 
políticas neoliberales de Estados Unidos. Mientras tanto, hay 
poblaciones en América Central, particularmente personas indígenas, a 
las que se está masacrando y les están quitando sus recursos naturales, y
 Bukele no ha dicho nada al respecto.
El nuevo gobierno mantiene 
una alianza con el gobierno de Estados Unidos y con industrias privadas 
multinacionales y transnacionales. Lo que esperamos es que aumente la 
criminalización, como vemos [en otras partes de América Central] donde 
gobiernos represivos están criminalizando a comunidades enteras para 
beneficiar a la industria privada. También está la amenaza de que la ley
 antiterrorista, que creó ARENA y sigue en vigor, se utilice para 
aplastar cualquier acción que podamos emprender como movimiento. Es 
preocupante.
Esto significa que la gente en este país tiene que 
seguir resistiendo. Es importante seguir luchando por lo que ya se ha 
ganado y reconocer que hemos logrado nuestras victorias en las calles, 
nadie nos las ha dado. Así que si vemos que hay una mala gobernanza 
vamos tener que movilizarnos. Veremos si Bukele trabaja para la mayoría 
de las personas salvadoreñas, si responde a las necesidades de la 
mayoría o de la minoría.
 *  El  Committee in Solidarity with the People of El Salvador (CISPES,  Comité de Solidaridad con el Pueblo de El Salvador  )  es  una organización de solidaridad  perteneciente al movimiento social  que desde 1980 apoya la lucha del pueblo salvadoreño por la justicia social y económica.  
 
 
 
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