Fania Rodrigues*
El presidente más conservador 
de la historia democrática de Brasil llegó al poder con una sola 
propuesta concreta: que él sería un presidente honesto. La derecha 
secuestró las banderas de la indignación y de la anticorrupción. 
Secuestró la rebeldía que otrora estuvo en manos de la izquierda. Este 
primero de enero de 2019, Bolsonaro inaugura una nueva era en la 
política brasileña, donde el cinismo expreso en la literatura de 
Maquiavelo gana una nueva dimensión. Poner a Sergio Moro, el principal 
verdugo del ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, como ministro de 
Justicia, además tiene cierto simbolismo: al final fue la condena de 
Moro la que retiró al petista de la contienda electoral.
Además, si tener un gobierno honesto es su único propósito empezó 
mal, pues al menos nueve de los 22 ministros nombrados son investigados 
por la justicia. Pero la principal noticia en las pasadas semanas es la 
denuncia hecha por el Consejo de Control de Actividad Financiera contra 
el hijo mayor del presidente electo, Flávio Bolsonaro, que está 
seriamente involucrado en un escándalo de corrupción. Flávio es 
actualmente diputado del estado de Río de Janeiro y en las pasadas 
elecciones fue electo senador. Lo acusan de confiscar de forma ilegal 
los sueldos de los funcionarios contratados para trabajar en su mandato,
 como asesores parlamentarios. El propio Jair Bolsonaro está nombrado en
 la investigación. Su esposa, Michele Bolsonaro, recibió recursos 
ilegales y el futuro presidente confesó que el dinero era para su uso 
personal.
Si no bastaran estas denuncias, Onyx Lorenzoni, jefe del Ministerio 
de Casa Civil, también es investigado. En 2017, en la operación Lava Jato, Lorenzoni confesó haber recibido soborno de la empresa JBS, la mayor industria de carne bovina del país.
Otro hombre fuerte del gobierno, el general del ejército Augusto 
Heleno Ribeiro Pereira, jefe del gabinete de seguridad, fue investigado y
 condenado, en 2013, por el Tribunal de Cuestas de Unión, por firmar 
contratos irregulares con valor de 5.7 millones de dólares.
También el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, es investigado
 por manipular mapas de zonas de protección ambiental en São Paulo, 
cuando era secretario de Medio Ambiente, en la gestión del ex gobernador
 Geraldo Alckmin (Partido de la Social Democracia Brasileña). De esta 
manera, según la fiscalía, él favoreció a empresarios que hicieron 
construcciones en reservas de protección ambiental.
De igual forma, graves acusaciones son presentadas contra la ministra
 de la Mujer y Derechos Humanos, Damares Alves, que es pastora de una 
iglesia evangélica. La periodista Patrícia Lélis denunció en 2013 al 
diputado federal Marco Feliciano por una tentativa de violación. El 
diputado niega, pero en audios enviados a la periodista él confirma el 
abuso sexual. Recientemente Lélis denunció a la prensa que Alves ayudó a
 ocultar el abuso, pero no solamente en su caso, sino que también ha 
silenciado a chicas vinculadas a su iglesia, que han sufrido igualmente 
asedio y abuso sexual por parte del legislador.
Por su parte, el equipo económico tampoco está lejos de los 
tribunales de justicia. El jefe del equipo, el ministro Paulo Guedes, 
que va acumular los ministerios de Hacienda, Planificación, Industria y 
Comercio Exterior, fue acusado de cometer fraude contra fondos de 
pensión de empresas estatales.
Es importante destacar aún que Paulo Guedes es una especie de discípulo de los Chicago Boys
 que impulsaron el programa ultraliberal de la dictadura de Augusto 
Pinochet, en Chile, entre 1973 y 1990. Durante su posgrado, en la 
Universidad de Chicago, Guedes estrechó lazos con varios chilenos que 
después tuvieron papel relevante en régimen militar de Pinochet.
Sobre Guedes también pesa la desconfianza sobre su capacidad técnica 
para manejar uno de los ministerios más importantes. Parlamentarios del 
Congreso Nacional afirman que Guedes no tiene conocimientos básicos de 
cómo funcionan las estructuras del Estado y la administración pública.
Diputados relatan que fueron a consultarlo a ver si le gustaría 
incluir algo en el presupuesto de 2019. Pero la respuesta sorprendió. 
Esto fue lo que dijo el ministro: 
Hagan el presupuesto de ustedes, que después yo hago el mío. Como en la mayor parte del mundo, en Brasil el presupuesto de 2019 fue aprobado al final de 2018. Tuvieron que explicarle algo tan básico de la administración pública.
El actual presidente del Senado brasileño, Eunício Oliveira, del 
partido Movimiento Democrático Brasileño de Michel Temer, dijo que los 
congresistas están 
horrorizadoscon el equipo de transición del presidente electo Jair Bolsonaro.
*Periodista brasileña, corresponsal de Brasil de Fato
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