Bernardo Barranco V.
El papa argentino 
 Jorge Mario Bergoglio llega hoy a Colombia para una delicada visita de 
cinco días, que busca inspirar la paz y promover la reconciliación 
social en un país profundamente polarizado, pese a la reciente firma del
 acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC y una tregua con el ELN, 
que están poniendo fin a más de 50 años de conflicto. A dos días de su 
arribo, desde Roma, Francisco envió un video donde perfila el sello de 
su visita: 
Iré como peregrino de esperanza y de paz. Francisco explica que escogió como lema del viaje
Demos el primer paso, porque nos recuerda, dice, que siempre se necesita dar un primer paso para cualquier actividad y proyecto. También nos empuja a ser los primeros para amar, para crear puentes, para crear fraternidad. El Papa sugiere a los colombianos romper con el pasado de violencia y conflagración, y comprometerse con tenacidad a construir la paz. Francisco estará en cuatro ciudades en cinco días: Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena de Indias, en las cuales celebrará misas campales en un parque, un complejo ganadero, un aeropuerto y un puerto. Pronunciará discursos y oficiará misas multitudinarias y se reunirá con víctimas y actores del conflicto interno. Lo hará en Villavicencio, donde está previsto un acto por la reconciliación nacional. Asimismo, incluye una confesión masiva en una explanada comercial.
Francisco es el tercer pontífice en visitar Colombia, después de 
Pablo VI en 1968 y la apoteótica gira de Juan Pablo II en 1986. Las 
generaciones actuales no conocen las novedades que representó la primera
 visita de un Papa en América Latina hace casi 50 años. Cuando era muy 
raro que un pontífice viajara y se desplazara a un lugar tan alejado de 
Roma. Igual de impactante resultó cuando al bajar del avión, Paulo VI, 
esa mañana del el 22 de agosto de 1968, besó el suelo americano ante la 
mirada atónita del entonces presidente colombiano, Carlos Lleras 
Restrepo. El papa Giovanni Montini, erudito intelectual y austero, llegó
 a América Latina impregnado de las novedades del recién concluido 
Concilio Vaticano II. El principal objetivo fue inaugurar la reunión de 
la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Celam). 
Sus mensajes y discursos en Colombia fueron sociales y de denuncia, 
demandado justicia hacia los pobres, contenidos influenciados por la 
encíclica Populorum progressio (1967), dedicada a la 
cooperación entre los pueblos y al problema de los países en vías de 
desarrollo. La actitud de Paulo VI sin duda tuvo influencia en los 
trabajos de los obispos que confluyeron en los legendarios documentos de
 Medellín y la opción de la Iglesia por los pobres. Medellín fue el 
epicentro del vasto movimiento social de las comunidades de base y de la
 teología de la liberación.
Si hace cinco décadas la Iglesia católica era dueña espiritual del 
continente, hoy Francisco enfrenta una Colombia profundamente dividida e
 indignada por los niveles cínicos de corrupción generalizada en las 
élites. Llega a una zona de conflicto por Venezuela, donde se pone a 
prueba la geopolítica del pontífice. Incluso se tiene planeada una 
reunión con la conferencia de obispos venezolanos. Sin embargo, la paz y
 la reconciliación serán los principales retos de Francisco en este 
viaje. Un sector colombiano conservador mira con desconfianza la 
predica de Francisco en torno alcanzar una paz duradera. Hay grupos que 
temen que la buena voluntad del Papa argentino sea capitalizada por las 
facciones fieles al actual presidente Juan Manuel Santos. Pese a que 
clero colombiano ha reiterado que es un viaje pastoral, en los hechos la
 visita se ha politizado. Es decir, Francisco arriba a una zona de no 
sólo de guerra militar, sino también política. El Papa aspira a una 
reconciliación, mientras las confrontadas élites de poder ambicionan 
sacar raja de los pronunciamientos, gestos, metáforas y silencios de 
Bergoglio. La confrontación del conservador ex presidente Álvaro Uribe 
Vélez con su sucesor, Manuel Santos, es antagónica y desgastante. Según 
Santos, “el Papa ha venido apoyando las negociaciones desde el 
principio, desde cuando lo visité por primera vez. Él me dijo: 
‘Manténgase ahí y no vaya a flaquear’. Mientras la oposición desde el 
plebiscito, no han dejado de cuestionar al gobierno por la utilización 
legitimadora del Papa. A pocas horas de la llegada del pontífice a 
Colombia, Uribe escribió un mensaje al papa Francisco, con el fin de 
fijar su posición: “Su Santidad: Nunca nos hemos opuesto a la paz, sin 
embargo, la impunidad total a los responsables de delitos atroces, su 
elegibilidad política, la autorización legal que han recibido para 
gastar dineros ilícitos en sus actividades políticas, y otros puntos, se
 constituyen en estímulos al delito. Colombia ha tenido una democracia 
afectada por el narcoterrorismo, no una dictadura enfrentada por civiles
 armados. La economía colombiana se ha deteriorado con su inevitable 
impacto… Colombia ha tenido una democracia afectada por el 
narcoterrorismo, no una dictadura enfrentada por civiles armados”. Ante 
la confrontación por la búsqueda de la conformación de la paz en el 
posconflicto colombiano, la Iglesia no ha escapado de las 
polarizaciones. En el plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia 
en octubre de 2016, hubo obispos, como el de Cali, que se hizo eco del 
entusiasmo del Papa y apostó por el sí, mientras la mayoría de 
los obispos prefirieron no pronunciarse, se lavaron las manos, y dejaron
 a la conciencia de la feligresía responder. Por ello, la reflexión de 
Francisco de Roux, un jesuita con mucho reconocimiento moral es ahora 
pertinente: 
El Papa no es ingenuo, no se va a embrollar entre los bandos políticos. Lo abruma la polarización nuestra. Porque la dejación de las armas se puede negociar, pero la ruptura de un pueblo consigo mismo no se compone con mesas de diálogos ni con comisiones internacionales. Por eso el afecto lo mueve a ponerse con cada uno de nosotros, en el lado donde cada quién esté, para invitar a dar el primer paso hacia la reconciliación. Va llamar a la Iglesia en Colombia a que vaya más allá, a que ahonde la audacia evangélica, al lado de todas las víctimas y todos los excluidos, en actos grandes, afirmativos, de reconciliación y de justica. El mensaje es claro, Francisco debe salir de la asfixiante atmósfera interna, evitar involucrarse entre los bandos del poder y, así, alentar alternativas bajo otras lógicas. Veremos.
 

 
 
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