Esta tensión atraviesa el comunicado de la reunión de principios de  junio de los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales  del G-20, preparatoria de la cumbre. El júbilo por una reactivación  económica más pronta y más rápida que la prevista se ve atemperado por  la reciente volatilidad de los mercados financieros
, a la que se  alude como una suerte de fenómeno inevitable que nos recuerda que  persisten desafíos significativos y subraya la importancia de la  cooperación internacional
. Parece que más que seguir combatiendo el  estancamiento y el desempleo y preocupándose por la economía real, hay  que responder a esa volatilidad financiera con medidas recesivas que  aborten la incipiente reactivación. Además, la cooperación  internacional, expresada en la coordinación de políticas económicas,  debe tener en cuenta la necesidad de que nuestros países apliquen  medidas creíbles, favorables al crecimiento, que produzcan  sustentabilidad fiscal y que sean diseñadas y puestas en práctica según  las circunstancias nacionales
. Esta última cláusula del comunicado  puede leerse como un réquiem a la coordinación de políticas, que exige  ver más allá de las coyunturas nacionales, y a las acciones de impulso  al crecimiento, consideradas como fiscalmente insostenibles.
Otro párrafo del mismo comunicado revela el predominio de las  posiciones ortodoxas: Saludamos los recientes anuncios de algunos  países [léase Grecia, España, Portugal, Reino Unido, Alemania y Francia,  por lo menos] de reducir sus déficit en 2010 y fortalecer sus  instituciones y posiciones fiscales. [...] Esto dará seguridad a la  recuperación en marcha.
 Ha habido una apreciación casi unánime de  que las políticas de ajuste recesivo y contracción del gasto anunciadas  por los tres primeros de esos países han sido probablemente excesivas,  como sin duda lo son en el caso de los tres últimos. A lo que dan la  bienvenida los funcionarios del G-20 es al abandono de las políticas de  estímulo y al retorno a la austeridad a ultranza para preservar los  cotos de caza del sector financiero en la economía real. Nadie debe  sorprenderse si se revierte la naciente reactivación de Portugal,  Francia y Alemania (que crecieron menos de 2 por ciento en el primer  trimestre) y si se agudiza la continuada contracción de España, Grecia y  Reino Unido (que registraron un trimestre más de crecimiento negativo).
Este deprimente panorama se vio atemperado por la carta que el  presidente Obama dirigió a sus colegas del G-20 el pasado 16 de junio.  Para salir al frente a las expresiones equívocas –como las antes citadas  del comunicado de ministros y gobernadores– aclara: La más alta  prioridad en Toronto debe ser salvaguardar y fortalecer la recuperación.  [...] Debemos asegurar el apoyo público necesario para conseguir un  fuerte crecimiento económico. Es esencial que consigamos una  reactivación autosostenida que genere los empleos adecuados que la gente  reclama. Si la confianza en la fortaleza de la recuperación disminuye,  debemos responder de nuevo, con la velocidad y vigor necesarios, para  evitar la contracción económica
. Vaya varapalo para el señor  Geithner y sus colegas: son el crecimiento y el empleo, ¡estúpidos!
(La página web de Los Pinos registra entre el 16 y el 23 de junio varias cartas de Calderón: de felicitación a presidentes electos y equipos de futbol. No hay referencia a que se haya respondido, o recibido siquiera, carta de Barack Obama.)
El otro gran tema de Toronto es, por supuesto, la regulación de bancos, instituciones financieras y agencias de calificación. Parece haber un ambiente favorable para avanzar en acciones que aseguren que sean las instituciones mismas las que paguen los descalabros que causan, a través de fórmulas impositivas o de reservas o depósitos ad hoc. Habrá que volver a este tema a la luz de lo que ocurra en Toronto.
 

 
 
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