Adán Salgado Andrade (especial para ARGENPRESS.info)
La  debacle económica estadounidense, a pesar de las triunfalistas  declaraciones de Barack Obama, continúa haciendo estragos entre la  población trabajadora, en especial los migrantes, quienes han debido de  resistir condiciones de trabajo más duras, de las que de  por sí ya  tenían, en especial aquellos que, por fortuna, aún tienen trabajo (es  aún tan difícil la situación, que de acuerdo con testimonios de amigos  incluso estadounidenses, mucha gente que perdió su trabajo desde hace  varios meses, aún no consiguen uno nuevo y los que lo han conseguido,  una buena parte ha sido en actividades que nada tienen que ver con su  experiencia o los estudios que realizaron, por ejemplo, es el caso de  una amiga enfermera que perdió su empleo en un hospital y ahora trabaja  como mesera, ganando mucho menos dinero del que antes percibía).
por sí ya  tenían, en especial aquellos que, por fortuna, aún tienen trabajo (es  aún tan difícil la situación, que de acuerdo con testimonios de amigos  incluso estadounidenses, mucha gente que perdió su trabajo desde hace  varios meses, aún no consiguen uno nuevo y los que lo han conseguido,  una buena parte ha sido en actividades que nada tienen que ver con su  experiencia o los estudios que realizaron, por ejemplo, es el caso de  una amiga enfermera que perdió su empleo en un hospital y ahora trabaja  como mesera, ganando mucho menos dinero del que antes percibía).
 
 por sí ya  tenían, en especial aquellos que, por fortuna, aún tienen trabajo (es  aún tan difícil la situación, que de acuerdo con testimonios de amigos  incluso estadounidenses, mucha gente que perdió su trabajo desde hace  varios meses, aún no consiguen uno nuevo y los que lo han conseguido,  una buena parte ha sido en actividades que nada tienen que ver con su  experiencia o los estudios que realizaron, por ejemplo, es el caso de  una amiga enfermera que perdió su empleo en un hospital y ahora trabaja  como mesera, ganando mucho menos dinero del que antes percibía).
por sí ya  tenían, en especial aquellos que, por fortuna, aún tienen trabajo (es  aún tan difícil la situación, que de acuerdo con testimonios de amigos  incluso estadounidenses, mucha gente que perdió su trabajo desde hace  varios meses, aún no consiguen uno nuevo y los que lo han conseguido,  una buena parte ha sido en actividades que nada tienen que ver con su  experiencia o los estudios que realizaron, por ejemplo, es el caso de  una amiga enfermera que perdió su empleo en un hospital y ahora trabaja  como mesera, ganando mucho menos dinero del que antes percibía).Ese es el testimonio de doña Elena, poblana que está  aquí unos días, viviendo con una amiga, realizando unos trámites para  obtener su visa canadiense, debido a que su hija, que radica en Canadá,  tuvo a su primer hijo, y ella desea visitarla. Pero como a pesar de  tener viviendo doña Elena 14 años en EEUU y trabajar allá desde  entonces, aún no tiene la residencia legal - se la ha pasado con visa de  turista todo ese tiempo -, debió de venir a México para tramitar desde  aquí el visado canadiense, el que también le ha llevado mucho tiempo  conseguir. “Fíjese, primero me dijeron en la embajada de Canadá que una  semana, luego que quince días, y de plano luego me dijeron que un mes”,  nos comenta doña Elena, en resignado tono. Ha sido todo un burocrático  trajín el que ha debido realizar, pues además de pagar $1100 pesos por  los trámites en la embajada, debió de solicitar una invitación de su  hija, enseñar el boleto de viaje redondo del avión, demostrar solvencia  económica… y todo para que le hayan concedido únicamente tres meses de  permiso. “Ese es el trato que nos dan esos países, a pesar de que  explotan nuestros recursos y a nuestros paisanos”, le comento,  diciéndole que son mineras canadienses principalmente las que poseen  buena parte de las minas de plata o de oro en nuestro país y que varias  emplean métodos muy destructivos para obtener el mineral, como es el  caso de “Minera San Javier”, filial de “Metallica Resources”, que está  destruyendo con dinamita el emblemático cerro de San Pedro en San Luís  Potosí, y que usa cianuro para separar el mineral de la piedra, veneno  que está contaminando los acuíferos locales.
“¿¡Pues sí, pero,  a ver, por qué nuestro gobierno lo permite?!”, replica ella, y ya  siguen algunos otros comentarios sobre la corrupción gubernamental y la  blandura ante naciones como Canadá o EEUU, que siempre ha caracterizado a  nuestras ineptas, entreguistas autoridades, pero porque, además, lo que  menos les interesa a esos países es cuidar el medio ambiente de  aquellas naciones en donde hacen muy buenos negocios.
Luego  de ese paréntesis de reflexión y crítica política, doña Elena me sigue  platicando aspectos de su vida. “Fíjese, es como lo que le digo, que a  mí no me han dado mi residencia allá, a pesar de tantos años que llevo  trabajando en Estados Unidos y hasta pago impuestos”. “¿Pero por qué no  se la han dado?”, le vuelvo a preguntar. “Pues que porque no tengo un  trabajo fijo… ¡eso dicen!”, declara, irónica, siendo que casi desde que  llegó a ese país ha estado laborando en algún lugar. “¡Y yo no sólo  trabajo, sino que están allá dos de mis hijos, ya tengo nietos que  nacieron allí, rento un departamento con mi marido, pago impuestos,  compro cosas por allá, rento cable, teléfono… y mire, no me han dado  nada y por eso tengo que venir hasta acá por mi visa canadiense!”, sigue  diciendo, paro ahora un tanto enojada.
Es lo que cientos de miles de connacionales y de migrantes de otras nacionalidades esperan desde hace años, una reforma migratoria que les dé certeza jurídica para radicar legalmente en ese país, para que situaciones como la de doña Elena no sucedan y, en general, otras más urgentes, como el hecho de que sean expulsados si son atrapados, sin mayor excusa, luego de años de haber estado trabajando en ese país como ilegales, debido a tanta engorrosa, complicada tramitología (pero, además, esa incertidumbre legal, los hace vulnerables a arbitrariedades de todo tipo, como laborales. Cuando se accidentan en su fuente de trabajo, los indocumentados, cuando mucho, son llevados con un médico, el que le tratará de curar la herida, si se puede, y ya, no se les da una indemnización, ni se les pensiona, nada absolutamente, y por eso las empresas reclutadoras siguen contratando a ilegales para subcontratarlos a otras empresas, pues además de baratos, no se obliga a los patrones a pagar nada, aún en caso de accidente. Eso hace, por ejemplo, la empresa subcontratista The QTI Group).
Es lo que cientos de miles de connacionales y de migrantes de otras nacionalidades esperan desde hace años, una reforma migratoria que les dé certeza jurídica para radicar legalmente en ese país, para que situaciones como la de doña Elena no sucedan y, en general, otras más urgentes, como el hecho de que sean expulsados si son atrapados, sin mayor excusa, luego de años de haber estado trabajando en ese país como ilegales, debido a tanta engorrosa, complicada tramitología (pero, además, esa incertidumbre legal, los hace vulnerables a arbitrariedades de todo tipo, como laborales. Cuando se accidentan en su fuente de trabajo, los indocumentados, cuando mucho, son llevados con un médico, el que le tratará de curar la herida, si se puede, y ya, no se les da una indemnización, ni se les pensiona, nada absolutamente, y por eso las empresas reclutadoras siguen contratando a ilegales para subcontratarlos a otras empresas, pues además de baratos, no se obliga a los patrones a pagar nada, aún en caso de accidente. Eso hace, por ejemplo, la empresa subcontratista The QTI Group).
Nos  platica doña Elena que sus dos hijos tienen cada uno una pequeña  empresa de limpieza, pues es una gran tendencia en ese país la de  convertirlo todo en una mercancía, incluso las labores domésticas. Las  empresas prefieren pagar a compañías especializadas servicios de  limpieza, en lugar de tener sus propios empleados, pues les sale más  barato hacerlo así, ya que no pagan prestaciones, ni tiempo extra, ni  nada (y ni tienen que ver con la calidad migratoria del empleado), sólo  el servicio proporcionado, y como hay tantas de esas compañías, se han  abaratado tanto sus labores, que hasta el lujo se dan aquéllas de elegir  las más baratas. “Sí, fíjese, yo antes de venirme, le ayudaba a mi  marido a limpiar unas oficinas, que entrábamos a las seis de la mañana y  a las siete y media ya estaba todo listo, nos pagaban 900 dólares por  mes, pero llegó otra empresa que les cobró 800 y ¿¡usted cree que los  patrones tacaños les dieron el trabajo a ellos, con tal de ahorrarse  mugrosos cien dólares!?”.
Doña Elena, como  dije, es originaria de Puebla, pero de muy niña se vino a la ciudad de  México, a la colonia Moctezuma, ubicada al oriente, y allí vivió con sus  padres y sus hermanos. “Yo me puse a trabajar desde los 14 años, sí, en  un taller de costura. Se hacían baberos, blusas, pantalones… y otras  cosas, y yo tenía que poner las telas en unas maquinotas… viera que era  pesado, pero a mí siempre me gustó trabajar, porque desde chiquita me  gustó tener mi propio dinero”, dice, mostrando cierto dejo de orgullo.  “Mi papá era ferrocarrilero, telegrafista, de los que estaban con la  maquinita… tic, tic, tac… para avisar a qué hora salían o llegaban los  trenes, y como no ganaba tan mal, por eso pudo comprar la casa en la  Moctezuma”, continúa platicando esos recuerdos que le parecen tan vivos.
Y  nos platica algo de su vida en EEUU. “Mire, yo vivo en California, en  Santa Cruz, cerca de San Francisco, en una calle muy bonita que se llama  River. Al final de esa calle está un bosque que se llama Felton, bien  cuidado y allí hay unos árboles enormes, bien bonitos, puro ciprés y  pinos, pero deveras, unos troncos bien gruesos que tienen y como están  tan juntitos, pues todo el día dan sombra y todas las casas de por allí  tienen prendidas siempre sus luces”, lo cual compruebo, lo del espeso  bosque, en una vista satelital cortesía de Google, que más tarde reviso,  (es, hasta cierto punto, la ventaja de este internetizado mundo,  reflexiono). Eso me hace pensar en que los estadounidenses se consideran  paladines del medio ambiente, y sin embargo, no son así cuando de  recursos naturales de otros países, en donde operan sus contaminantes  empresas, se trata. Y me viene a la mente el derrame petrolero imparable  que está ocurriendo en las costas de Luisiana, en el golfo de México,  lo que los está dejando muy mal parados, pues no sólo se afectarán sus  costas, sino todos los océanos al final se verán afectados directa o  indirectamente, ¡será el peor desastre ecológico marino, no sólo de  EEUU, sino del mundo entero! (al momento de escribir estas líneas, el  derrame abarca ya un área de casi 24,000 kilómetros cuadrados, que  equivaldría aproximadamente a la superficie de una circunferencia que  tuviera unos 175 kilómetros de diámetro, ¡y se incrementa a razón de 140  kilómetros cuadrados por día, equivalentes a la superficie de un  cuadrado de más o menos 11 kilómetros por lado!)
 
 
 
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