En la primera 
 parte del artículo dijimos que Luis Almagro, secretario general de la 
OEA, se había reunido el 25 de febrero de 2016 con el almirante Kurt 
Kidd (jefe del Comando Sur), 
poco antesde las elecciones parlamentarias que dejaron en minoría al poder bolivariano. Error: el encuentro tuvo lugar
poco despuésde las elecciones (diciembre de 2015).
Gazapos van, lapsus vienen, el orden de las fechas no altera el 
producto. A inicios del siglo pasado, una revolución liderada por 
Cipriano Castro tuvo que librar sangrientas batallas contra caudillos, 
banqueros y empresas de Estados Unidos y Europa, que le impusieron a 
Venezuela un fuerte bloqueo naval y económico. Y el 9 de marzo de 2015, 
el presidente Barack Obama firmó la orden ejecutiva que califica a la 
revolución bolivariana de 
amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos.
En todo caso, el petróleo ha sido, ayer y hoy, el telón invariable 
del drama político venezolano. Ayer, con el discurso monroísta de la 
Unión Panamericana(UP, 1889). Y hoy, con el monroísmo reciclado por el general George C. Marshall (
reconstructorde Europa y secretario de Estado de Harry Truman), invitado estrella de la novena Conferencia Panamericana (Bogotá, abril de 1948).
Entonces, la capital de Colombia se engalanó. Sin embargo, los 
servicios secretos de Estados Unidos y los paladines de la democracia 
latinoamericana made in USA no pudieron prever la violenta 
insurrección popular que estalló a consecuencia del asesinato del líder 
liberal Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril) ¡Mataron a Gaitán! Con 600 mil
 habitantes, Bogotá ardió en llamas. Espantados, los delegados a la 
conferencia tuvieron que deliberar en el garaje de una mansión 
residencial. Así nació la OEA.
El general Marshall estimó que el bogotazo era “…la primera 
tentativa importante comunista en el hemisferio occidental desde el fin 
de la guerra”. Sólo que en aquellos años los comunistas eran tan 
liberales, que miraban con cariño a Washington (browderismo). La 
Argentina de Juan D. Perón y la Guatemala de Juan José Arévalo eran los 
únicos regímenes que preocupaban al imperio.
En el medio siglo que va de 1948 a finales de 1998 (inicio de la 
revolución bolivariana), la OEA avaló cerca de 20 golpes de Estado 
derechistas, miró al costado durante la fallida invasión de mercenarios 
de la CIA en Playa Girón (Cuba, 1961), convalidó tres invasiones 
militares directas del Pentágono (República Dominicana, 1965; Granada, 
1983; Panamá, 1989) y se negó a aplicar el Tratado de Asistencia 
Recíproca (TIAR) durante el ataque de la OTAN a las islas Malvinas 
(1982).
¿Qué pasa en Venezuela hoy? Nada distinto al desmadre político
 (llamémosle así), que irrumpe en la vida de los pueblos cuando optan 
por emanciparse. Dejaremos para otro artículo nuestra opinión acerca del
 asunto. Pero de lo que sí estamos seguros es que la hipócrita 
intervención de la OEA en Venezuela está no sólo invalidada por el 
artículo 17 de su carta constitutiva, sino también por su trayectoria 
como peón de Estados Unidos.
Lo novedoso fue el modo en que Almagro manipuló el Consejo Permanente
 el pasado 3 de abril, destituyendo a los delegados de Bolivia y Haití, 
que lo presidían. Y nombrando en su lugar, a un payaso de Honduras. 
Episodio bochornoso y golpe institucional similar al que a finales del 
año pasado pegaron los países del Mercosur, para eliminar a Venezuela 
del bloque subregional.
Para ello Almagro contó con el apoyo de México, Argentina y 15 gobiernos derechistas más que trataron 
la situación en Venezuela, sacándose de la manga una resolución en la que le exigen al presidente Nicolás Maduro la
restauracióny
plena autoridaddel Parlamento (Asamblea Nacional).
¿Que las confusas idas, venidas y conflictos de la Fiscalía y el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela fueron un 
autogolpey una
grave alteración del orden constitucional? Bueno… con igual celo y altruismo democrático, la OEA podría haber llamado la atención a la oposición, que en diciembre de 2015 hizo de la Asamblea Nacional una trinchera del golpismo y la desestabilización.
La OEA tuvo 10 secretarios generales 
nativosy todos se han esmerado por emular a Gunda Din, el simpático aguador de las tropas británicas en India, quien aspiraba a ser reconocido como soldado de Su Majestad. Y el más nefasto de todos fue José A. Mora (1956-68), compatriota y alter ego de Almagro.
Delcy Rodríguez, dignísima canciller de la revolución bolivariana, 
recordó que su país votó en la OEA por Almagro, porque el Pepe Mujica 
“…dio garantías plenas de que nunca atacaría a Venezuela… (aunque) 
sabíamos que actuaba como agente de los intereses estadunidenses”.
Delcy no andaba equivocada. Por consiguiente, Almagro resultó otro 
hijo de… Alejandro Vegh Villegas, aquel ministro de Jorge Pacheco Areco,
 presidente de Uruguay (1967-72), que en una intervención parlamentaria 
de 1968 aclaró con la envidiable y corajuda honestidad política de otras
 épocas: 
Señores, yo no soy pro yanqui. Yo soy yanqui.
 

 
 
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