Alo anteriormente 
 expuesto (y propuesto) en mis tres artículos pasados, que me vi 
obligado a dividir por razones de espacio en nuestro periódico, agrego 
ahora, que para salir del marasmo económico y dar una sacudida saludable
 a la población es ineludible un aumento general de salarios para 
estimular la productividad y un plan general de creación de empleo 
basado en un censo popular de las necesidades fijadas por los habitantes
 en asambleas barriales, localidad por la localidad. Con los ahorros que
 dejaría la reducción de la burocracia y de sus procedimientos y trabas,
 se podría invertir aún más de lo que se hace actualmente en ciencia y 
tecnología para dar trabajo al excedente importante de trabajadores 
calificados y evitar tanto su emigración como el subempleo de la 
capacidades crecientes resultantes de la revolución en el plano 
educativo.
Los velos que ocultan a los cubanos su propia historia se deben 
eliminar. No es posible mantener los vetos stalinistas que impiden 
conocer realmente qué hicieron antes y después de 1959 todas las 
tendencias, en particular las que se reclaman del movimiento obrero 
(comunistas, trotskistas, anarquistas). No es posible evitar un balance 
de porqué se derrumbó la Unión Soviética sin disparar un solo tiro y sin
 que los millones de miembros de su partido burocratizado movieran un 
dedo. No es posible ignorar porqué se disolvió el Partido Comunista más 
grande de Occidente (el PC italiano) y sus restos se hicieron 
social-liberales y porqué agonizan los partidos comunistas francés y 
español. Quien no conoce su propia historia, repite los groseros errores
 de pasado y no puede recoger los aciertos.
Lo más urgente es estimular por todos los modos posibles una real 
participación popular en la elaboración y discusión de los lineamientos 
para cada sector de la vida nacional, y no sólo en la aprobación 
plebiscitaria a posteriori de lo decidido por el aparato estatal.
La imitación de lo que era el resultado negativo de la historia rusa y
 el voluntarismo bien intencionado costaron muy caro a la revolución y 
al pueblo cubanos. No hay 
modelosexternos. Cuba no es China ni es Vietnam. Tiene solamente 12 millones de habitantes, los recursos son escasos y, sobre todo, carece de campesinos y de un sector rural que pueda permitir la acumulación de capital para una mayor industrialización. A Cuba no van a afluir grandes inversiones capitalistas atraídas por la magnitud del mercado (que es muy pequeño). Trump se encargará además de dificultar otras inversiones menores y el comercio de la isla, que sigue dependiendo del pago con sus propios recursos. Aunque la autarquía es imposible, sólo podrá contar con el ahorro de los cubanos, con las remesas de los cubanos, con la decisión y resistencia de los cubanos. La democracia y las libertades políticas son fundamentales porque aseguran consenso, indispensable para enfrentar al imperialismo, su bloqueo y las crecientes dificultades resultantes de la crisis de los
gobiernos progresistas, como el venezolano, que podrían verse obligados a no dar más créditos ni apoyos a Cuba. Como el mítico gigante Anteo, sólo el estrecho contacto con el pueblo cubano puede salvar la revolución.
Ni Rusia ni China (no hablemos del trágico régimen dinástico 
de Corea del Norte) son socialistas. Rusia y China tienen sus propios 
intereses nacionalistas y desconocen la solidaridad internacionalista 
mientras, por el contrario, deben resolver prioritariamente el problema 
que les presenta la presidencia Trump en la principal potencia militar y
 económica mundial. Por supuesto, si hubiese inversiones y ayuda de esos
 países, serían más que bienvenidas, pero Cuba, como el resto del mundo,
 para Moscú y para Beijing es algo negociable con Estados Unidos.
La identificación en Cuba entre el partido y el Estado hizo que La 
Habana antes que todos reconociese a Salinas de Gortari como presidente y
 que el PC cubano callase sobre el fraude cometido contra un defensor de
 la revolución cubana, o que Cuba apoyase en la guerra de Las Malvinas a
 la dictadura anticomunista argentina sin que el PC cubano se 
diferenciase en esto del Estado.
La política exterior del Estado capitalista cubano no podrá evitar 
acuerdos o incluso concesiones a otros estados, pero el Partido 
Comunista debe explicar constantemente el precio que el Estado cubano 
deberá pagar y las posibles consecuencias negativas de esos acuerdos o 
de esas concesiones. Eso es urgente, sobre todo porque en América 
Latina, donde el apoyo de los pueblos es fundamental para Cuba frente al
 imperialismo, los gobiernos burgueses serán cada vez más 
proimperialistas y cada vez más represivos y se están incubando 
estallidos sociales por doquier y la relación gobierno-gobierno para 
Cuba es cada vez menos importante y en cambio es más indispensable 
retornar a 1960, cuando Cuba era un faro, una esperanza.
No dispongo de espacio suficiente para seguir sugiriendo lo que otros
 ya están exponiendo en Cuba misma. Sólo puedo afirmar que sólo una 
campaña masiva de autocrítica con amplia participación de todos hará 
posible sacudirse la burocracia y que sin ella se corre un serio riesgo 
de desarrollo del capitalismo mafioso, no del socialismo.
El mundo vive en su momento más negro pues ni siquiera es segura la 
supervivencia de la civilización en el caso de una gran catástrofe 
ecológica marcada por sequías, tornados, inundaciones, elevación de los 
mares o de una guerra entre potencias nucleares. Es también el periodo 
más negro de la historia cubana y no hay mucho tiempo para reaccionar. 
Marx decía que la liberación de los trabajadores será obra de los 
trabajadores mismos. Ahora su salvación y la de la humanidad están en 
manos del trabajador colectivo, de los que producen todo y son 
oprimidos.
¡Qué los trabajadores realmente decidan!
 

 
 
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