La paz en Colombia 
continúa amenazada por una derecha recalcitrante que sigue apostando a 
la guerra en ese país latinoamericano, en beneficio de sus intereses 
económicos y políticos, y que incitada por Estados Unidos es 
abiertamente contraria a la distensión y la integración en la Patria 
Grande.
 Analistas alertan con insistencia al respecto, tras el 
asesinato reciente de Luis Alberto Ortiz, un joven exguerrillero de la 
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–Ejército del Pueblo 
(FARC-EP) que fue absuelto por la Ley de Amnistía e Indulto adoptada en 
los históricos Acuerdos de Paz suscritos en La Habana, Cuba. 
 El 
referido crimen hizo saltar las alarmas sobre una posible ola de 
exterminios de exmiembros de las FARC-EP, similar a la escenificada en 
la década de los años 80 con los militantes del partido de izquierda 
Unión Patriótica. 
 La muerte de Ortiz ocurrió el mismo día que 
otras 10 personas fueron igualmente masacradas en el municipio de 
residencia del exguerrillero, donde operan a su libre albedrio 
paramilitares vinculados al narcotráfico, según reportes de prensa. 
 Desde la firma en La Habana del pacto de Paz para Colombia ya suman 
casi 50, entre ellos más de 30 líderes sociales, los ciudadanos 
asesinados a manos de los paramilitares, hechos de sangre que 
ensombrecen el fin definitivo del prolongado conflicto en esa nación de 
Nuestra América. 
 Esos grupos castrenses ilegales, financiados 
por la oligarquía y aún tolerados por las autoridades de Bogotá, 
constituyen una real punta de lanza contra la distensión y la armonía 
que piden a gritos los colombianos. 
 Por supuesto que la 
convivencia en paz en la Patria Grande también está en juego con la 
continuidad del paramilitarismo en Colombia, que sin duda alguna daña 
con toda intencionalidad la estabilidad de varios países cercanos, y 
especialmente a las vecinas Venezuela y Ecuador. 
 Es bien 
conocido que los gendarmes de la guerra y la oligarquía regional, con el
 amparo de Washington, siempre han utilizado el convulso territorio 
colombiano para intentar a través de sus fronteras desestabilizar a las 
revoluciones Bolivariana, de Venezuela, y Ciudadana, de Ecuador. 
 Ello explica que el conservadurismo, que emprende actualmente una 
arremetida sin precedentes contra los procesos progresistas en Nuestra 
América, esté menos interesado que nunca en que la paz reine en 
Colombia. 
Venezuela y Ecuador son hoy, junto a Bolivia, los 
principales blancos de esa ofensiva de la derecha, que 
inescrupulosamente viola todas las reglas de la democracia y apuesta a 
la fuerza para imponer sus designios neoliberales, en detrimento de la 
convivencia pacífica y la integración de la Patria Grande. 
 

 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario