Argentina, a un año del gobierno de Mauricio Macri
La asunción de 
Mauricio Macri a la presidencia de Argentina el 10 de diciembre del 2015
 implicó una ruptura con el proyecto kirchnerista inaugurado en mayo del
 2003 por Néstor Kirchner y continuado por su esposa Cristina Fernández 
de Kirchner. A pesar de la retórica pacificadora de la Alianza Cambiemos
 durante la campaña electoral, la tensión política no ha desaparecido en
 la sociedad argentina en estos últimos doce meses. En la actual pugna 
entre el gobierno y la oposición no se dirime solamente un proyecto de 
país sino también el concepto mismo de lo que es la democracia y la 
política. Así lo enfatiza Agustín Rossi, diputado en el Parlamento del 
Mercosur, ex diputado nacional por el Frente para la Victoria (FpV) y ex
 ministro de defensa del Gobierno de Cristina Kirchner entre 2013 y 
2015. Entrevista exclusiva.
P: ¿Qué es la política para el actual gobierno?
 Agustín Rossi: 
 Tiene un profundo desprecio por la política. Desde su inicio, el 
discurso oficial intentó identificar a los militantes políticos con 
“ñoquis”, (ndr: aprovechadores del Estado). Crítica conceptual que viene
 de un gobierno donde los principales ministros y muchos funcionarios 
son o han sido CEO de grandes empresas multinacionales. El modelo 
macrista no imagina la política como herramienta de transformación de la
 sociedad. En la práctica, promueve una democracia de baja intensidad, 
es decir con muy escasa participación. Y que incluye un esquema que se 
nutre en el acuerdo con los poderes corporativos, donde éstos imponen 
las condiciones. El gobierno prioriza el protagonismo de dichos poderes 
corporativos. Es decir, el interés empresarial por sobre el interés 
general. Protegido, además, por los grandes grupos mediáticos. 
 P: Pero tanto para Macri como para la oposición, el voto es un elemento muy importante de medición política… 
 AR: Sin ninguna duda. Y las elecciones intermedias del año 2017, donde 
se elegirá una parte de diputados y senadores, constituirán un momento 
clave para evaluar la realidad. Si el gobierno saca un 30 % de votos, 
esto representará un 70% de opiniones desfavorables. Si se acerca al 40%
 ya podría ser un resultado aceptable para ellos. Un problema actual de 
la oposición es la dispersión. El gobierno podría perder en distintas 
provincias pero contra distintas fuerzas. Me permito introducir aquí 
otro elemento deformante de lo que es la democracia y la política para 
el actual gobierno. Según su concepción existe el oficialismo y lo que 
ellos denominan la oposición responsable, es decir fuerzas políticas y 
sindicales que aceptan el marco global del actual modelo. Trata de 
desprestigiar –e incluso destruir- lo que está fuera de ese marco 
reduccionista: el kirchnerismo y en particular la ex presidenta Cristina
 Fernández de Kirchner; diversos movimientos sociales y sindicales 
combativos; algunas organizaciones empresariales; iniciativas 
importantes como las multisectoriales contra el tarifazo ; así como los organismos de derechos humanos. 
 Es importante señalar, además, las grandes movilizaciones que durante 
todo el año marcaron la cancha política nacional. La del 24 de marzo, en
 repudio al Golpe Militar de 1976, que fue la más numerosa de este tipo 
de convocatorias desde que se realiza. La del 13 de abril, para 
acompañar a Cristina Fernández de Kirchner cuando fue convocada a los 
tribunales. El 29 de abril, la de las centrales sindicales. La de los 
estudiantes en defensa del presupuesto. La Marcha Federal promovida por 
las dos CTA (Central de Trabajadores de Argentina). La promovida por el 
movimiento de mujeres Ni una Menos.  La marcha de San Cayetano 
organizada por movimientos sociales etc. Todas estas importantes 
iniciativas fueron prácticamente ignoradas a raíz del cerco mediático de
 los grandes grupos de poder informativo. 
 P: Vuelvo a lo 
electoral… ¿El termómetro para evaluar las elecciones del 2017 son los 
resultados de las últimas elecciones presidenciales del 2015? 
 AR: Son una referencia aunque debemos hacer una lectura más de fondo. En 2015, Cambiemos
 ganó con un 51.40% contra el 48.60 % del Frente para la Victoria. Se 
podría pensar entonces que la dirigencia también representa esos 
porcentajes. Sin embargo hoy, el 80% de la dirigencia política del país 
es oficialista o neo-oficialista. Y solo un 20 % es opositor. Relación 
que no se corresponde a lo que pasa en la sociedad. Pienso que hay más  
 kirchnerismo en el pueblo que dirigentes kirchneristas y aun más, que 
hay más oposición en el pueblo que dirigentes opositores…Todo esto se 
evaluará en los comicios del año que viene. 
 P: Un tema que 
atraviesa el debate político en Argentina es la corrupción por la que 
son juzgados algunos funcionarios de la administración anterior o 
empresarios cercanos al gobierno kirchnerista. En la prensa 
internacional se trata de asociar como un todo único lo de Argentina y 
Brasil… 
 AR :  Los que atacan al kirchnerismo por 
corrupción van contra toda la verdadera participación política. No es 
casual que están tratando de cambiar el sistema electoral con una serie 
de preceptos que buscan prescindir de la militancia. Quieren 
deslegitimar a la oposición y a la militancia kirchnerista asociándola 
con corrupción. E introducen ejes falsos, de distracción. ¿Qué es más 
importante: discutir sobre cuánto gana un diputado o el comportamiento 
político y lo que vota ese diputado? Otro elemento esencial para 
entender el tema de la corrupción: es significativo que cuando explotó 
el escándalo de los Panamá Papers , en los mismos no aparecen ni 
Cristina Kirchner ni Néstor Kirchner, pero sí apareció el presidente 
Mauricio Macri y sus familiares con numerosas empresas offshore en el 
extranjero. 
 Si analizamos lo de Brasil, la sanción a Dilma 
Rousseff fue claramente política, por parte de un parlamento en el cual 
un buen porcentaje de los legisladores están acusados por corrupción y 
el mismo diputado que promovió el juicio contra Dilma hoy está preso. 
Insisto en algo esencial: en los Panamás Papers no están ni 
Cristina, ni Dilma, ni Lula, ni Evo, ni Correa, ni Pepe Mujica, ni Lugo.
 Sí están Macri y Vargas Llosa, uno de los ideólogos de toda esta visión
 neoliberal que busca reposicionarse en el continente. Las denuncias de 
corrupción han sido históricamente una herramienta política de la 
derecha latinoamericana para desprestigiar a gobiernos nacionales y 
populares.
 

 
 
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