
El
 impacto del COVID-19 en las economías de la región ha dejado de lado 
los escenarios positivos de recuperación proyectada del crecimiento en 
2020, cambiando de manera radical el escenario de las actividades 
económicas e incluso de la acumulación de la riqueza.
En el  Informe sobre el impacto económico en América Latina y el Caribe   de la enfermedad por  coronavirus (COVID-19),  la
 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),  calcula 
que en América del Sur la actividad económica tendrá una caída del 5.3% 
del PIB  en tanto que el desempleo aumentara en 3.4%  e incidirá  de 
manera negativa sobre los ingresos de las familias,  mermando  sus 
posibilidades de contar con los recursos necesarios para la satisfacción
 de las necesidades básicas.
La CEPAL advierte un 
incremento de 5% de la tasa de pobreza equivalente a 28,7 millones de 
personas más que vivirán en situación de pobreza en tanto que la pobreza
 extrema se acrecentara 2,5% pasando del 11,0% al 13,5% en relación al 
2019, lo que representa 16 millones de personas en esta precaria 
situación.  Si bien en los países del Caribe la caída será del 2,5% del 
PIB, la tasa de desempleo será mucho más elevadas e incluso la falta de 
empleo será más grave que la registrada durante la crisis financiera 
mundial, la caída de la demanda de servicios del sector turismo,  
intensivos en trabajo y principal fuente de empleos tendrá un impacto 
negativo de casi el 50% .
Estas cifras reflejan un 
contexto devastador y de parálisis económica, de crisis pandémica con 
elevados costos humanos, de precarios sistemas sanitarios colapsados y 
donde han sido los Estados, los actores principales y los responsables 
en   desplegar una serie de medidas de   política económica y políticas 
en salud para sostener los ingresos,   contener la propagación del virus
 y de la profunda crisis que aqueja a la región.
Se debe 
agregar a este escenario la caída de la actividad económica mundial y su
 deteriorado funcionamiento, de manera particular los Estados Unidos, 
una conflictuada Europa y el desplome de la demanda China que ha 
reducido las exportaciones regionales a este país en 25% en lo que va 
del año. Asimismo, en la región existen sectores productivos de países 
insertos en cadenas globales de valor en las que el país asiático juega 
un rol fundamental. “Los países más expuestos son la Argentina, el 
Brasil, Chile y el Perú”, los mayores exportadores de productos como 
mineral de hierro, mineral de cobre, zinc, aluminio, soja, aceite de 
soja a China.
Milanović, sostiene que la crisis de la 
economía mundial es de larga data y sus orígenes se remontan “más allá 
de la debacle financiera de 2008 y del malestar creado por la 
globalización. Es probable que su origen sea el éxito impresionante y 
algo inesperado de la introducción de relaciones capitalistas en todos 
los ámbitos de la vida, incluidas nuestras vidas privadas y, 
significativamente, la política”.
El impacto sobre el 
comercio en América Latina y el Caribe se refleja en términos de volumen
 y precio, en especial las materias primas, las cuales tienen una mayor 
vulnerabilidad a la disminución de sus precios. En este nuevo panorama, 
señala la CEPAL, el valor de las exportaciones de la región va a caer en
 un 15%, acompañados de una reducción de los precios del 8,8% y una 
contracción del volumen del 6%, como resultado de la aguda contracción 
de la demanda mundial.
En lo que respecta a los flujos de 
remesas, la caída está siendo dramática, con efectos significativos a la
 actividad económica, pero sobre todo para las familias. El Banco 
Mundial ha previsto la mayor caída de los flujos de remesas tanto hacia 
América Latina y el Caribe como al mundo.  Por su parte la CEPAL indica 
que, entre 80% y 90% de las remesas son utilizadas para cubrir 
necesidades básicas de los hogares receptores como alimentación, salud y
 vivienda, por lo que su contracción impactará en el consumo y la 
incidencia de la pobreza. Además, México y Centroamérica están expuestos
 a la contracción de la economía de los Estados Unidos principalmente a 
través la reducción de las remesas de los migrantes. En el caso de 
México se agrega la caída del precio del petróleo.
Aunado a
 esta situación, el crecimiento del endeudamiento global y la 
reactivación del dispositivo de deuda en América Latina y el Caribe, a 
través de los préstamos otorgados por los organismos financieros 
internacionales, particularmente el Fondo Monetario Internacional que 
con la garantía de los Estados Unidos querrá ejercer una vez más el 
control económico y político sobre la región. Hasta la fecha el Fondo ha
 aprobado 14.780 millones de dólares cuyo destino son 13 de los 17 
países que solicitaron los recursos para enfrentar la pandemia.
El
 COVID 19 ha acelerado los cambios que ya se encontraban en curso en la 
geopolítica mundial en las últimas décadas: el declive de la hegemonía 
del capitalismo de mercado norteamericano y la caída de su crecimiento 
además de la incapacidad del gobierno de Trump y su renuncia para llevar
 el liderazgo del control de la pandemia. El ascenso del capitalismo de 
Estado Chino, su nivel de adelanto científico y tecnológico y el rol 
asumido en el control y combate de la epidemia, su mayor presencia en el
 hemisferio Latinoamericano y su objetivo encaminado a la   recuperación
 de su espacio económico como potencia global.
Los 
escenarios son pesimistas:  el incremento de la tasa de desempleo, la 
profundización de la desigualdad de género y la saturación del trabajo 
no remunerado, el aislamiento social, hacinamientos, implementación de  
 instrumentos de control y geolocalización, la polarización política, 
así como toques de queda, represión y militarización  (Bolivia, Brasil, 
Colombia y Ecuador)   y aproximadamente 30 millones más de pobres en un 
horizonte que no vislumbra recuperación en el corto plazo.
Ximena Roncal Vattuone
Dra. en Economía Política del Desarrollo
      https://www.alainet.org/es/articulo/207712    
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