La Jornada
Concebidos por las grandes potencias coloniales hace más de 200 años, el
libre comercio, la
libre competenciay el
librecambionunca existieron. Sin embargo, tales eufemismos del capitalismo excluyente siguen en pie de guerra contra los pueblos, vulnerando su independencia económica, emancipación social y soberanía política.
Ideales todos (independencia, emancipación, soberanía) que los tecnócratas de
excelencia académicaomiten a la hora de proyectar sus
inversiones. Impulsando, por ende, acuerdos ideológicos y políticos
estratégicosdepredadores, como el suscrito entre el Mercosur (MS) y la Unión Europea (UE) en Japón, durante la última reunión del G-20.
Hostil a la integración subregional propuesta en 1815 por el prócer José Gervasio Artigas, el
acuerdoMS/UE fue celebrado por Mauricio Macri y Jair Bolsonaro,
líderesmafiosos de Argentina y Brasil. Junto con el casto presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez (quien ya arrojó la toalla), y el otro mafioso que preside Paraguay, Mario Abdo Benítez. ¿Cómo encaja, entonces, el (¿pragmático?)
saludodel presidente de Bolivia, Evo Morales, al acuerdo, para trabajar “…en beneficio de nuestros pueblos” (sic).
A estas alturas de la historia, ya no es posible barrer bajo el
tapete las consecuencias harto conocidas de tales acuerdos:
profundización de la dependencia, entrega de todo a cambio de nada, y la
falaz
inserción-en-el-mundoque desde el siglo XIX niega a los latinoamericanos empleos de calidad, salarios justos, desarrollos regionales armónicos, y participación de los estados nacionales en el intercambio comercial.
Para los analistas del diario Página 12 de Buenos Aires
(resumimos, los de Raúl Dellatorre y Alfredo Zaiat), la firma del pacto
MS/UE a medias (pues aún tiene que ser aprobado por el Congreso), sólo
beneficia a los grupos económicos concentrados y las grandes
corporaciones locales, asociadas al capital extranjero, con gran temor
de los empresarios nacionales dependientes del mercado doméstico y
pymes, a los que se suman sindicatos de trabajadores industriales y de
servicios.
En el caso argentino, el país estaría involucionando rápidamente a
finales del siglo XIX e inicios del XX, con la orientación y el
propósito que inspiró la gestión de Macri y su visión de cómo debe
insertarse la economía. Sin más, y en sus propias palabras, como
supermercado del mundo. O lo que es igual, el país para afuera representado por los grupos económicos concentrados (agronegocios, básicamente), las multinacionales y el capital financiero.
Por consiguiente, la industria local se vería perjudicada por el
ingreso de productos industriales europeos al mercado local, y también
por su menor participación en la plaza brasileña. Porque siendo Brasil
el principal mercado para las exportaciones argentinas, en el marco del
referido acuerdo quedarían desplazadas con la desaparición de sectores
industriales completos, perdiéndose el mercado brasileño a manos de los
europeos.
Para una economía herida estructuralmente como la argentina, y con una crisis que en los últimos años
enfrióel nivel de consumo hasta paralizarlo, la letra chiquita del acuerdo MS/UE terminará arrollándola, en favor de cláusulas claramente favorables a los países que ocupan un rol dominante en Occidente. Ejemplo de ello sería la extinción en la vigencia de patentes (exigencia recurrente de la industria farmacéutica extranjera), y las facilidades de navegación fluvial que se le otorgaría a las flotas del viejo continente en ríos y mares del Mercosur.
Así pues, si algunos creyeron que el Mercosur se había salvado de
aquella zona de libre comercio propuesta por Washington en 2005 (ALCA),
que hubiera transformado la economía en una serie de maquiladoras como
en México, el acuerdo de marras promete redefinir la matriz productiva
de la subregión, poniéndola en manos los competidores europeos de
Estados Unidos.
Mentira, mentira, cantaría Javier Solís, y
Todo es mentira, Manu Chao. O simplemente
Mentira, el tango que Gardel cantó por primera vez en 1932, e incluido en Todo tango. Un sitio de la web, que el gobierno argentino declara de
interés nacional. Pero que a Macri y sus cómplices les tiene sin cuidado, igualándose con el nefasto Pacto Roca-Runciman que Argentina y Reino Unido suscribieron en 1933, cuando el país rioplatense se convirtió en
la joya más preciada de la corona británica.
Macri y Bolsonaro necesitaban, por último, de una
buena noticia. El uno para recuperar
imagenfrente a los comicios presidenciales de octubre próximo. Y el otro, para sostener los entretelones de una crisis política profunda, con final abierto.
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