Paradójicamente, cuando
Estados Unidos logra situarse como el principal productor de petróleo
del mundo, Donald Trump ha acelerado el plan imperial sobre Venezuela
con el propósito principal de adueñarse del control del petróleo de ese
país ante la fragilidad, altos costos y vulnerabilidad de su producción
petrolera interna.
En efecto, para enfrentar la constante y drástica caída de su
producción interna, que descendió a 5 millones de barriles por día en
2008, y lograr un aumento de 6 millones 900 mil barriles de crudo por
día para finales de 20181, se impulsó la explotación de yacimientos más
costosos mediante la técnica del fracking2 en territorios de los estados de Texas, Dakota del Norte, Nuevo México, Colorado y Oklahoma3.
Estados Unidos no sólo cuadruplicó su abastecimiento petrolero de
esos territorios, también logró recuperar un crudo con mejores niveles
de calidad4 que al no poder consumirlo totalmente en su industria de
refinación, lo colocó, abruptamente, como potencial país exportador de
crudo, no obstante permanecer como importador neto por su alta demanda.
El auge petrolero de Estados Unidos, dependiente del fracking5 ,
cristalizó durante la última burbuja de los precios del crudo de 2011 y
2014, cuando el barril de petróleo llegó a mantenerse por encima de los
cien dólares. Dicho auge no se interrumpió pese al desplome de los
precios de 2015 a 2017, cuando el precio promedio del barril de petróleo
cayó a 54 dólares, alcanzando en noviembre de 2018 una producción total
de crudo sin precedentes en su historia petrolera: 11 millones 900 mil
barriles diarios.
Trump, desde el nombramiento del director de Exxon Mobil, Rex
Tillerson, como secretario de Estado de Estados Unidos al inicio de su
gobierno, reconocía que el petróleo sería una prioridad de su política
interna y externa. Ello fue palpable de inmediato con el bloqueo
diplomático que tejió contra el gobierno de Nicolás Maduro y el mayor
apoyo a la opción del fracking –que en las condiciones actuales
de precios de 60 dólares enfrenta a muchos productores a inminentes
crisis financieras que podrían frenar el crecimiento de la producción
petrolera estadunidense.
Estados Unidos ha logrado abatir sensiblemente sus importaciones
petroleras de la OPEP. Al finalizar 2018 sólo representaban 31 por
ciento, cuando hasta finales de la década de los 70 representaban 80 por
ciento y, hace una década, todavía 50 por ciento. En este contexto,
para Estados Unidos, Canadá se ha transformado en una importante válvula
de seguridad al lograr importar de este país 4 millones 231 mil
barriles de petróleo crudo por día a finales del año anterior, 54 por
ciento de sus importaciones totales. Asimismo, ha logrado que no
obstante la disminución de sus importaciones de petróleo de Venezuela y
México, su abastecimiento del exterior dependa en más de 70 por ciento
de países productores localizados en el continente americano.
La cercanía geográfica del petróleo venezolano, en comparación con el
de sus lejanos abastecedores de Medio Oriente y África, y la magnitud
del petróleo crudo y gas, ha colocado a Venezuela como una pieza clave
de la estrategia de Washington para asegurar petróleo, por muchos años,
para su derrochador patrón de consumo energético. Y, de paso, abaratar
el precio para que sea una palanca del crecimiento económico ante la
prolongada depresión que enfrenta su economía y la mayoría de los países
industrializados.
Venezuela hoy dispone de 303 mil millones de barriles de petróleo
crudo. Son las más grandes del mundo y representan 25 por ciento de las
reservas petroleras de la OPEP; además, ocupa el octavo lugar entre los
países con mayores reservas de gas natural.
El telón de fondo de la decisión de Donald Trump en desconocer la
legitimidad al gobierno de Nicolás Maduro, preparando una intervención
militar, incluso su exterminación física o aprehensión para encerrarlo
en Guantánamo, no está inscrita en el interés de contribuir a la
democracia en Venezuela, es imponer su dominio sobre la riqueza
petrolera de ese país. Irak y Libia son antecedente reciente y ejemplo
del interés imperial que hay que derrotar.
La encrucijada que hoy enfrenta Venezuela por su dependencia del
petróleo debe ser analizada y discutida en México para desprender
lecciones que permitan preparar el futuro que ya llegó con el estado
actual de Pemex, empresa recibida por el gobierno de AMLO con niveles
extraordinarios de corrupción administrativa y sindical, en quiebra
técnica, operativa y financiera.
1) Cifras disponibles a noviembre de 2018 en
U.S. Energy Information Administration.
2) Técnica que consiste en fracturar rocas de esquisto con agua,
aditivos químicos y arenas a altas presiones para liberar gas y crudo.
3) Mientras en 2008 la producción promedio de barriles de crudo de
esos estados fue de un millón 709 mil barriles por día, en noviembre de
2018 fue de 8 millones 93 mil. Este incremento representó el 93% del
aumento de la producción total de Estados Unidos en la última década.
4) Con grados API superiores a 40.
5) “Fracking en Estados Unidos: más dura será la caída”, Manuel Peinado Lorca, Universidad de Alcalá.
* Jubilado de Pemex, economista.

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