Guatemala
En 2019 se elegirá a 
quienes tendrán a su cargo las tareas de dirección política y 
legislativas, cuyos impactos serán sentidos —aun cuando no lo sepan— por
 las grandes mayorías. Estas se verán afectadas o simplemente marginadas
 de ambos ámbitos de gestión política. En un acercamiento somero e 
inicial a la oferta electoral y a las posibilidades de los partidos y 
las candidaturas, es evidente que se imponen fuerzas que propugnan por 
mantener y consolidar el statu quo.
Aun si definen su 
ideología o no, la mayoría de los partidos políticos y de las 
candidaturas con mayores y mejores condiciones, recursos y capacidades 
para lograr las mejores tajadas del pastel en el reparto electoral han 
empezado a emitir discursos que auguran la orientación de sus programas 
de gobierno y legislativos.
En general, los discursos que emanan
 de esta oferta dominante están marcados por la visión y el interés 
empresariales. Desde allí emergen planteamientos relacionados con la 
mejora de las condiciones de seguridad, la certeza jurídica, la 
eliminación de las trabas burocráticas y la gobernabilidad para atraer 
inversión extranjera. Asimismo, se hace referencia a la necesidad de 
mejorar las condiciones de competitividad del país, lo cual, como 
sabemos, se refiere a la provisión de infraestructura, a bajos impuestos
 y a salarios mínimos.
Más de una opción ha empezado a plantear 
tibiamente fórmulas viejas e infructuosas como la privatización, panacea
 hoy planteada para ámbitos como el de la seguridad social y la 
educación universitaria. Complementariamente, ofertan una gestión que 
resuelva la resistencia social a los proyectos mineros e 
hidroeléctricos, para lo cual surgen fórmulas como militarización, 
aumento de prisión y, para combatir a las maras, reactivación de la pena
 de muerte. Además, la mayoría de estas fuerzas partidarias proclaman su
 oposición a la Cicig y reivindican una falsa soberanía aparejada con 
intenciones de instituir leyes de impunidad para casos de crimen 
organizado y de crímenes de lesa humanidad.
Es decir, nada nuevo
 en el panorama, planteamientos de antaño que han sido base de las 
ofertas electorales que han gobernado el país —con sus diferencias de 
matiz— entre 1985 y la fecha actual, ofertas que en su concreción han 
logrado mantener y aumentar los márgenes de ganancia del empresariado, 
en especial del capital oligopólico y transnacional, mientras los 
problemas históricos y estructurales del país, del pueblo guatemalteco, 
son cada vez más profundos, tal y como se expresan en el aumento de la 
desigualdad, de la pobreza y de la criminalización de la protesta 
social.
En estas ofertas conservadoras, que van desde las 
derechas moderadas hasta las extremas, por ningún lado surgen 
referencias a los sujetos mayoritarios y a las problemáticas, por 
ejemplo, de los pueblos originarios, de las mujeres, del campesinado, de
 la clase obrera. El único sujeto importante que resulta relevante en 
algunos discursos es el migrante no solo por su peso electoral, sino 
porque existe el interés por mantener y aumentar las ganancias producto 
de la intermediación financiera y el control de las multimillonarias 
remesas.
En este marco de ofertas, cuyos programas de gobierno 
podrían estar en ciernes y muy probablemente en poco rebasen lo ya dicho
 y ofertado en campañas electorales anteriores, resulta necesario 
preguntarle a cada opción cuáles serán sus políticas para dotar de 
recursos a la economía campesina y a la agricultura familiar, tan 
importantes para garantizarnos alimentos a la mayoría de la población 
guatemalteca; cuál será su política para garantizar los derechos 
laborales y salarios dignos para la clase trabajadora en el campo y en 
la ciudad; cuáles serán los aumentos presupuestarios para garantizar 
cobertura universal en salud y educación a la ciudadanía; cuáles son las
 propuestas para resolver los problemas y atender las demandas legítimas
 de las mujeres organizadas; cuál será su política ambiental; qué 
alternativas ofrecen para resolver de raíz las violencias y las 
delincuencias organizadas; cuál será su política ante la negativa de las
 comunidades y de los pueblos indígenas y mestizos contra los proyectos 
extractivos; cómo va a lograr que disminuya la expulsión de población al
 exterior en busca de opciones laborales que no encuentran en el país.
Sin
 duda, son muchas las preguntas que deben planteárseles a quienes 
competirán en las elecciones. ¿Qué otra pregunta plantearía usted? ¿Cómo
 piensa accionar para ser sujeto —individual y colectivo—, y no objeto 
en las elecciones de este año y en la gestación de un nuevo destino para
 el país, que trasciende la acción y el momento electoral?
Blog del autor: www.plazapublica.com.gt
 

 
 
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