Perú
En la película norteamericana de Brian de Palma, basada en una novela publicada en 1957, “Los Intocables”
 constituían un equipo especial de agentes escogidos por su valor e 
incorruptibilidad. Fueron organizados por Elliot Nest, y, bajo su 
iniciativa, resolvieron acabar con la mafia de Al Capone, que operaba en
 Chicago en los años 20 del siglo pasado.
 Los “ Intocables” en el Perú,
 a la inversa, son la Mafia: la familia Fujimori y Alan García, que bien
 podría fungir de hijo putativo de esa banda, dado los inmensos favores 
que ha tenido a bien prestarles, desde que recurrió precisamente a 
Alberto Fujimori Fujimori -en ese entonces oscuro docente universitario-
 para instalarlo en Palacio de Gobierno. Era 1990. 
 Años más tarde, quizá recordando ese episodio, el líder aprista diría: “Un
 Presidente no puede imponer a quien quiera como Jefe de Estado; pero sí
 puede impedir que lo sea, alguien quien él no quiera”. Y sí, 
claro, usando como “testaferro político” a AFF, cerró el paso a Vargas 
Llosa, a quien simplemente detestaba. A partir de allí, se instauró en 
el país la Mafia que envileció la vida nacional, y que sigue operando 
impunemente en nuestro tiempo, como una costra adherida a la clase 
dominante. 
 El denominado “Clan Fujimori” es 
relativamente numeroso. Está integrado por Alberto y sus hermanos 
Santiago Pedro, y sus hermanas Rosa y Juana; por Víctor Aritomi, esposo 
de Rosa; pero también por Keiko Fujimori y sus hermanos Hiro, Sachie y 
Kenyi –hoy congresista- y por el esposo de Keiko, Mar Vito Villanella, 
un ciudadano yanqui, cuya familia tiene también oscuros antecedentes 
delictivos en su país. 
 Por simple adición, hay que incluir en 
“el clan” a altos funcionarios del Fujimorismo, como los hoy procesados 
por lavado de activos, los hermanos Joaquín y Bienvenido Ramírez –que se
 elevaron de cobradores de “combi” a multimillonarios por arte de 
birlibirloque- José Chlimper y otros; añadiendo por cierto a Cecilia 
Chacón, Luz Salgado, Martha Chávez y los congresistas Becerril Lourdes 
Acorta y Úrsula Letona, para no citar sino a algunos. Todos ellos, uña y
 mugre de una misma mano. 
 Múltiples denuncias recayeron sobre 
el “Clan” desde un inicio. El manejo de las donaciones japonesas en los 
años 90, a través de las Fundaciones APENKAI Y AKEN, fue apenas una de 
las primeras, que nunca pudo ventilarse adecuadamente, Pero se sumaron 
luego extraños depósitos en el Banco de Tokio y en el Banco de Brasil en
 la capital nipona; y cuantiosas donaciones hechas a través de la Nipon 
Fundation, la Fundación Saksakahua, la Matsushita, el Municipio de 
Kumamotto y otros generosos entes orientales que llenaron bolsas 
voraces. 
 Dinero obtenido por el remate de empresas públicas, 
cuantiosas partidas usadas ilegalmente y a espaldas del país; y manejo 
escandaloso de los resortes del Poder; fueron el pan en “ la década dantesca”.
 Hay que recordar, por ejemplo, que durante diez años Víctor Aritomi fue
 “Embajador político” de Fujimori en Tokio, epicentro de todos los 
desaguisados financieros de la dictadura. Hoy él, su esposa Rosa y su 
cuñada Juana viven en el país del “sol naciente” sin comparecer ante la 
justicia peruana, aunque -en teoría- debieran ser capturados y juzgados.
 En torno al tema, recientemente, el actual Ministro del Interior arguyó
 la imposibilidad de detenerlos por su condición de “súbditos del Emperador Nipòn”,
 sin considerar siquiera que, al momento de cometer los delitos que se 
les imputan, eran ciudadanos peruanos, y actuaban protegidos por 
representaciones oficiales en nombre del gobierno del Perú 
 Más recientemente asomaron “casos” puntuales, sorprendentes: la empresa Limasa, cuyo socio es precisamente Keny, el congresista, en cuyas instalaciones se encontró droga en abundancia. La mina Pierina,
 de la que es accionista Keiko, y cuya composición empresarial se 
mantiene oculta. Los ingresos no conocidos de la candidata del Fujimori y
 su esposo, que viven ostentosamente en un lujoso barrio de Lima. Las 
denuncias de la DEA, y el extraño financiamiento de las campañas 
electorales, la última de las cuales fue considerada –por bordear los 40
 millones de dólares- como “la derrota más cara en la historia del 
Perú”, le ponen la tapa a la bombonera.. 
 En todos estos casos, 
la justicia ha hecho lo que suele hacer una mujer sorda, muda y ciega. 
No oye, no dice, ni ve. Y vive fuera de la realidad y de sus avatares. Y
 es que -hasta hoy- ningún juez se ha atrevido a ponerle la mano encima a
 los desaguisados de este signo. Y las pocas veces que alguien ha 
pretendido hacerlo, ha saltado la mano salvadora de quienes detentan el 
control del Poder Judicial en sus más diversas instancias: el cogollo 
alanista. 
 Aliados, entonces Keiko y Alan, han sobrevivido a 
todos los naufragios eludiendo, con felina agilidad, todas las 
tormentas. De una, u otra manera, se han dado maña para protegerse 
mutuamente en el entendido -siempre posible- que si cae uno, caen todos.
 Para ese efecto, el alanismo, desde los años 80 se preocupó por 
incentivar lo que Haya sembró antes: el proceso de infiltración del 
poder Judicial para su posterior captura. Y esto, vino ampliado a otras 
estructuras del Estado: el Ministerio Publico, la Defensoría del Pueblo,
 el Congreso de la República, el Consejo de la Magistratura, el Tribunal
 de Garantías, y otros. Y esto, fue posible a partir del primer régimen 
aprista. 
 Y desde entonces, el Fujimorismo y el APRA han jugado, en la materia, “ al alimón”, como se dice en términos taurinos. Casos para confirmarlo hubo muchísimos, pero uno salto más recientemente, el de la señora Príncipe
 , nombrada Presidente de la Jefatura de los Procuradores del Estado. 
Ella ingresó de la mano del gobierno aprista, pero “se acomodó” a los 
distintos vaivenes de la política hasta “ubicarse bien”. Cuando tal cosa
 sucedió, emprendió “serias denuncias” contra el gobierno de Humala 
actuando, en ese marco, de manera agresiva y provocadora. Sancionada por
 ello, ´la “prensa grande” se encargó de construirle un presunto 
“martirologìo” del que se valió para “filtrarse” en las más altas 
esferas del Poder en el gobierno de hoy. 
 Ahora, desde la cumbre
 de su ubicación, protege a García con el mismo entusiasmo con que 
defiende a Keiko. Y asegura que ambos, están libres de sospecha alguna. 
Sorprendida por la publicación de fotos privadas con el cogollo alanista
 del APRA, primero las negó, pero finalmente debió admitirlas, 
atribuyéndolas apenas a “vínculos profesionales”.
 Hoy muy pocos dudan: la Príncipe, es aprista
 . Lo que debemos preguntarnos es ¿por qué cuenta con la protección del 
gobierno actual y con el apoyo de importantes funcionarios del Estado?. 
¿Ingenuidad, o complicidad? 
 El peso de los hechos, sin embargo,
 es mayor que la capacidad de maniobra de estos “intocables” criollos. 
Desde distintos ángulos han comenzado a brotar quejas y denuncias. Y 
ellas, ahora llueven copiosamente abriendo flancos que la Mafia 
difícilmente podrá cerrar. Por eso, actúa a la defensiva. 
 García vino presuroso de Madrid para “rendir una manifestación”
 ante la Fiscalía, y luego se fue tan orondo como había llegado. Y Keiko
 presiona descaradamente para no ser investigada. Su hermano Kenyi 
–mientras tanto- pide el “levantamiento de su inmunidad parlamentaria”, 
sabiendo perfectamente que eso, no habrá de ocurrir. ¿Qué pretenden 
entonces?. Es simple: eludir investigación alguna y salir de esta crisis
 formalmente “limpios“ , y prestos a asumir la conducción de un país que
 vive horas difíciles 
 Don Manuel González Prada decía, 
refiriéndose al Perú de su época: “Donde su pone el dedo, brota pus”. 
Hoy puede decirse algo parecido del cuerpo de nuestros “intocables” 
criollos: cuando se les ponga el dedo, brotará la pus. De todos modos, 
hay que añadir que la Mafia tiene abierto el camino: censurar al Vice 
Presidente. Martin Vizcarra por el “caso Chincheros”: declarar la 
vacancia de la Presidencia de la República, a tenor de las denuncias 
contra PPK; doblegar la resistencia de Mercedes Araoz; ungir como “Jefe 
de Estado” a la Presidenta del Congreso, Luz Sagado; y convocar 
elecciones antes de fin de año para que Keiko “gane” sin rivales. El 
viejo Marx tenía razón: la historia se repite, sólo que la primera vez 
como tragedia; y la segunda, como comedia. 
Gustavo Espinoza M., miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera /  http://nuestrabandera.lamula.p
 

 
 
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