Guatemala, 20 años después de los acuerdos de paz. Entrevista con el Obispo Álvaro Ramazzini
La nueva
recomposición geopolítica internacional a partir de la llegada del
presidente Donald Trump a la Casa Blanca no deja a nadie indiferente.
Mucho menos en América Central, región que vive una estrecha dependencia
económica, comercial, financiera y migratoria de los Estados Unidos de
Norteamérica. “Si siguen cerrando las fronteras aumentará la
conflictividad social en toda nuestra zona” enfatiza Álvaro Ramazzini,
Obispo católico romano de la diócesis de Huehuetenango en el oeste de
Guatemala, fronterizo con México y hábitat de varios pueblos-idiomas
originarios. A 20 años de la firma de los Acuerdos de Paz (29 de
diciembre del 2016) entre el gobierno guatemalteco y la guerrilla de ese
país - que cerró una guerra interna de 36 años-, la hora del balance es
oportuna. Aunque la frustración ocupa parte del escenario nacional,
aparecen algunas señales de esperanza en una realidad muy compleja para
una gran parte de la población que se confronta con la pobreza e incluso
el hambre, explica Monseñor Ramazzini, invitado a Suiza por la
Guatemalanetz, Acción de Cuaresma de los católicos suizos y Pan para el
Prójimo.
P:
¿Cuál es la realidad cotidiana en su diócesis, en un departamento como
el de Huehuetenango con determinante presencia indígena, campesina y
explotación minera multinacional?
AR: Constatamos la
existencia de mucha pobreza y de una lucha diaria por la sobrevivencia.
Si se recuerda que el año pasado hubo muy escasas lluvias y se perdió
una parte de las cosechas - en particular de maíz, producto esencial de
la dieta diaria-, existe incluso mucha gente que pasa hambre. Lo que
motiva el sueño creciente de emigrar hacia el norte como salida de
escape a la difícil realidad cotidiana.
P: El sueño de
emigrar, justo en un momento en que, especialmente, a partir de las
nuevas medidas del Gobierno de Donald Trump, se construyen muros para
frenar, principalmente, la inmigración desde México y de Centroamérica, e
incluso se intensifican las deportaciones…
R: Si el Señor
Trump cumple con lo que ha anticipado a nivel migratorio, puede ser
dramático para Guatemala. Hay que pensar que en el 2016 las remesas
enviadas por los inmigrantes guatemaltecos que trabajan en Estados
Unidos reportaron más de 6.400 millones de dólares (ndr: más de 7 mil
millones según datos oficiales). Si el país no ha colapsado es en gran
parte gracias a esos ingresos. Si se reducen, cortan, o se le aplican
los impuestos en discusión, las consecuencias serán nefastas. Nuestra
situación social actual - si se une a la de El Salvador, Honduras y a la
México-, puede incluso anticipar nuevos focos de conflictos civiles.
Tal vez tengo una mirada muy pesimista, pero las señales actuales no son
buenas y el cierre migratorio tendrá consecuencias impensadas.
P: ¿Una región inviable?
R:
La iglesia católica guatemalteca y también a nivel regional lo estamos
advirtiendo porque las señales son muchas y preocupantes Mi país exige
cambios económicos y del sistema de justicia inmediatos. No se ve que ni
el poder ejecutivo ni los congresistas (poder legislativo) den
respuestas a estas prioridades y exigencias.
P: En diciembre
2016 se celebraron los 20 años de la firma de los Acuerdos de Paz que
pusieron fin a la guerra interna de casi cuatro décadas, con un saldo de
un saldo de al menos 200 mil muertos, medio millón de exiliados etc.
¿Cuál es su balance del cumplimiento de esos Acuerdos, si se analiza la
coyuntura actual?
R: Estamos viviendo un momento de mucha
pena y tristeza. Incluso con algunas señales casi peores que durante el
mismo conflicto: mucha violencia; tasa de homicidios altísima; un país
que sufre la presión de las maras (bandas juveniles violentas ),
como sucede también en El Salvador y Honduras. Y un Estado muy
debilitado. Pienso que no se cumplió ni un 25 % de lo previsto en los
Acuerdos. Hay muchos factores que pueden explicarlo. Uno de ellos es que
el empresariado solo participó en la negociación como observador. Y no
podemos olvidar que el poder político está dominado por el económico.
P: Volvamos a la situación actual…
R: Nos referimos a un presente sumamente complejo. Todo este modelo de
globalización, que crea en mi país niveles crecientes de desempleo; sin
oportunidades reales para una gran parte de la juventud; con un énfasis
total en el modelo agroexportador de ciertos productos agrícolas, como
el azúcar, bananos, café etc. Con agriculturas intensivas que no
resuelven el problema de la pobreza. A lo que se le agrega un Estado
sumamente debilitado; la corrupción creciente y el aumento del crimen
organizado ligado a la droga -incluso en tanto productores de amapola en
algunas regiones como San Marcos-, determinan un panorama difícil. Los
Acuerdos intentaban, parcialmente, replantear el modelo económico, que
no se pudo reformar.
P: ¿Una gran frustración?
R:
Para una mayoría sí. Para ciertos grupos campesinos organizados, como
las comunidades en resistencia o los que lucharon para el acceso a la
tierra, ha sido más positivo, Debido a fuertes movilizaciones sociales
lograron la condonación de la deuda que tenían con el Fondo de Tierras.
Pero no se logró reestructurar dicho Fondo. Para el gran empresariado
estas décadas han sido buenas. Especialmente para el sector azucarero:
Guatemala es el cuarto productor mundial de ese producto.
P: ¿A pesar de la complejidad, existen señales de esperanza?
R: Varias. La primera, la creación de un nuevo partido político con
participación de movimientos y organizaciones sociales, que compitió en
las últimas elecciones. Si bien los resultados fueron negativos, puede
tener perspectivas de cara a las próximas elecciones si se hacen
correcciones y se renueva la dirigencia. Otro elemento importante, la
reivindicación del territorio por parte de las comunidades indígenas.
Aunque debemos orientarlas para evitar divisiones y cualquier discurso
violento. Otro elemento importante: una preocupación creciente del
empresariado por la situación del país. Nos reunimos hace tres meses con
la dirigencia del CACIF (central empresarial) y sentimos una
preocupación por lo que se vive en Guatemala y apertura al diálogo
social. No menos importantes el proceso de investigaciones en curso
promovidos por el Ministerio Público y la CICIG (Comisión Internacional
contra la Impunidad en Guatemala). Aunque se debe actuar con un gran
criterio para evitar posibles excesos.
P: ¿Cuál es la posición de la Conferencia Episcopal?
R: Mantenemos nuestra actitud de denuncia y de invitación al diálogo
entre todos los sectores. Nos proponemos como puentes de comunicación,
mediadores, para fomentar los encuentros. Estamos siempre en las luchas
para acompañar al pueblo. Tratando de reorientar a aquellos que hablan
de violencia. Y nos sentimos, en esta etapa, reforzados y en sintonía
con el Papa Francisco. Lo que él piensa y dice es lo que siempre hemos
pensado nosotros y una gran parte de la Iglesia latinoamericana. Lo
importante es que ahora ese pensamiento se hace público y es común para
la Iglesia universal.
P: ¿Qué espera en esta etapa de la comunidad internacional? ¿Qué tipo de solidaridad?
R: Hay un aspecto central. Me refiero a todo el aporte desde Suiza y
desde Europa, para que avancen las nuevas normas de respeto de derechos
humanos y ambientales de las empresas multinacionales que operan en
nuestros países. Es un tema debatido y promovido desde el 2011 por las
Naciones Unidas. Esto es muy importante, porque las empresas dicen que
ellas son socialmente responsables porque construyen una clínica o dan
trabajo. Pero eso es insuficiente. Hay que promover una perspectiva
diferente y es muy esperanzador los planteos que buscan el bien común
planetario. Si la sociedad civil sigue comprometida en este sentido y
los gobiernos europeos asumen estos principios, le dará mucha fuerza a
una visión más solidaria con nuestros pueblos.
Otro tema
esencial es la apertura hacia los migrantes, los refugiados. Claro que a
Suiza no llegan tantos emigrantes de mi región sino de otros países.
Pero no importa. No deben tener miedo por el bienestar en tanto naciones
ricas. La caridad y la solidaridad deben prevalecer a la insensibilidad
propia de un modelo de globalización que promueve la indiferencia
egoísta y el individualismo extremo.
Sergio Ferrari en colaboración con Swissinfo y Le Courrier
Foto: Italo Cherubini
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