Ignacio Ramonet
El año 2016 podría ser de alta conflictividad en Venezuela. Por razones internas y razones externas.
En el plano interior, la amplia victoria en las elecciones 
legislativas del pasado 6 de diciembre de la coalición opositora Mesa de
 la Unidad Democrática (MUD) configura una Asamblea Nacional controlada 
–por mayoría calificada y vez primera desde 1999– por fuerzas hostiles a
 la revolución bolivariana. Pero en cuyo seno la bancada chavista del 
Partido Unido Socialista de Venezuela (PSUV) sigue siendo la más 
numerosa, con 51 diputados. Ello permite augurar un enfrentamiento 
dialéctico de alta intensidad.
Con el control de dos tercios de la cámara legislativa, la oposición cree sin duda llegada la hora de la revancha y sueña con 
desconstruirpieza por pieza la revolución bolivariana. Teóricamente, podría hacerlo. La Constitución lo permite siempre que se cuente también con el apoyo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), que hace funciones de Tribunal Constitucional, y del Poder Ciudadano (integrado por el Defensor del Pueblo, la Fiscal General y el Contralor General de la República). Pero sería un gravísimo error. La MUD no debe confundirse. Porque está claro –un simple análisis de los resultados lo demuestra– que los electores no le han dado mandato para ello ni potestad absoluta para gobernar jurídicamente. El enfrentamiento institucional podría ser frontal y brutal.
Sociológicamente, el chavismo sigue siendo ampliamente mayoritario. 
En un eventual referendo en favor o en contra de la revolución 
bolivariana todos los estudios concluyen que una sólida mayoría votaría e
 favor de la continuidad del proceso. El 6 de diciembre pasado se 
trataba únicamente de elecciones legislativas, de designar diputados. No
 de cambiar de República ni de cambiar de Presidente. Los ciudadanos, 
inteligentemente, aprovecharon para enviar un mensaje de alerta y 
protesta a las autoridades. Muchos de ellos no imaginaban ni remotamente
 que otorgarían a la oposición una victoria tan excesiva. Nunca fue un 
voto de adhesión a un (oculto) programa de la MUD, sino un sufragio de 
advertencia a la actual administración.
Y es bastante normal. Porque desde hace largos meses, como consecuencia, en parte, de una “guerra sucia
 económica fomentada y auspiciada por las oficinas de la Internacional 
conservadora y también –como ha denunciado el presidente Nicolás Maduro–
 a causa de 
la asfixia de la burocracia y de la corrupción, la vida cotidiana se ha vuelto pasablemente infernal para la gente. El desabasto de productos de primera necesidad, tanto alimentarios como de higiene personal y del hogar, así como de medicamentos, transforma el día a día de los venezolanos en una incesante lucha para resolver escasez que casi nunca antes se conocieron a este nivel. Aunque muchos comentaristas no lo reconocen, las autoridades han hecho un esfuerzo colosal y prioritario para combatir esa plaga. Pero los electores consideraron que no fue suficiente. Y sancionaron con su voto negativo esa ausencia de victoria en un frente capital.
Esa es la causa principal de los adversos resultados del 6D para el 
chavismo. Si a eso añadimos diversos problemas que siguen sin solución, 
como los temas de inflación, inseguridad y corrupción, que contaminan la
 imagen de la revolución bolivariana, completamos el diagnóstico de un 
malestar general que se ha tornado en sentimiento crítico contra los 
gobernantes.
La oposición, decíamos, cree llegada su hora: la de la restauración 
neoliberal. Y después de haber ocultado cuidadosamente su programa 
durante la campaña electoral, ya está anunciando en voz alta su 
intención de multiplicar las privatizaciones, reducir los servicios 
públicos, revocar las leyes laborales, liquidar los logros sociales, 
desmantelar los acuerdos internacionales... Ante semejante provocación 
(recordemos que el chavismo es sociológicamente mayoritario) el 
presidente Maduro ha alertado a la opinión pública y acelerado la 
constitución de un parlamento comunal, cuya función en la arquitectura 
del Estado aún no está clara, pero podría funcionar como órgano 
representativo y consultativo de la sociedad en paralelo a la Asamblea 
Nacional.
Todo indica que puede haber choque de trenes. La sociedad 
venezolana es profundamente democrática y pacífica –como ha demostrado 
en los pasados 17 años–, pero estamos ante un duro pulso entre las dos 
grandes fuerzas políticas, chavismo y derecha, que controlan 
respectivamente los poderes Ejecutivo y Legislativo. La tentación de 
recurrir a la calle y a las manifestaciones de masas va a ser muy 
grande, con el peligro que ello conlleva en términos de enfrentamientos y
 violencia.
Este escenario de guerra civil tampoco es el deseado por la mayoría 
de los electores, cuyo mensaje del 6 de diciembre pasado significaba 
abiertamente un llamado al diálogo entre oficialismo y oposición con un 
propósito claro: que las dos fuerzas se entiendan para resolver los 
problemas estructurales del país.
Decíamos al principio que la conflictividad podría ser alta en 
Venezuela este 2016 también por razones externas. Y es que este año se 
anuncia, en términos de coyuntura económica internacional, como uno de 
los peores en los dos últimos decenios. Esencialmente por tres razones: 
derrumbe del precio de las materias primas y del petróleo, crisis de 
crecimiento en China y aumento del valor del dólar estadunidense.
Es inútil insistir en que los precios del petróleo tienen incidencia 
fundamental en la vida económica de Venezuela, ya que más de 90 por 
ciento de los recursos en divisas del país proceden de la exportación 
del oro negro. En 18 meses los precios del barril, que estaban en 115 
dólares, se derrumbaron a 30... Y no es imposible que a lo largo del año
 bajen hasta 20 dólares... Para cualquier país petrolero (Angola, 
Argelia, México, etcétera) eso representa en sí una catástrofe, pero 
para Venezuela (y en cierta medida para Ecuador o Bolivia), que 
redistribuye en políticas sociales lo esencial de su renta petrolera, 
significa un golpe muy duro y una amenaza mortal para el equilibrio de 
la revolución bolivariana.
El segundo parámetro exterior es China. Este país ha modificado su 
modelo de desarrollo y crecimiento. Apostando ahora por su mercado 
interior (mil 500 millones de consumidores), por el aumento de los 
servicios y la calidad de vida que la contaminación amenazaba de muerte.
 Las tasas de crecimiento, antes de 10 o 12 por ciento, se han reducido a
 6 o 7. Consecuencia: la importación de materias primas (minerales o 
agrícolas) se ha reducido, lo cual ha acarreado un derrumbe de los 
precios que afecta a los países exportadores latinoamericanos de metales
 (Perú, Chile) y de soya (Argentina, Brasil). Las crisis políticas que 
están viviendo estos dos últimos países no son ajenas a esta situación, y
 ello indirectamente afecta también a Caracas, socio importante de 
Brasilia y Buenos Aires en el Mercosur.
Enfin, el dólar. La decisión que tomó el 16 de diciembre pasado la 
Reserva Federal de subir las tasas de interés 0.25 por cieto, después de
 nueve años sin hacerlo, aumenta la fuerza del dólar. Que el dólar sea 
más rentable en Estados Unidos alienta a los inversores a retirar sus 
capitales –invertidos masivamente en los 
países emergentesdesde que empezó la crisis en 2008– y a desplazarlos hacia territorio estadunidense. Consecuencia: el valor de la moneda de los
países emergentes (Brasil, Colombia, Chile)se desploma, se devalúa doblemente, por el reforzamiento del dólar y la huida de capitales. Y todos los productos importados se encarecen.
Semejante contexto latinoamericano e internacional dibuja para 2016 
un entorno poco favorable para la economía de Venezuela. Y coloca muy 
cuesta arriba la perspectiva de hallar soluciones rápidas para resolver 
los problemas del país. Desde que ganó las elecciones, el 14 de abril de
 2013, el presidente Nicolás Maduro ha lanzado repetidos llamados a la 
oposición y al sector privado para establecer un diálogo nacional. Es 
muy importante, ante las tempestades que se avecinan, q
ue la MUD responda ahora a esos llamados con espíritu constructivo de responsabilidad. Venezuela se lo merece.
 

 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario