|  Andrés Mora Ramírez* 
 San
 José, 30 ene (PL) "Estas son las postales de un viaje en el que 
volvimos al mundo", proclamó eufórico el presidente argentino, Mauricio 
Macri, al publicar una serie de fotografías en su cuenta de una red 
social, con las que pretendió rendir testimonio de su participación en 
el Foro Económico de Mundial en Davos, Suiza.
 Menos de 24 horas después de este singular anuncio, el mandatario, 
aduciendo razones de salud -una costilla fisurada- que más parecen 
encubrir un acto de soberbia, la debilidad de su política exterior y sus
 poderosos prejuicios ideológicos, declinó la participación en la Cumbre
 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) que se
 realizó esta semana en Quito.
 
 Algunos periodistas argentinos 
dicen que a Macri, empresario del fútbol vinculado durante muchos años 
al club Boca Juniors, no le agrada jugar de visitante y con el público 
en su contra; o que, en definitiva, sostienen, a la costilla no le gusta
 viajar por la región.
 
 Más allá de la ironía, lo cierto es que 
la pretenciosa afirmación de Macri, portaestandarte de las restauración 
conservadora en el continente, no sólo expresa una suerte de 
reconciliación de la derecha argentina y latinoamericana con sus 
aspiraciones primermundistas -que persigue a costa del entreguismo y la 
renuncia a la praxis política soberana- y su histórica tendencia a la 
genuflexión antes las potencias.
 
 También evidencia una opción, 
una suerte de declaración de principios: el eje Noratlántico antes que 
nuestra América. Las relaciones carnales en política exterior antes que 
la multipolaridad. El capital antes que cualquier otra cosa.
 
 Davos es el máximo concilio del pensamiento y las políticas económicas 
dominantes, donde corporaciones, empresarios, socios estratégicos y unos
 cuántos líderes políticos definen agendas de alcance global.
 
 La
 CELAC, por su parte, representa un hito en materia de integración 
regional y del antiimperialismo político, con raíces profundas que 
entrelazan los ideales y luchas independentistas del siglo XIX, las 
revolucionarias del siglo XX y las posneoliberales del siglo XXI.
 
 En ese contexto, argüir que Argentina vuelve al mundo -al menos, la 
Argentina que representa Macri, y que es la derecha la responsable de 
ese retorno-, supone una actualización de aquel viejo antagonismo entre 
civilización y barbarie que está en la génesis de la construcción de las
 identidades nacionales latinoamericanas.
 
 Si allá, en el mundo 
industrializado, en el viejo continente, entre los líderes serios y los 
capitalistas más influyentes, está la civilización; entonces, acá, en 
medio de los empeños y búsquedas nuestroamericanas de los últimos 15 
años, en el kirchnerismo, entre los Chávez, Lula, Evo o Correa, entre 
los pueblos de nuestras tierras, solo puede encontrarse la barbarie, la 
no presencia en el mundo, el no ser.
 
 Esta es la antinomia sobre 
la cual los restauradores de turno pretenden construir su narrativa de 
la reconquista: una cruzada contra los bárbaros, en la que incluso la 
democracia liberal y representativa, que tanto dicen defender, puede ser
 sacrificada en la horca de los decretos de urgencia, del golpismo y de 
las relaciones carnales con el imperialismo.
 
 Pero ya hace 125 
años un esclarecido patriota de Cuba y hombre de todos los tiempos, José
 Martí, nos enseñó la falsedad de ese dilema, instrumento ideológico de 
dominación y de brutales campañas de exterminio.
 
 En su ensayo 
Nuestra América nos dijo: "No hay batalla entre la civilización y la 
barbarie sino entre la falsa erudición y la naturaleza". Y agregó: "Con 
los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema 
opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores".
 
 He
 aquí, en esas breves líneas, un desafío y un plan de acción que 
mantiene su vigencia. Que el odio y la persistente falsedad de la 
derecha, coyunturalmente a la ofensiva en varios de nuestros países, no 
se imponga también en la batalla de las ideas.
 
 *Investigador, analista y docente de la Universidad de Costa Rica. Colaborador de Prensa Latina.
 
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