Guatemala
La ex Fiscal General de
 Guatemala, Thelma Aldana, actual candidata a la Presidencia por el 
partido Semilla, al escudarse en el derecho de antejuicio para evitar 
ser investigado, evidencia el agotamiento de dicha figura jurídica que 
las democracias liberales instauraron para garantizar el ejercicio 
parlamentario, y el contrapeso de los órganos del poder estatal.
La 
figura de la inmunidad parlamentaria, de origen inglés medieval, 
teóricamente tiene dos cometidos: garantizar la inviolabilidad (no 
arresto) de los parlamentarios, y el impedimento a ser juzgado 
(inmunidad procesal) a los parlamentarios durante el ejercicio de su 
mandato. Con el tiempo esta inmunidad también se amplió para proteger a 
los presidentes.
En América Latina, casi la totalidad de las 
constituciones políticas disponen de esta figura jurídica para 
presidentes y legisladores. Honduras, en 2003, suprimió la figura de la 
inmunidad o antejuicio. Bolivia, en 2009, suprimió la inmunidad procesal
 (preserva la inmunidad de arresto). Chile, con las reformas del año 
2000, permite incluso que los ex presidentes gocen de inmunidad.
En
 Guatemala, en el año 2002, aprobaron la Ley en Materia de Antejuicio, y
 de manera irresponsable e inmoral, ampliaron dicho derecho incluso para
 magistrados de justicia, ministros, directores, alcaldes. ¡Hasta los 
candidatos a cargos de elección popular gozan de dicho derecho! Y lo más
 bochornoso es que dicho derecho tiene carácter de “irrenunciabilidad”, 
según Art. 3º de dicha Ley.
La inmunidad o el antejuicio, como instrumento jurídico político, no es bueno, ni malo en sí mismo
Ocurre
 que en Guatemala, país campeona o subcampeona en la corrupción pública a
 nivel internacional, esta figura jurídica fue y es perversamente 
utilizada por inescrupulosos funcionarios públicos como escudo de 
protección para sustraer o malversar fondos y bienes públicos. 
El
 actual Presidente, Jimmy Morales, fue descubierto infraganti mientras 
recibía ilegalmente dinero del Ejército. Y, gracias al antejuicio no fue
 ni investigado. Y así, pesan rosarios de denuncias públicas de 
corrupción, incluso con evidencias, contra funcionarios públicos, pero 
el antejuicio los protege en la impunidad.
Recientemente en 
Guatemala, hasta se volvió una moda las protestas masivas contra 
funcionarios corruptos escudados en el antejuicio, pero casi nadie puso 
en debate nacional la posibilidad de la anulación de dicho escudo legal.
 Más por el contrario, analistas y opinadores son contrarios a la 
supresión de dicho derecho, porque dicen que “preserva a las 
instituciones y al cargo del ataque de los contrarios”.
Lo cierto
 es que en el Triángulo de la Muerte (Honduras, Guatemala y El Salvador)
 cuando los contrarios buscan aniquilar a sus enemigos lo hacen sin 
importar la inmunidad de éstos.
En Guatemala es más que evidente 
que el intento del Estado de Derecho fracasó fruto de sus 
contradicciones internas, y de la tergiversación de mecanismos de 
garantía y control institucional, como el antejuicio. El país vive en 
una atmósfera de impotencia colectiva viendo de cómo sus gobernantes se 
enriquecen ilícitamente, mientras casi el 60% de su población sucumbe en
 la miseria. Ven el robo, pero no pueden detener, ni castigar al 
delincuente porque estos gozan de inmunidad. El antejuicio es un escudo 
transparente.
El procedimiento jurídico político para retirar la 
inmunidad a los denunciados no procede porque los magistrados y jueces 
(no electos por voto popular) son ahijados de los corruptos gobernantes.
 Los diputados no proceden a quitar la inmunidad a los otros corruptos 
porque las serpientes no se muerden entre sí. ¿Entonces? ¿Seguimos 
defendiendo la figura del antejuicio?
Para esperanza de los 
pueblos, organizaciones indígenas y campesinas, como el Movimiento para 
la Liberación de los Pueblos (MLP), plantean la democratización de la 
democracia a la chapina devolviendo el poder de decisión y control al 
Soberano genuino, el pueblo en su sentido amplio. Y, una de las acciones
 básicas es la propuesta de la supresión del derecho de antejuicio. Los 
candidatos de MLP manejan la inédita retórica de: “renunciaremos al 
derecho de antejuicio si nos eligen como funcionarios públicos”. 
México
 avanza en esa vía. Brasil, al igual que otros países de Suramérica, 
también va por la vía progresiva de la supresión del derecho de la 
inmunidad parlamentaria. Al parecer, la inmunidad parlamentaria, que 
abonó tanto a la corrupción e impunidad, terminará abonando la 
transición de la democracia representativa excluyente hacia unas 
democracias más participativas.
 

 
 
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