Ángel Guerra Cabrera
El miércoles 22 Evo Morales
tuiteaba: nos unimos al pronunciamiento de la Red de Intelectuales que
denuncia acción injerencista de Estados Unidos para derribar al gobierno
de Venezuela, e impulsa persecución mediática y judicial contra
hermanos Lula, Correa y Cristina.
Ante los continuos triunfos electorales de las fuerzas populares y
progresistas y el éxito de sus gobiernos en el combate al neoliberalismo
al en elevar el bienestar de nuestros pueblos, Washington y las
derechas locales optaron por la tremenda. Lanzaron una contraofensiva
integral basada en el esquema de las revoluciones de colores de Eugene
Sharp, fundador y cabecilla de la organización ultraderechista Open
Society, cuyo historial golpista y desestabilizador recorre la geografía
planetaria donde quiera que haya gobiernos que no son del agrado de
Estados Unidos.
Evidenciando una vez más en nuestra historia que sólo respetan las
reglas de la democracia representativa cuando los favorecen, el
imperialismo yanqui y las derechas iniciaron una cadena de golpes de
Estado contra los gobiernos progresistas. La primera víctima fue la
pequeña Honduras, donde derribaron al presidente Manuel Zelaya (2009)
por la fuerza de las armas, para lo que contaron con apoyo judicial,
parlamentario y mediático. Siguieron los golpes contra el presidente
Fernando Lugo en Paraguay (2012) y contra su homóloga Dilma Rousseff
(2016) en el gigantesco Brasil.
Pero también ha habido varios intentos derrotados de golpe contra los
gobiernos populares. El caso paradigmático es Venezuela por haberse
utilizado casi la totalidad de los recursos de la guerra no
convencional, híbrida o de cuarta generación. Por sólo mencionar algunas
acciones muy relevantes, se produjo el golpe de Estado contra el
presidente Hugo Chávez en 2002, precedido de un paro patronal y seguido a
los pocos meses del paro petrolero, que paralizó la principal industria
del país a un costo de miles de millones de dólares. El golpe llegó a
sacar del gobierno a Chávez pero duró escasas 48 horas al reinstalar al
líder venezolano luego de un contundente contragolpe popular-militar sin
precedente. Allí se soldó la unidad cívico-militar que ha vencido los
numerosos intentos de derrocar al chavismo, encarnado en los últimos
años por el presidente Nicolás Maduro. Entre ellos, las feroces guarimbas de
2014 y 2017, el recrudecimiento sin límites de la criminal guerra
económica y mediática y el recientemente frustrado intento de magnicidio
contra el mandatario venezolano. No es casual, este estaba por lanzar
una verdadera revolución económica y financiera dentro de la revolución,
que golpeará muy duro a la especulación contra la economía popular y
rompe con el dólar como moneda de cambio.
También fueron objeto de graves intentos de derrocamiento los
presidentes Evo Morales (2008) y Rafael Correa (2010), los que, dada su
esencia, no pueden calificarse sino de golpes de Estado de nueva
generación. Ambos requirieron de una acción enérgica de Unasur, hoy en
proceso de liquidación por el actual gobierno ecuatoriano y otras
administraciones de derecha de América del Sur.
A la vez, Lula está preso tras un proceso amañado cuyo único fin es
impedir al político más popular del país que compita por la presidencia
en octubre de este año. Sometido a un descomunal linchamiento mediático
internacional, el gobierno golpista le prohíbe manifestarse en los
medios, participar en los debates o siquiera tener acceso libre al
teléfono o a las redes sociales. No obstante, continúa siendo el puntero
en todos los sondeos y ya alcanza una intención de voto de 39 por
ciento, muy por encima de sus eventuales rivales. Pese a las sonadas
protestas y cuestionamientos dentro y fuera de Brasil se busca la ilegalización de su candidatura.
Algo parecido ocurre con el ex presidente Correa, contra quien se
desarrolla un proceso judicial espurio y al que, tras meses de guerra
mediática, se pretende detener por el gobierno del reconvertido a
neoliberal Lenín Moreno mediante una orden internacional de captura. La
derecha teme que Correa sea el ganador de una futura elección.
Luego de numerosos montajes mediáticos y judiciales continúa la
persecución contra Cristina Fernández de Kirchner, principal referente
del campo popular argentino, cuyas propiedades están amenazadas de
allanamiento, que, según el plan derechista, sería seguido de la pérdida
del fuero parlamentario. Pese a ello, encabeza las encuestas para las
elecciones de 2019 y si la contienda fuera hoy, derrotaría claramente al
presidente Mauricio Macri, motivo principal de un mayor ensañamiento
contra ella. Necesitamos una contraofensiva popular muy inteligente y
creativamente organizada para derrotar a quienes pretenden mantener la
dictadura oligáquica sobre los pueblos nuestroamericanos.
Twitter: @aguerraguerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario