Gonzalo Molina González, nació en Matialapa municipio de Tixtla, Guerrero en 1962, en el seno de una familia alfarera dedicados a la elaboración de ollas, cazuelas y comales. El tercero de diez hermanos, Gonzalo creció en la cabecera municipal de Tixtla, cerca de la capital del Estado, donde no le fue posible aspirar a una carrera profesional por falta de recursos económicos; sin embargo, su fuerza y tenacidad le permitieron concluir de manera satisfactoria la educación media superior.
Desde su juventud Gonzalo se ha 
caracterizado por ser luchador y trabajador. Se dedicó a la limpieza, a 
la jardinería y a recolectar basura, el trabajo digno que le ha 
permitido subsistir junto a su familia, sus padres, esposa y tres hijos.
La vida de familias artesanas y 
campesinas como la de Gonzalo, en las zonas semi-urbanas de la región 
Centro del estado de Guerrero, mantiene un profundo sentido comunitario 
que les permite organizarse para el trabajo conjunto.
Por su labor Gonzalo ha convivido con 
distintas comunidades de la región, viendo de cerca la pobreza y las 
carencias que predominan en las poblaciones rurales del municipio de 
Tixtla. Ante esta avasallante realidad, no pudo ser indiferente y desde 
muy joven comenzó a promover la organización comunitaria para realizar 
proyectos sociales de autoempleo como una medida para generar pequeños 
ingresos en aras de alcanzar una vida digna para todos y todas.
Sin embargo, en los años recientes la 
realidad le exigió incursionar en otras luchas. El aumento de los 
asaltos violentos, los secuestros, las extorsiones, y los homicidios 
dolosos generó la percepción en las comunidades de que la región Centro 
del estado se convertía poco a poco en una zona de mayor inseguridad. El
 trabajo digno de muchas familias de pronto se convirtió en un atractivo
 para la delincuencia organizada que actúa ante la omisión complaciente 
de gobernantes corruptos.
La corrupción y la complicidad de los 
gobernantes con la delincuencia organizada, así como el nulo acceso a la
 justicia, orillaron a Gonzalo a ser uno de los más visibles promotores 
de la organización comunitaria por la justicia y la seguridad de los 
pueblos de Tixtla. Las personas que compartían las mismas injusticias se
 adherían al hartazgo generado por tanta corruptela. La única solución 
que encontraron estas comunidades fue organizarse para resguardar su 
seguridad, tal y como lo hacían sus abuelas y abuelos nauas, acercándose
 al modelo exitoso de las comunidades Me’phaa, Na Savi y Nauas de la 
Montaña y Costa Chica de la CRAC-PC.
Sin embargo, Gonzalo y los líderes 
comunitarios de Tixtla no se limitaron solamente a organizarse ante la 
inseguridad. Ante el desdén de las autoridades estatales frente a los 
estragos ocasionados por la tormenta Manuel y el huracán Ingrid en el 
estado, las y los policías comunitarios de Tixtla se organizaron para 
dar respuesta a la emergencia que dejó el desastre natural. Mientras 
Tixtla permanecía cubierta de agua por más de dos meses, fueron personas
 como Gonzalo las que tomaron picos y palas para generar la solución que
 el gobierno no pudo dar, lo que reconocieron incluso los medios masivos
 de comunicación que más estigmatizaron su movimiento. Cuando el 
Ejército quiso burlarse de los habitantes de Tixtla simulando un rescate
 para una producción televisiva, eran compañeros como Gonzalo quienes 
verdaderamente salvaban a Tixtla de una inundación nunca antes vista.
Pero Gonzalo fue detenido el 6 de 
noviembre de 2013 en un retén en la carretera federal Chilpancingo – 
Chilapa, a la altura de las instalaciones del internado Adolfo 
Cienfuegos y Camus, en Tixtla. Es acusado de terrorismo, robo agravado, 
privación de la libertad personal y lesiones, dentro de la causa penal 
157/2013-2 radicada en el Juzgado Cuarto en materia penal del Distrito 
Judicial de los Bravo con sede en Chilpancingo, Guerrero.
Gonzalo fue trasladado al Centro Federal
 de Reinserción Social número 13 en el Municipio de Miahuatlán, estado 
de Oaxaca. Las condiciones del encierro son severas pero en los siete 
minutos semanales de teléfono que le son permitidos, ha enviado mensajes
 al pueblo de Guerrero que dan cuenta de su entereza.
La imagen del “terrorista” se ha 
difundido por todo el mundo en los últimos años, especialmente a partir 
de los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York. En todo el mundo
 hay una idea nítida sobre quién es y qué hace un terrorista: alguien 
que sistemáticamente realiza actos para generar pavor en la sociedad 
persiguiendo un objetivo avieso.
Por eso cualquier guerrerense con 
sentido común se resiste a creer que un terrorista es quien organiza a 
un pueblo arrasado por la lluvia para empezar las tareas de 
reconstrucción ante la indiferencia gubernamental. Sin embargo, la 
justicia guerrerense hace tiempo dejó atrás la mesura y la 
proporcionalidad. Es inconcebible que en el estado donde la impunidad es
 la ley se le pretenda asignar a quienes se han visto orillados a 
organizarse ante las omisiones del Estado, las penas privativas de la 
libertad más gravosas que, precisamente, están reservadas para delitos 
que provocan un generalizado repudio social como el secuestro y el 
terrorismo.
Gonzalo es ante todo un líder 
comunitario que siente su pueblo, su barrio, en la piel. Y puede ser, 
sin duda, muchas cosas más. Pero Gonzalo no es un terrorista; vale la 
pena repetirlo para devolver a las palabras su significado real: Gonzalo
 no es terrorista. No entenderlo así y estigmatizarlo con ese 
calificativo para remitirlo arbitrariamente a un penal federal de otro 
estado, es una acción desproporcionada que sólo genera crispación social
 y encono. Si al gobierno de Ángel Aguirre Rivero aún le preocupa el 
legado que va a dejar en materia de derechos humanos; si a alguien en 
Casa Guerrero le interesa no ahondar en la peligrosa senda que se abrió 
el 12 de diciembre de 2011 -que mañana conmemoraremos-, el 2013 debería 
terminar con la corrección de una acusación y un traslado que, a todas 
luces, carecen de toda proporcionalidad. Aún hay tiempo.
 
 
 
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