|  Por Adalys Pilar Mireles Bogotá,
 23 feb (PL) El proceso pacifista entre el Gobierno colombiano y las 
FARC-EP deberá sortear un nuevo impasse a fin de avanzar en los 
restantes puntos de la agenda de conversaciones y perfilar el fin del 
conflicto.
 A tres años del inicio de las pláticas en Cuba, equipos gubernamentales
 y de ese grupo insurgente deberán reanudar tales debates en fecha 
próxima con el reto de establecer las condiciones para el cese el fuego 
bilateral, la dejación de las armas, desmovilización y reintegración a 
la sociedad de los ahora combatientes.
 
 Resta igualmente 
conciliar posiciones en relación con el mecanismo más adecuado para 
refrendar por la vía popular el conjunto de pactos, pues mientras el 
Ejecutivo opta por un plebiscito las Fuerzas Armadas Revolucionarias de 
Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), demandan una Asamblea Nacional 
Constituyente.
 
 De por sí complejo, el proceso de negociaciones 
tendrá que superar adicionalmente la crisis surgida a raíz de la visita a
 Colombia de voceros de ese movimiento rebelde en las gestiones 
pacificadoras, con el objetivo de socializar los consensos logrados en 
La Habana.
 
 El encuentro en el caribeño departamento de La 
Guajira, al que acudieron también pobladores, fue reprobado por el 
Ejecutivo tras considerar que los representantes de las FARC-EP violaron
 protocolos para su estancia aquí, debido a la presencia de civiles 
junto a guerrilleros armados.
 
 En tanto esa agrupación calificó 
de injustificada la polémica y aseguró que no transgredió ninguna norma,
 asimismo defendió su derecho a conversar sobre el contenido de los 
tratados rubricados en la capital cubana, tanto con sus tropas como con 
la ciudadanía.
 
 El episodio, que generó criterios a favor y en 
contra, provocó tensión entre ambas partes las cuales pese al desacuerdo
 coinciden en la necesidad de limar asperezas y proseguir con los 
diálogos en busca de la distensión.
 
 En medio de la controversia 
el presidente Juan Manuel Santos anunció que los países garantes de las 
conversaciones (Cuba y Noruega) ofrecieron sus buenos oficios para 
hallar un arreglo y mejorar el clima entre las dos delegaciones de 
negociadores.
 
 A la espera de tales diligencias, preocupa también
 el intervalo establecido previamente para concluir los debates con un 
convenio de paz.
 
 Terminar las discusiones a más tardar el 23 de 
marzo, fecha proyectada en meses previos, parece posible para el 
Ejecutivo y sus portavoces.
 
 Sin embargo los delegados de la 
insurgencia son más cautelosos y evitan ratificar a ciegas ese tipo de 
compromiso al argumentar que los prolongados análisis acerca de la 
justicia transicional retrasaron el cronograma previsto inicialmente.
 
 Mientras terceros opinan que más allá de los plazos fijados, lo 
verdaderamente importante es poner fin a la confrontación bélica 
mediante una salida política, posibilidad que resulta creíble para 
muchos colombianos.
 
 Luego de tres años de reuniones en Cuba 
ambos equipos construyeron de conjunto pactos en asuntos como reforma 
rural integral, participación política, combate a las drogas ilícitas y 
víctimas.
 
 Persistimos en el llamado a las partes para avanzar de
 forma expedita en la firma del acuerdo final, afirmó la plataforma 
Marcha Patriótica, luego de rechazar cualquier ultimátum o imposición 
que ponga en peligro lo alcanzado en la mesa de encuentros.
 
 No 
obstante lo controversial y complicado de estos esfuerzos, el proceso de
 acercamiento con el también insurgente Ejército de Liberación Nacional 
(ELN) es, sin dudas, uno de los mayores desafíos para garantizar un 
escenario pacífico estable y duradero, sobre todo porque todavía no 
existe un pronóstico para el comienzo de las pláticas oficiales con el 
Gobierno.
 
 La contienda interna ha dejado unos 300 mil muertos, más de seis millones de desplazados y millares de desaparecidos.
 
 Tal realidad explica las razones por las que víctimas de la 
conflagración, políticos y defensores de derechos humanos respaldan 
esperanzados la perspectiva de la paz.
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