El gobierno de Rafael
Correa (2007-2017) parece haber provocado una verdadera fascinación en
la investigación social. Hay cerca de un centenar de libros, tesis y
artículos académicos y semiacadémicos escritos sobre ese período tanto
en el país como en el exterior (sin contar editoriales, opiniones y
referencias periodísticas que a diario se publicaron durante una década
en los distintos medios de comunicación), y me he referido a las más
significativas de esas obras en dos artículos anteriores: “Ecuador: una
década entre libros, pasiones y opiniones” (https://bit.ly/2pfMTh8) y también, “Ecuador: ¿y otros escritos sobre la década?” (https://bit.ly/2xBBhd1).
Ha predominado la visión política. Y en las obras de mayor bullicio
editorial, la pasión visceral para demostrar que se trató de una década
“perdida”, una “dictadura del siglo XXI”, de “discreto encanto”, de
“reinvención del poder”, “populista”, “hiperpresidencialista”, de
“entreguismo”, “al desnudo”, de “restauración conservadora”,
“desperdiciada”, un “gran fraude”, o una “revolución que al parecer
nunca nació” o que dejó atrás “el país que queríamos”, como han gustado
de calificarla ciertos círculos intelectuales del izquierdismo
tradicional más florido. En ellos también se han ubicado simples
activistas del anti-correísmo y hasta quienes han coincidido
vehementemente con la “descorreización” levantada por la más fascista
derecha política.
Con demasiada frecuencia, esos escritos
chocan con los estudios serios y realizados por entidades
internacionales, como los de la CEPAL, institución que tiene varias
investigaciones que incluyen a Ecuador, que demuestran las sustanciales
transformaciones, logros económicos y sociales durante la década
“ganada” y que incluso ratifican que la mesa sí estuvo servida al
concluir la presidencia de Correa, como consta en al menos tres
publicaciones: Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2017; Panorama Social de América Latina 2017; y, La ineficiencia de la desigualdad (2018). Esos
balances contrastan con lo que ha ocurrido bajo el gobierno de Lenín
Moreno, cuando los antiguos logros se han revertido, tal como lo
demuestra el reciente Estudio Económico de América Latina y el
Caribe. Evolución de la inversión en América Latina y el Caribe: hechos
estilizados, determinantes y desafíos de política (2018), de la
misma CEPAL; y además, su comunicado “Actividad económica de América
Latina y el Caribe se expandirá 1,3% en 2018 y 1,8% en 2019” (https://bit.ly/2D8WCyd).
Podrían unirse también los informes del FMI, el BID o el BM, que hizo
un balance muy positivo de la época de la Revolución Ciudadana en su Ecuador: Panorama General de abril 2017 y, además, en Taking on inequality (2016).
Incluso en las Naciones Unidas (11ª. Reunión Anual, 2014) se llegó a
reconocer a Ecuador como modelo de desarrollo sostenible para eliminar
la pobreza y reducir la desigualdad.
Añádase a todo ello varias obras de autores extranjeros como Ramón Casilda Béjar, quien realizó un temprano análisis en Ecuador y la Revolución Ciudadana. Un camino hacia el buen vivir (2015); Timm B. Schützhofer, en Ecuador´s Fiscal Policies in the Context of the Citizens´ Revolution (2016),
que demostró los alcances en materia tributaria, siempre resistida por
las elites empresariales; tres autores: Mark Weisbrot, Jake Johnston y
Lara Merling hicieron su balance en Una década de reformas: políticas macroeconómicas y cambios institucionales en Ecuador y sus resultados (2017); y, Mauricio García Mejía, Adriano Molina, Ángela Reyes y Benjamín Roseth destacan los cambios administrativos en Gobiernos simples y digitales para servir al ciudadano. Construyendo un Estado orientado al ciudadano (2018).
A diferencia de las pasiones nacionales, los estudios académicos
extranjeros buscan objetividad, al mismo tiempo que hacen
puntualizaciones críticas. No se les ocurre partir de ideas y conceptos
preconcebidos, como para escribir, muy livianamente, sobre la
“dominación progresista”, como lo hace alguna simplona obra que circuló
por acá.
Entidades que han privilegiado el análisis académico sobre el pasionista, también han publicado obras de interés, como Democracia participativa e izquierdas. Logros, contradicciones y desafíos (2015),
publicada por FES-ILDIS, que reúne a varios autores con posiciones
críticas, del mismo modo que lo hizo el IAEN al publicar La Revolución Ciudadana en escala de grises. Avances, continuidades y dilemas (2016), editado por Matthieu Le Quang.
En el análisis tradicional circuló El populismo en escena (2017),
de César Ulloa. Pero hay un artículo académico reciente de Gonzalo
Jonás Paredes Reyes y Karolyne Nikole Saltos Sánchez, La deuda pública en Ecuador: ¿Se cumplió la regla fiscal? (2018),
fulminante contra esas voces que claman, con desconocimiento
interesado, contra el “excesivo” endeudamiento externo, pues los autores
demuestran que el gobierno de Correa no sobrepasó el 40% fijado como
límite del mismo por la ley (https://bit.ly/2FfiFpy).
Como la “descorreización” está a la orden del día, de la mano de las
derechas y también de las izquierdas anticorreístas (incluidos una serie
de líderes laborales e indígenas) que en esto han logrado el milagro
político de mezclar el agua y el aceite, todos los trabajos
anteriormente citados parecen no servir para nada. Pero la historia
tiene su propia ironía, como diría Hegel, y más tarde o más temprano la realidad histórica se impondrá.
Porque, para decirlo en términos periodísticos, el “correísmo” tuvo
logros “positivos” y otros “negativos” y caminó entre luces y sombras.
Durante el ciclo progresista, los dos últimos años del gobierno de
Rafael Correa fueron tremendamente contradictorios: ciertas remisiones
tributarias, aflojaron algunas políticas bancarias, mayor deuda externa o
flexibilidades laborales, algo que cuestioné, a su debido tiempo, en
varios artículos, como “Revolución Ciudadana ¿en fase de flexibilidad
laboral?” (https://bit.ly/2SJQAcJ).
Pero de allí a sostener que se reimplantó el “neoliberalismo”, se
“liquidó” a los movimientos sociales y a la izquierda “verdadera” o que
se “desinstitucionalizó” al país, etc., hay un gigante abismo que lo
niegan, una y otra vez, las obras a las que he hecho referencia.
Cabe reconocer, adicionalmente, que los casos de corrupción, que es
necesario perseguir y juzgar, han sido demoledores para la imagen de la
década de la Revolución Ciudadana, al mismo tiempo que a cualquier
observador intelectual honesto igualmente le queda claro que tras los
“escándalos” mediáticos también se esconde el deseo de atribuir toda la
corrupción histórica nacional exclusivamente al anterior gobierno (https://bit.ly/2PCsq5b), en medio de la persecución y el lawfare,
como se ha denunciado en documentos internacionales, como el “Informe
final de observadores sobre la misión en Ecuador – 17/21 septiembre,
2018”, que advierte sobre violaciones a los principios fundamentales del
Estado de Derecho; así como el “Parecer emitido sobre la ocurrencia de lawfare en Ecuador” del Institute Lawfare (24/octubre/2018 – https://bit.ly/2JTTbg4)
En todo caso, la fascinación por el correísmo ha provocado un descuido o
por lo menos la minimización de otros temas en las ciencias sociales
ecuatorianas. Antes de 2007, hubo una variedad de temas abordados por
las múltiples investigaciones y en distintas esferas: la economía, la
política, los movimientos sociales, la cultura, etc. Todavía son
referentes necesarios muchos de los libros que se publicaron hasta la
década de los ochentas, cuando se produjo el auge y “boom” de las
ciencias sociales ecuatorianas en un contexto similar en toda
Latinoamérica. Pero hoy es poco o nada lo que circula al público sobre
la diversa realidad nacional, exceptuando una serie de tesis de grado en
ciencias sociales, que lastimosamente quedan a nivel de elites
ilustradas universitarias.
En política cotidiana predomina la
discusión sin fundamentos investigados. En economía, hegemoniza la
atrasada y pobre visión empresarial que anhela, como desde la década de
1920, que el Estado se retire de la economía, se supriman o disminuyan
impuestos directos con el de rentas a la cabeza, se flexibilice el
trabajo al borde de la esclavitud y que el país se abra al mundo
exterior sin beneficio de inventario.
Y contrastando con todo
lo anteriormente señalado, es sintomático que el gobierno de Lenín
Moreno no haya merecido, hasta el momento, ni un solo libro académico
que lo retrate, exceptuando los escritos de opinión (alabanzas en prensa
privada y gubernamental) y alguno que otro artículo encendido de
pasiones. Es igualmente sintomático que en el exterior se escriban
textos sobre el morenismo que dan cuenta del giro gubernamental que se
impuso desde mayo de 2017, así como de la reinstalación galopante del
orden neoliberal, como se halla en las páginas de la BBC, El País, La
Jornada y otros medios. Destaco, a modo de ejemplo, uno de los titulares
de la BBC: “Las 3 economías de América Latina que van camino de ser las
mayores decepciones de 2018”, que incluye a Ecuador (https://bbc.in/2M2UN6C); u otro de El País: “Lenín Moreno purga de correístas su Gobierno en su primer año al frente de Ecuador” (https://bit.ly/2J3IKZe)
Imagino que en algún momento alguien se interesará por escribir algún
libro de importancia sobre el morenismo. Mientras tanto queda en claro
que no hay ninguna “transición”, sino que el gobierno de Lenín Moreno ha
restaurado el modelo empresarial, que ya rigió durante las
décadas finales del siglo XX, al que todavía le falta completar otras
exigencias de las elites empresariales (la tributaria está prácticamente
cumplida), entre las que la flexibilidad laboral está a las puertas del
horno.
En términos comparativos, vivimos una época histórica internacional y nacional muy parecida a la que dejó retratada el libro Tiempos conservadores. América Latina en la derechización de Occidente (1987)
-entre cuyos destacados autores estuvo el célebre Agustín Cueva-, en
momentos en que el “reaganismo” estuvo en pie y se pusieron a su
servicio los gobernantes de la región.
Blog del autor: Historia y Presente: http://www.historiaypresente.com/
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