 
       
@Sergio_MartinC
@paquinonez
En los últimos años pareciera que los 
cambios en la economía mundial son cada vez más acelerados. Asistimos a 
la reordenación de la economía mundial, en la que la potencia hegemónica
 surgida en el siglo XX ve peligrar su posición y modifica 
sustancialmente su estrategia de inserción internacional. En los últimos
 meses, las tensiones en torno a las relaciones comerciales se han 
extendido a lo largo de una multitud de países, que están teniendo su 
último episodio en el aumento arancelario de los Estados Unidos a 
Turquía y el efecto que ha tenido dicha medida en la relación cambiaria 
entre las monedas.
Estas tensiones comerciales, que se unen
 a las que previamente afectaron a las relaciones de Estados Unidos con 
China, la Unión Europea, Rusia y otros países emergentes, son 
sintomáticas del deterioro del poder de los Estados Unidos y de los 
cambios en la correlación de fuerzas global. A menudo, se nos intenta 
dar una visión de que la nueva estrategia estadounidense es resultado 
del carácter convulso de su actual dirigente; sin embargo, la actual 
estrategia no es resultado de que Donald Trump esté en el poder, sino 
que Trump está en el poder debido a la necesidad de enfrentar los nuevos
 desafíos ante los que se encuentra la hegemonía estadounidense, surgida
 tras la II Guerra Mundial.
Nos encontramos, por tanto, en una 
situación de caos sistémico creciente, en el que no sólo EE.UU. 
cuestiona el orden global establecido, sino que otros países 
desarrollados y con gobiernos conservadores cuestionan, al menos 
parcialmente, la globalización neoliberal. El Brexit o el auge de los 
populismos xenófobos de derechas en Europa, son también muestras de 
ello.
Estamos ante el fin de una hegemonía y 
la reorientación, o reconfiguración, de las relaciones económicas 
internacionales. Siguiendo el enfoque de Arrighi[1],
 nos encontramos ante el fin de un ciclo del capitalismo histórico, el 
fin del ciclo sistémico de acumulación dirigido por los Estados Unidos. 
Estos ciclos, que se suceden en el sistema-mundo desde el nacimiento de 
la economía mundo capitalista hace 500 años, llegan a su fin a partir de
 la emergencia de una crisis de sobreacumulación, motivada por una 
rentabilidad insuficiente de la economía real. Esto lleva a que los 
capitales busquen nuevos espacios de rentabilidad y se canalicen hacia 
los mercados financieros. La financiarización de la economía y su 
increíble tamaño en proporción con la economía real es sintomática de 
esta crisis. La separación ficticia de economía financiera y economía 
real, motivada por una gran burbuja, provoca que las relaciones sean 
cada vez más caóticas, la economía mundial más inestable y las 
recesiones más recurrentes.
Sin embargo, el objeto de este breve 
texto no es presentar una explicación de la actual inestabilidad del 
sistema mundo en base a la crisis sistémica, sino el de plantear desde 
la perspectiva de América Latina y el Caribe, la necesidad de una 
estrategia a largo plazo ante la reconfiguración de la economía-mundo 
capitalista. Para ello, se partirá del reciente informe[2] publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) denominado “The long view: scenarios for the world economy to 2060”,
 que presenta una conclusión sobre la reorientación del poder económico 
mundial hacia los países asiáticos. A esta misma conclusión, aunque con 
una metodología analítica y un enfoque completamente diferente, también 
llegó Arrighi en su obra, donde en un primer momento, en los años ‘90 
situó en Japón el nuevo centro de la economía mundial para, años más 
tarde, reescribir sus conclusiones y desplazar el futuro centro de la 
economía mundial hacia China.
En este sentido -y aún sabiendo de las 
grandes limitaciones que posee una proyección al año 2060 como la 
realizada por la OCDE, más aún en una situación de crisis sistémica y 
fin de ciclo de acumulación- consideramos que puede ser interesante 
analizar las conclusiones de este estudio y comenzar a pensar los 
escenarios futuros, donde muchos estudios, con enfoques completamente 
diferentes, sitúan a Asia como el nuevo centro de la economía mundial.
Escenarios para la economía mundial hasta 2060
Las proyecciones realizadas por la OCDE 
se basan en el estudio de las economías de 46 países, de las cuales 36 
son de miembros de la OCDE[3], 8 de países que pertenecen al G-20 (y que no son miembros de la OCDE)[4]; y 2 son de países asociados a la OCDE[5].
 Por lo tanto, en esta sección, al hablar de economía mundial, nos 
estaremos refiriendo a estos 46 países que, en su conjunto, representan 
cerca del 82% de la producción global actual.
El estudio de la OCDE presenta una serie
 de escenarios sobre los cuales varían ligeramente los resultados, en 
función de la realización -o no- de ciertas reformas. Sin embargo, en lo
 que coinciden los diferentes escenarios es en el desplazamiento del 
comercio mundial y de los países que atesoran un mayor poder económico 
hacia los países asiáticos.
De este modo, en el escenario base a 
2060, que es aquel que no contempla la realización de grandes reformas, 
el documento de la OCDE estima una disminución en la velocidad de 
crecimiento de la economía global. Se pasaría de una tasa de crecimiento
 del PIB real de 3,4% en el año 2019 hasta una tasa de crecimiento anual
 cercana al 2% para el año 2060. Los BRIICS (Brasil, Rusia, India, 
Indonesia, China y Sudáfrica) serían los que impulsarán con mayor fuerza
 el crecimiento económico mundial, acercándose su nivel de vida al de 
los países desarrollados. Sin embargo, éstos también sufrirán una 
desaceleración en su crecimiento y pasarán del 6% anual logrado en la 
última década, hasta poco más del 2% para el año 2060.
Hasta la década del 2030, será China el 
país que más contribuya a la expansión de la economía mundial. En ese 
momento China alcanzará su peso máximo en la economía global, 
representando cerca del 27% de ésta. Sin embargo, a partir de esa 
década, la posta en el liderazgo del crecimiento económico la recogerá 
la India que pasará, de esta forma, a ser el país que contribuya a una 
mayor proporción del crecimiento económico mundial.

Para el año 2060, China e India 
representarán, cada una de ellas, entre el 20% y 25% de la economía 
global, mientras que los países de la OCDE, en conjunto, representarán 
poco más del 40%. De este modo, ambos países se alzarían como la primera
 y la segunda economía del mundo, respectivamente, quedando los Estados 
Unidos en tercer lugar. En cuarto lugar irrumpiría otra economía 
asiática: Indonesia.
El crecimiento sostenido de las 
economías asiáticas durante las próximas décadas llevará al 
desplazamiento del “centro de gravedad” de la economía mundial, 
moviéndose desde Norteamérica y Europa hacia el continente asiático. 
Esto implica que las economías de las Américas[6] se volverán más remotas
 respecto al nuevo centro de la actividad económica global. Siguiendo el
 modelo gravitacional del comercio internacional, a mayor distancia 
entre países, la intensidad del comercio entre éstos se ve perjudicada.
Esto no implica la necesaria 
profundización de la “periferización” de América Latina y el Caribe, 
pues la distancia no es un elemento constituyente de las relaciones 
centro-periferia en la economía-mundo capitalista y será la división 
internacional del trabajo la que determinará la forma de inserción en el
 sistema mundo.
En cuanto a los cambios en el 
“bienestar”, medido en base al PIB per cápita, los estándares de vida 
continúan creciendo en todo el mundo hacia 2060. Sin embargo, la 
velocidad de crecimiento de éstos será cada vez menor: el crecimiento 
del PIB per cápita pasará de cerca del 4% anual en 2020 a poco más del 
2% en el año 2060. La velocidad de crecimiento del PIB per cápita será 
cada vez mayor en países de la OCDE y la zona euro, mientras que 
disminuirá notoriamente para los BRIICS.
Hacia 2060, las condiciones de vida en 
el mundo continuarán, de forma general, convergiendo hacia el nivel de 
vida en los EE.UU. En este sentido, Turquía dará el salto más grande: en
 2018 sus condiciones de vida representan poco más del 40% respecto al 
nivel de vida en EE.UU., mientras que para el 2060 serán del 86%. En 
este sentido, resulta clave ver la reciente ofensiva estadounidense con 
Turquía -tradicional aliado-, sobre todo en el apartado militar. Pero 
Turquía podría llegar a convertirse en otro de los actores clave de la 
economía mundial y, por tanto, en un rival clave de la actual hegemonía 
estadounidense.
En contraste con las estimaciones en 
cuanto al crecimiento del PIB per cápita en los países en desarrollo, 
las proyecciones realizadas por la OCDE en este estudio consideran que 
los niveles de convergencia para los países centro y suramericanos con 
los EE.UU. serán muy leves.
En el segundo escenario presentado por 
la OCDE -donde existen reformas en la línea de dicho organismo- los 
BRIICS acelerarían la convergencia con los países más desarrollados. Las
 reformas contempladas suponen la mejora en la calidad de las 
instituciones, gobernanza (imperio de la ley) y mejoras en el nivel 
educativo (años de escolaridad) en los BRIICS, al punto que alcancen los
 niveles promedio de la OCDE a lo largo del período 2020-2060.
Este escenario asume también mayores 
niveles de apertura económica (reducción de aranceles) para los BRIICS, 
llegando al menos a la media de la OCDE para 2030: mejora de las 
instituciones, en gobernanza, lucha contra la corrupción y mayor 
cumplimiento de la ley; sistemas educativos; y eficiencia de los 
servicios públicos, marcando claramente la línea ideológica de las 
reformas propuestas.
Por su parte, para los países de la OCDE
 también estima mayores beneficios en este segundo escenario a partir de
 ciertas reformas estructurales que serían diferentes, debido a “los ya 
elevados niveles de gobernanza y de educación de estos países”. Según 
las proyecciones para este segundo escenario, cierta liberalización en 
el mercado de bienes podría tener efectos positivos acumulados de hasta 
cerca del 9% en el crecimiento del PIB per cápita real. Este efecto se 
sentiría, sobre todo, en países donde el entorno actual no es tan 
favorable para la competencia.
América Latina en los nuevos escenarios de la economía mundial
Más allá de seguir construyendo desde 
los países latinoamericanos estrategias de desarrollo que conlleven la 
ruptura de las tradicionales relaciones de dependencia y el lugar 
periférico en la economía-mundo capitalista -así como la profundización 
de la integración regional en base a principios de complementariedad 
productiva y cooperación económica- nuestros países deberán repensar 
también sus estrategias de relacionamiento con aquéllos que liderarán el
 poder económico a nivel global.
En este sentido, las relaciones con 
China han ido construyéndose durante las dos décadas precedentes, siendo
 hoy día China el mayor socio comercial (principal destino de 
exportaciones) de 4 países de la región (Argentina, Brasil, Chile y 
Perú) y el segundo mayor socio de otros 2 países (Cuba y Venezuela). El 
año pasado, América Latina y el Caribe exportaron más de 102 mil 
millones de dólares en bienes a China, e importaron cerca de 130 mil 
millones del país asiático. Sin embargo, las relaciones con India y con 
Indonesia (la doble I de los BRIICS) aún se encuentran mucho menos 
desarrolladas.
La India era, ya en 2017, la sexta 
economía mundial por el tamaño de su PIB, y la tercera si éste se ajusta
 por paridad de poder adquisitivo según los datos del Banco Mundial. 
Considerando las proyecciones de la OCDE[7], en el primer escenario propuesto India será la segunda economía global para 2060, sólo por detrás de China.
Pese a la creciente presencia de la 
India en los mercados globales, cerca del 50% de su comercio aún se 
concentra en el mismo continente asiático, y sus relaciones comerciales 
con América Latina y el Caribe (ALC) son aún de una magnitud bastante 
pequeña. En el año 2017, solamente el 4% de sus exportaciones fueron 
hacia nuestra región, mientras que el 5,3% de sus importaciones tenían 
como origen América Latina y el Caribe.
Pese a este bajo nivel de interacción, 
los flujos comerciales entre América Latina y el Caribe y la India han 
crecido sostenidamente en los últimos años. La región exporta hacia la 
India productos primarios: soya, oro, petróleo crudo, cobre y otros 
minerales, e importa productos con mayor valor agregado: vehículos y 
partes de vehículos, medicamentos, compuestos químicos, textiles, entre 
otros.
Diversas instituciones han resaltado las
 potencialidades en las relaciones económicas entre la India y América 
Latina. En este sentido se pronunció la XXXVI Reunión Ordinaria del 
Consejo Latinoamericano de Sistema Económico Latinoamericano y del 
Caribe (SELA)[8]
 en 2010, que resaltó que las potencialidades en la relación entre ambas
 partes son inmensas, pues India es una economía de rápido crecimiento 
con la cual aún se mantienen lazos comerciales muy limitados y 
concentrados, y con pocos países de la región.
En un reporte del Banco Interamericano de Desarrollo[9],
 siguiendo la teoría clásica del comercio exterior, se resalta que 
parece haber “un potencial considerable” para el comercio entre América 
Latina y el Caribe e India, por razones similares a las que ha 
prosperado el comercio entre ALC y China: India es un país 
“relativamente escaso de recursos naturales y abundante mano de obra” 
mientras que ALC es, en general, lo contrario.
Pero, además, hay similitud en cuanto a 
los ingresos per cápita y preferencias de los consumidores, lo que haría
 pensar que hay una sólida demanda de bienes menos sofisticados y más 
accesibles que los que se comercian en países desarrollados. La 
distancia, que en principio podría plantearse como un factor contrario 
al comercio entre ambas partes, no ha supuesto una barrera infranqueable
 para el comercio entre ALC y China, por lo que podría no representar 
tampoco un obstáculo insalvable para las relaciones con otros socios 
asiáticos.
Por su parte, Indonesia se situó en el 
año 2017 como la decimosexta economía en el mundo, por el tamaño de su 
PIB, y como la séptima a nivel global, si se ajusta su PIB por paridad 
de poder de adquisitivo, según los datos publicados por el Banco 
Mundial. En cuanto a las proyecciones de la OCDE, en un escenario sin 
mayores reformas, Indonesia será la cuarta economía global para 2060 
(medida por su PIB ajustado por paridad de poder adquisitivo). Quedaría 
sólo por detrás de China, India y EE.UU.
Actualmente, Indonesia es el cuarto país
 más poblado del mundo y cuenta con una importante riqueza en materias 
primas: petróleo, gas, minerales, aceite de palma, entre otros. A 2016, 
el sector servicios representaba el 46,5% del PIB, la industria el 40% y
 la agricultura el 13,5%
En cuanto a las relaciones comerciales 
entre Indonesia y ALC, son aún muy escasas. Las mercancías provenientes 
de América Latina y el Caribe representaron, el último año, el 2,5% del 
total de importaciones de Indonesia. Mientras que del total de 
importaciones de América Latina y el Caribe en 2017, apenas el 0,3% 
provino de Indonesia.
Consideraciones finales
El proceso de ascenso de los países 
asiáticos es radicalmente diferente según el enfoque propuesto por 
Arrighi y el de la OCDE. Para el primero es resultado  de la crisis de 
hegemonía estadounidense, la finalización del ciclo de acumulación y la 
consecuente situación de caos sistémico. Por su parte, la OCDE omite en 
su escenario base la posibilidad de conflictos a gran escala motivados 
por la crisis de hegemonía, y considera que el crecimiento económico 
seguirá siendo importante en las próximas décadas en un clima de 
estabilidad entre las potencias.
En este sentido, el análisis de la 
formación y los cambios del capitalismo histórico nos muestran que los 
procesos de transición en la hegemonía global van acompañados del 
aumento de los conflictos entre las principales potencias y la 
emergencia de escenarios de alta incertidumbre.
Sin embargo, a pesar de las metodologías
 radicalmente diferentes, la conclusión en cuanto al ascenso de Asia y 
la reconfiguración de un nuevo centro del poder económico global es 
común a ambos enfoques. En este sentido, ALC ha profundizado y 
diversificado en los últimos años su relación con China, ha iniciado de 
manera tenue su relación con India, y apenas ha mantenido contactos con 
Indonesia.
Es necesario que ALC comience a plantear
 una relación estratégica con estos países, bien el marco de la política
 exterior de cada uno de los países de la región, o bien en el marco 
abierto por procesos como los foros impulsados por la Comunidad Estados 
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para las relaciones bilaterales con
 otros grandes actores globales, como China o la Unión Europea. En 
conclusión, es necesario el diseño de una estrategia regional a largo 
plazo para una mejor inserción de América Latina y el Caribe en la 
economía mundial.
[1] Arrighi, Giovanni (1994): El largo siglo XX, Akal, Madrid.
[2] OCDE (2018). The long view: scenarios for the world economy to 2060.
[3] Países miembros de la OCDE: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Chile, Rep. Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Corea del Sur, Lituania, Luxemburgo, Letonia, México, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, Portugal, Rep. Eslovaca, Eslovenia, España, Suecia, Suiza, Turquía, Reino Unido, Estados Unidos.
[4] Brasil, Rusia, India, Indonesia, China, Sudáfrica, Argentina y Arabia Saudí.
[5] Países asociados a la OCDE: Colombia y Costa Rica.
[6] Nos referimos tanto a Suramérica, como a Centroamérica y Norteamérica.
[7] OCDE. (2018). The long view: scenarios for the world economy to 2060. OECD Economic Policy Papers.
[8] XXXVI Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano. Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe. Caracas, octubre 2010. Documento de trabajo: La economía de la India y sus relaciones comerciales con países de América Latina y el Caribe en el período 2009 – 2010.
[9] Moreira, M. M. (2010). India: Oportunidades y desafíos para América Latina. Washington DC: Banco Interamericano de Desarrollo.
 
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