Arturo Balderas Rodríguez
Todo indica que Hillary
Clinton y Donald Trump serán los candidatos a la presidencia de sus
respectivos partidos. Por primera vez en su historia, Estados Unidos
tendrá dos aspirantes cuyo nivel de popularidad es menor a 45 por
ciendo, de acuerdo con diversas encuestadoras. Lo que no está claro es
alguno pueda superar la antipatía y desconfianza del electorado.
Las principales causas de la falta de confianza en la señora Clinton
son el uso discrecional del correo electrónico cuando fue secretaria de
Estado; su omisión en seguridad en la embajada de Bengasi, que resultó
en la muerte del embajador; y los miles de dólares que cobró al ofrecer
conferencias a instituciones financieras de Wall Street. Las comisiones
legislativas en el Senado y la Cámara de Representantes no pudieron
probar su responsabilidad en ninguno de los dos primeros casos. Pero en
el asunto de las conferencias sí hay un justificado reclamo, debido a
que las instituciones involucradas han sido señaladas como responsables
de la injusta distribución del ingreso. Aunque Bernie Sanders ha
insistido en que el contenido de las ponencias debe revelarse, la señora
Clinton se niega a hacerlo. El hecho concreto es que hay una
desconfianza generalizada en su integridad.
De Donald Trump es poco lo que se puede agregar; por méritos propios
se ha encargado de construir una pésima imagen de sí mismo. Racista,
misógino, homofóbico, narcisista, son algunas de las características que
a los ojos de más de 60 por ciento de los estadunidenses lo distinguen.
A ello se agrega que nunca ha tenido un cargo de elección popular ni en
la administración pública. Su inexperiencia sería un riesgo para la
estabilidad del país, de acuerdo con observadores políticos. Sin
embargo, su mayor problema es que no pocos miembros de su partido
sienten especial aversión por él. Hay quienes no sólo temen que no gane
la presidencia, sino también que haga perder a los republicanos la
mayoría en el Senado y no pocos lugares en la Cámara de Representantes.
Muchos incluso han insinuado que destruirá al Partido Republicano.
Del lado del Partido Demócrata hay preocupación porque los
millones que apostaron por el cambio que ofrece Bernie Sanders no
acudieran a las urnas, en rechazo a la candidatura de Clinton. Ello,
temen, podría abrir la puerta a la presidencia a un personaje tan
controvertido como Trump. Pero cometen una gran equivocación quienes
comparan los supuestos errores de la señora Clinton con las perfidias
comprobadas de Trump. Entre uno y otro hay un abismo en todas y cada una
de las cualidades que se requieren para gobernar.
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